Coronavirus

Viaje a las residencias, el foco más crítico del virus: «Han mejorado, pero no debemos bajar la guardia»

ABC acompaña a la Sección de Inspección y Evaluación de los Servicios (SIES) de la Policía Municipal, encargada de inspeccionar los centros de mayores

Los policías acceden totalmente higienizados a inspeccionar una residencia FOTOS GUILLERMO NAVARRO / VÍDEO: RODRIGO MUÑOZ
Aitor Santos Moya

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El 26 de marzo amaneció movido en la Sección de Inspección y Evaluación de los Servicios (SIES) de la Policía Municipal. La curva de contagios y fallecidos por coronavirus se acercaba a su pico más alto , cebándose con las residencias de mayores, convertidas desde el inicio de la crisis en el foco más crítico de la pandemia. Sin tiempo que perder, los 17 agentes que componen la unidad, encargada de detectar anomalías en eventos de gran aforo –entre otras labores–, giraron por completo la actividad para afrontar su misión más arriesgada: evaluar en persona los estragos de la crisis en los centros sociosanitarios e implementar las medidas de seguridad acordadas por el Ministerio de Sanidad.

Hasta el jueves, este equipo había visitado 140 residencias , algunas por partida doble, como es el caso del centro de mayores Ave María (distrito de Chamartín), donde ninguno de los 37 ancianos hospedados presentan síntomas compatibles con el virus: «Aunque no debemos bajar la guardia». La ruta comienza en la Dirección General de la Policía Municipal, en cuyas instalaciones se encuentra el centro de operaciones del SIES. Realizadas las presentaciones -a distancia, eso sí-, el subinspector Esteban Alonso y el agente Julio Córdoba son los encargados de mostrar a ABC las particularidades de una tarea marcada por el afán de seguridad.

Los agentes revisan el material empleado para minimizar los riesgos

Antes de iniciar el desplazamiento, los dos policías revisan minuciosamente el instrumental necesario para abordar la visita. Todo, salvo las gafas de protección, es de un solo uso. Los trajes EPI, las calzas, las mascarillas y los guantes son desechados después de cada inspección . Pero no solo eso. «A la hora de tirar el material lo desinfectamos con agua y lejía y lo metemos en una bolsa», explica el subinspector Alonso, con la premisa de intentar no ser un vector de transmisión del patógeno: «Nuestro trabajo es entrar en las residencias para comprobar que está todo bien y apuntar las necesidades que pudieran tener a fin de subsanarlas. Y para eso, tenemos que asegurarnos de no meter ni sacar el virus».

Bajo esta idea, los agentes suben al vehículo y marcan el punto de destino. «Hoy estamos dos equipos y cada uno suele hacer una media de tres viajes diarios, salvo que alguna de las exploraciones se complique y nos quedemos en dos», puntualiza Alonso, nada más salir del furgón policial. Las actuaciones se dividen en lo que ellos llaman «reconocimientos ligeros o pesados» , según el volumen de contagios, la falta de personal y el resto de complicaciones que se puedan encontrar: «Hace dos días estuvimos en una residencia que precisaba de una sectorización urgente». Es decir, había que dividir las instalaciones en zonas verdes (limpias), rojas (contaminadas) y de transición, destinadas estas últimas a la descontaminación de los trabajadores que deban pasar de unas estancias a otras.

Los miembros del SIES se colocan todos los elementos de seguridad

Para acometer el plan, solicitaron un reconocimiento pesado, en el que participaron la propia Policía Municipal, los Bomberos del Ayuntamiento –tras asumir la competencia que antes realizaba la UME–, Samur y los servicios sociales. «Estas intervenciones han dado unos resultados fenomenales por el descenso de casos , hasta el punto de que en muchos centros no ha hecho falta volver», incide el subinspector, quien destaca la coordinación de todos los Cuerpos implicados en el Plan Territorial de Protección Civil de la Comunidad de Madrid (Platercam), activado el 13 de marzo.

El martes, el Ejecutivo regional informaba de que 5.558 residentes habían fallecido desde el 8 el marzo a causa del patógeno, lo que supone alrededor del 82% del total de decesos (6.782) en este tipo de centros. Un negro balance que no escapa al conocimiento de los miembros del SIES, testigos de la dura situación, insostenible los primeros días. «Nos encontramos un panorama muy complicado, con numerosas bajas entre el personal de los centros y esfuerzos descomunales de los trabajadores que seguían en sus puestos», relata Alonso, consciente de la favorable evolución observada: «El primer día que llegué a la reunión del Platercam lo que más me dolió fue saber que no había ni siquiera una capacidad de trasladar los cuerpos de tantas personas. Por suerte, esa situación se ha normalizado y ya no quedan víctimas sin recoger de un día para otro».

Los dos policías revisan junto a un empleado la situación de la residencia

Frente a la puerta de la residencia, los agentes se colocan los elementos de protección, en una liturgia que conocen al dedillo. Un hombre los recibe y acceden a la residencia, después de introducir las calzas, ya colocadas, en un cubo con líquido desinfectante. El examen, esta vez, transcurre sin problemas: «Ha sido rápido porque han acometido las medidas que les pedimos». Las exigencias son variadas, desde habilitar una segunda sala de descanso para que los ancianos puedan ver la tele o charlar entre ellos manteniendo las distancias, a verificar que los trabajadores cumplen los protocolos establecidos para minimizar cualquier riesgo. «En este caso concreto, el centro recoge individualmente a los empleados, que deben entrar por una puerta trasera, donde dejan la ropa de calle, y permanecer tres días hasta el siguiente relevo», desgranan, todavía «vestidos» de blanco.

En ese punto, los funcionarios limpian los trajes EPI con un fumigador eléctrico antes de quitárselos. Concluido el reconocimiento, los integrantes del SIES muestran su satisfacción por el resultado favorable, algo cada vez más habitual: «Ahora podemos decir que la gran mayoría a las que vamos están así». El problema inicial –corta el agente Córdoba– fueron las numerosas bajas de personal debido a que «muchos se contagiaron» y otros se fueron porque «salió mucha oferta de empleo público para ir a Ifema o cubrir vacantes en hospitales».

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