Conmoción en Chapinería: «No nos podemos creer que la hayan descurtizado aquí»
Chapinería, un pueblo de 2.400 habitantes, sigue conmocionado tras el hallazgo de los restos de Marisa, la mujer descuartizada en el encinar
La entrada de Chapinería se encuentra vacía, desangelada. No hay vecinos que paseen por las angostas calles de acceso a la localidad, resguardada por una bandera de España que ondea ajena a lo que ocurrió el martes entre los árboles del encinar, cuando se encontraron los restos de Marisa, una vecina de 70 años que fue descuartizada a manos, presuntamente, de su yerno y su hija.
La vida, como casi en todos los pueblos, se hace en la plaza principal, la de Eloy Gonzalo, cerca del Ayuntamiento y donde se concentra la mayoría de bares. Un tema ocupa estos días las conversaciones de los residentes, conmocionados y aún no recuperados por el hallazgo de parte del cadáver de Marisa en un lateral del Camino de las Maderas. «No nos podemos creer que eso haya pasado aquí. Todos somos familia, todos nos conocemos porq ue esto es muy pequeño», afirma Julián: «Estas cosas siempre las ves por la tele».
José fue de los más tardíos en enterarse. Su cuadrilla se lo contó el miércoles, cuando salió de su casa para tomar una caña a mediodía. «La mujer no se relacionaba con nadie. La veíamos muy poco y ya solo salía para comprar o dar algún paseo corto», asegura. Paqui le da la razón y apostilla que tenía problemas para caminar, por eso a nadie en Chapinería le sorprendió no ver a la finada durante semanas.
Marisa era como un fantasma en un pueblo de apenas 2.400 habitantes. No hacía vida con los mayores, tampoco tenía amigos entre los residentes, a pesar de que llevaba dos décadas viviendo en el enclave. Pero tanto ella como sus hijas eran conocidas por sus peleas y discusiones. «Se escuchaban gritos e insultos a todas horas, sobre todo desde hace un mes, cuando la hija pequeña volvió a vivir a su casa», explican los vecinos del número 2 de la calle del Pozo Airón donde residía Marisa con África y su nuevo novio, apodado «El Loco». «También ponían música a cualquier hora. Al parecer todos tenían problemas de adicciones y les gustaba el alcohol. Cuando bebían era cuando empezaban los gritos. Alguna vez hemos oído cómo le decía que la iba a matar», dice María, otra de las vecinas de la misma calle.
Fue en el centro del pueblo donde la vieron por última vez hace unas semanas. «Estuvieron bebiendo por las terrazas. De una pasaban a otra. El yerno tenía muy malas pintas, con tatuajes en la cara, y nunca lo habíamos visto por aquí. En todos los bares iba diciendo que le sirvieran y que toda la cuenta la iba a pagar Marisa», coinciden los dueños de varios restaurantes. Nada más se supo de Marisa hasta el martes por la noche, cuando el perro de un vecino encontró un pie que sobresalía de la tierra del Camino de las Maderas.
La septuagenaria y sus hijas, África y Marisa, eran conocidas en Chapinería como «Las Spice Girls». «Aquí todos tenemos un mote, que suele ser el apellido. A ellas se las conoce así por su comportamiento alocado y su forma extravagante de vestir», afirma Paqui. La alcaldesa, Lucía Moya, quiso poner ayer un poco de cordura en la tensión que impera en el tranquilo municipio: «Estamos deseando que pase un poco de tiempo y ver si retomamos la calma y la normalidad».
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