Bronces Navarro, el taller artesanal donde se recuperan todo tipo de metales

En un pequeño local de la zona de Malasaña, José María Navarro continúa el negocio fundado por su bisabuelo y sigue reparando artesanalmente todo tipo de metales, especializado en el bronce artístico

Bronces Navarro se instaló en la calle de la Madera en 1940 BELÉN RODRIGO

BELÉN RODRIGO

Bronces Navarro es un local pequeño, sencillo y antiguo, en el número 51 de la calle de la Madera, donde José María Navarro Hernando lleva desde los 21 años trabajando como artesano broncista. Empezó ayudando a su padre, que a su vez aprendió de su progenitor el negocio que a finales del siglo XIX fundó José María Navarro Llombart . Representa la cuarta generación de una familia en la que todos los primogénitos se han llamado José María.

El primero de ellos era procedente de Valencia, donde se cree que comenzó con este oficio. «Mi padre siempre me ha dicho que su abuelo comenzó con la tienda en 1875 pero según el registro del Ayuntamiento de Madrid, se instaló en la calle Molino de Viento en 1890. Pensamos que inicialmente trabajó en su tierra», explica a ABC el actual propietario José María Navarro Hernando. Siempre han trabajado dos generaciones mano a mano, aprendiendo los hijos de los padres un oficio «que se domina observando y practicando aunque se sigue aprendiendo cada día porque cada pieza es diferente». Está especializados en bronce artístico .

El taller cambió su ubicación en la primera década del siglo XX a un local cercano en la calle de Casto Plasencia. «Allí, por la guerra, acabó destruido el taller y mi padre con 8 años logró salir de los escombros. Se salvó porque estaba en la cueva», explica el artesano. En el local actual se encuentran desde 1940 y todavía se conservan las máquinas iniciales, algunas ya ni se usan, pero siguen funcionando. En una de esas máquinas, «mi tío se enganchó el mandil, le dio un par de vueltas y acabó contra la pared pero afortunadamente se salvó», relata José María. «Pero la culpa la tuvo él, que no se puede ir a trabajar borracho...», recuerda riendo.

Su padre trabajó con dos de sus tíos y con su abuelo y ahora, una vez jubilado hace años su progenitor, José María está todo el día solo en el taller aunque no le falta entretenimiento con el ir y venir de clientes. Su hijo ha seguido otro camino, así que el negocio durará hasta que él se jubile, aunque todavía le quedan bastantes años. «Siempre que se dejan intento aconsejar a los clientes aunque algunos tienen ideas fijas y resulta difícil. Pero es importante que entiendan el proceso y lo que conviene más a los objetos que quieren reparar», puntualiza el broncista.

Utensilios para la restauración de metales B.RODRIGO

Las manos de José María reflejan muchas horas de trabajo. «No es un oficio peligroso pero las manos sufren mucho», reconoce. Trabaja para particulares, museos y anticuarios y lleva a cabo todo tipo de reparaciones de objetos de distintos metales como oro, plata o bronce. «Con el paso del tiempo este tipo de metales se estropean. Muchas veces las personas tratan de arreglarlos y lo empeoran y acaban viniendo aquí para que los componga», afirma el broncista. Normalmente los limpia y los pule. En función del metal utiliza unos u otros productos. «Para adquirirlos debo llevar mi licencia, ahora está todo muy regulado. El problema es que para reparar algunos objetos hace falta mercurio, por ejemplo, que solo se encentra en el mercado negro», aclara. Para limpiar la plata la introduce en un líquido que prepara y que contiene cianuro, a una temperatura alta. Tiene montado un pequeño taller en la trastienda del local aunque la fase de desengrasado y barnizado la realiza en su casa.

Todo tipo de reparaciones

A José María le llegan estatuas, lámparas, portafotos, cruces, camas y muchos otros objetos, algunos de gran valor económico y otros de valor sentimental. Recuerda especialmente la reparación de dos camas, una de ellas con dosel, y la de algunas piezas del Museo del Romanticismo de Madrid. Por allí pasan todo tipo de clientes de varias partes de España, algunos incluso de la jet set española, «que llegan a mí a través de anticuarios». Entre los clientes, «hay de todo, algunos que confían en mi trabajo y otros son bastante agarrados a hora de pagar». José María da un presupuesto siempre que se lo piden, «prefiero que mis clientes no tengan sorpresas pero a veces resulta difícil saber con antelación el coste ya que hay reparaciones que llevan más tiempo de lo previsto», añade.

Está muy a gusto en el barrio que considera que ha cambiado para bien, «hay menos droga desde la llegada de los gays». Oficialmente es el barrio Maravillas aunque a esta zona se la conoce por Malasaña.

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