El Divino Encuentro pone un final sobrio a la Semana Santa madrileña
La Hermandad, aunque salió a las calles para la Coronación Canónica de la Virgen de la Soledad en noviembre, estrenó recorrido
Fue la primera vez que el Cristo Yacente salió de la Iglesia de las Calatravas, encabezando el cortejo
El Sábado Santo , Madrid aún guardaba la resaca de su reencuentro con Medinaceli. El pie agarrotado en todos, y el hombro dolorido en hombres y mujeres. El Señor entró en el Sepulcro y el madrileño aguardaba su última cita con la imaginería en la calle. No se agolpaba con el calor popular del Viernes Santo , pero la fe permanecía intacta. Porque se sabía, algunas horas antes de la salida de Jesús Yacente y la Virgen de la Soledad, que la Semana de Pasión no había terminado en Madrid. Y todo pese al sol del que se protegían los anderos.
Había alegría por volver, si bien en noviembre -«y también con buen tiempo»- salieron para la Coronación Canónica de la Soledad en algo que fue, pese al luto, un alivio de luto (sic) cofrade. Fue en La Almudena, en un noviembre sin lluvias en que lo sacro retomó sus espacios.
Se sentía ese temblor del hombre de trono/andero no sólo por portar la Biblia sobre sus hombros. Esos nervios, cuatro horas y pico antes del encuentro, no los podían ocultar los 28 años de Alberto Manzano, andero y prioste de la Hermandad, lo que para el lego significa que Alberto ha cuidado y cuidará del montaje de las Imágenes Sagradas sobre sus tronos. Y la emoción le embargaba en la puerta de su sede canónica, la iglesia de la Concepción Calatrava , con un andamiaje en forma de trampantojo que en plena calle de Alcalá es un requiebro conventual a los bancos y a los teatros y a los balcones, engalanados con flores, que vestían como de primavera las balconadas de la sede de la Consejería de Medio Ambiente, Vivienda y Agricultura de la Comunidad de Madrid. Y allí, Alberto, prioste tatuado, explicaba su labor en la Hermandad y el privilegio de estar solo junto a sus Sagrados Titulares «y hablarles a ellos, que, aunque no respondan, sabes que te escuchan ».
Una hora y media antes de la salida un andero, con algún problema en el hombro, solicitaba al Hermano Mayor cambiar a otro varal y usar el hombro izquierdo. Pero el sitio es el sitio . Lo más curioso, con todo, era el entrecruce de las mantillas con la fauna habitual de Madrid. El tacón de la mantilla frente a las chanclas de un Sábado de Gloria muy avanzado ya en el calendario.
Las novedades
Salir a las anchas avenidas, inaugurar nuevo recorrido y que el Yacente, que ha venido saliendo del Convento de la Encarnación, saliera desde plena calle de Alcalá eran novedades que Luis Fernando López, el Hermano Mayor , comentaba a este periódico con la ilusión de quien estrena el mundo. Y en parte fue así. Acaso porque estrenar, estrenaban también paisaje urbano, calles estrechas como la de Espoz y Mina o la de La Cruz. Un escenario donde los balcones casi se abrazan y que dieron el recogimiento necesario a una procesión en la que Madre e Hijo se reencontrarían (el Divino Encuentro) en la Plaza de la Villa.
Y salió el Yacente que se esculpiera en los talleres de Olot el siglo pasado, entre silencios y aplausos contenidos y los tambores roncos de la zaragozana Cofradía Jesús de la Soledad ante las Negaciones de San Pedro y de San Lamberto. Y salió la Virgen, obra dieciochesca de Juan Pascual de Mena, seguida de la Unión Musical El Maestro, de Daganzo de Arriba con Serrat y su 'Saeta', con 'La Madrugá' de Abel Moreno en el programa sinfónico (cruceta). Así hasta el Encuentro, donde a la solana y con la compañía de Álvaro de Bazán, aguardaba el gentío.
Algún paraguas mientras los más semanasanteros montaban guardia junto a la Torre de los Lujanes. Y es que iba con retraso la procesión, con el retraso necesario que ya avisó el Hermano Mayor por eso de calles nuevas y estrechas , que a la altura de la calle de Ciudad Rodrigo el desfile se dividió en dos. El «parecer que es la hora sin ser la hora», que diría Barbeito. Y casi que mejor el retraso, la atardecida, que la sobriedad con mucha luz pierde.
Serían las 19.31 ( hora y media de retraso ) cuando Jesús y María pisaron la Plaza de la Villa. El Yacente, que bajaba por Mayor, aguardó a que el paso de la Soledad doblara el complejo esquinazo de la Calle del Codo. Cuando ambos pasos se juntaron hubo un pulso, se arrodilló la Virgen en actitud orante. Una niña peinaba una Barbie en el balcón del antiguo Ayuntamiento. Sonó 'La Madrugá', los bastones de las Hermandades capitalinas se plegaron en actitud de respeto a los dos tronos, que volvieron a las Calatravas, juntos, por la calle Mayor.
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