Fase 1 de la desescalada
Las terrazas y plazas se abarrotan con el paseo de las ocho: «La hemos liado con las reservas»
Los clientes han invadido por la tarde los locales, que reabrieron con estrictas medidas y colas para coger mesa
El crepúsculo alteró la tranquilidad que dominaba este lunes por la mañana la primera jornada de la fase 1 . Ni siquiera las lluvias de primera hora de la tarde aguaron la reapertura de las terrazas , con la mitad de su aforo, repletas a partir de las ocho, cuando comienzan los paseos diarios.
La plaza del Dos de Mayo, en el barrio de Malasaña (Centro), fue uno de los puntos calientes. «Llevamos caminando desde la calle Fuencarral para encontrar una mesa», comentaban Paula e Isabel, ambas médicos, que aprovecharon el salto de fase para tomar algo después del trabajo. «Si queréis os apunto, pero vais a tener que esperar un buen rato», les contestó una de las camareras en el bar El 2D, que ya había escrito con tiza varios nombres en una pizarra.
«La hemos liado con las reservas», reconoció Rafa, dueño de La Fragua de Sebín, en una de las calles que desemboca en la plaza. Las siete mesas de su terraza estaban ocupadas y varias personas aguardaban su turno. «Los de esa mesa llevan desde la una de la tarde y toda esta gente tiene reserva y está esperando », describía la situación a su alrededor, mientras indicaba con aspavientos a los nuevos visitantes que ya no había lista de espera. Si bien la demanda resultaba abrumadora, Rafa era claro: «Aunque esté lleno, no es rentable abrir con el 50 por ciento del aforo ».
«Toni, ¿te podemos pedir? Una clara y dos cañas». «Toni, ¿nos podemos sentar? Se acaba de quedar libre». La liturgia, frenética, se repetía en La Sala Derecha, otro de tantos bares abarrotados a espaldas de la calle de Costa Rica, en una de las zonas más concurridas del distrito de Chamartín . Toni, en ERTE desde el inicio de la crisis del coronavirus, resoplaba. Pero lo hacía sonriente, «feliz de haber vuelto». «Por fin», fue el mantra más repetido. Antonio y Conchi, de 82 y 78 años, respectivamente, se mostraban exultantes tras más de dos meses sin poder hablar, cara a cara, con dos de sus hijos, su yerno y su nieta: «Durante el confinamiento no nos hemos visto y estábamos deseando juntarnos». Por los pelos, eso sí, «porque el camarero ha tenido que juntar dos mesas y casi nos quedamos fuera»: «Pero ya nos conoce y sabía que vendríamos».
Raquel, Elena y Sabrina también tenían claro que la alegría ya se sirve en jarra fría. «Hemos llegado hace una hora y acabamos de pedir la segunda ronda», comentaban entre risas, en una de las mesas de la terraza de Los Barriletes: «Después de muchos días de videollamadas nos merecíamos algo así». En el establecimiento contiguo, Judith informaba a los consumidores de que el tiempo máximo que podían permanecer sentados era de una hora . «Así viene más gente», explicaba esta empleada, en uno de los pocos respiros que permitía la jornada. Las medidas de seguridad se cumplieron sobradamente, con mayor espacios entre mesas y botes de gel hidroalcohólico puestos a disposición de los clientes.
El jaleo era evidente a medida que la edad de los grupos descendía y el número de integrantes aumentaba. «Antes han venido más de diez y les he dicho que se tenían que separar», recordaba otro hostelero, en pleno trajín «terracero». La cerveza, bien tirada; y las tapas, servidas siempre de forma individual : «Bienvenidos a la nueva normalidad».
Primer «botellón»
El bullicio no se restringió a los bares. Desde este lunes se permiten las reuniones de hasta diez personas y la plaza del Dos de Mayo era el lugar idóneo para el reencuentro. Decenas de personas charlaban en la zona; muchos disfrutaban de la cerveza que no podían beber en las terrazas. Sin embargo, el alboroto cesó en cuanto una patrulla de la Policía Municipal , a punto de dar las nueve, se presentó en la zona. «Pensaba que en el primer día de la fase 1 iban a dejar un poco de libertad. Normalmente en esta plaza primero te avisan», lamentaba un joven, después que un agente le sancionara por consumir una lata de cerveza frente al monumento a Daoiz y Velarde.
Con todo, este lunes apenas despertaron —o lo harán en los próximos días— el 10 por ciento de las terrazas , según cálculos de Hostelería Madrid. Por la mañana, la plaza Mayor fue el espejo de esta tímida reapertura. Las sillas y mesas se apilaban a lo largo del histórico cuadrilátero; solo tres terrazas se animaron a abrir. «Hay mucha incertidumbre», declaraba uno de estos valientes y presidente del gremio de restauradores de la plaza Mayor, José Antonio Aparicio. «La hostelería es un sector en el que trabajar al 50 por ciento es perder seguro», resumía.
La misma sensación se extendió entre los comercios; la organización Acotex estimaba que solo abrirían la mitad de locales de menos de 400 metros cuadrados de la región. Pero la mayoría de establecimientos de la calle de Preciados, una de las zonas comerciales por excelencia de la capital, levantaron este lunes sus persianas y dieron la bienvenida a numerosos transeúntes.
Los grandes parques también abrieron sus puertas y sus terrazas. En estos momentos inciertos, prima el deseo de regresar a las calles. Ricardo y Carlos disfrutaban de un pequeño placer prohibido durante el confinamiento: un café con vistas a la puerta del Sol . «Teníamos muchas ganas, somos españoles», bromearon.
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