Confusión y enfado tras los primeros controles preventivos: «Es un lío y no sabes por donde ir»

La Policía se despliega en las zonas básicas de salud para informar a la población afectada

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Un policía municipal pide la justificación a un conductor en Puente de Vallecas ISABEL PERMUY/ ATLAS

Aitor Santos Moya y Cris de Quiroga

Salvar vidas a costa de restringir la propia vida. «No es un paso atrás», piensan en voz baja las autoridades, mientras la gente de a pie despierta confusa. «¿Perdone, puedo cruzar al otro lado?», pregunta una señora de avanzada edad en la frontera que separa los distritos de Puente de Vallecas y Retiro. « ¿No tiene usted justificante? Hoy pase, pero el miércoles le multaremos», esgrime, en el primer día de control de la movilidad, un Policía Municipal a un conductor que busca en la guantera de su coche algo similar a una suerte de salvación. «Tengo por aquí el permiso», se justifica. En los barrios y municipios de la región señalados en rojo, que conforman las llamadas zonas básicas de salud, el malestar es evidente. Mientras los negocios temen volver a la lona justo ahora que empezaban a tomar aire, los vecinos, conscientes de la difícil situación epidemiológica, se resignan a las nuevas medidas sin entender por qué a ellos «sí» y al resto de sus coetáneos «no». Demasiados dramas dentro del gran drama: el de un patógeno llamado coronavirus que no parece estar dispuesto a marcharse. No al menos por las buenas.

El control de Puente de Vallecas, el distrito más castigado por el «bicho», es solo uno de los 60 que desde la medianoche de ayer la Policía Municipal ha desplegado en 26 zonas sanitarias de la capital, repartidas en seis distritos: Ciudad Lineal, Usera, Carabanchel, Villaverse, Villa de Vallecas y Puente de Vallecas. «Van a ser aleatorios», explican desde el Cuerpo, en referencia a la versatilidad de las actuaciones: «No se trata de que sean fijos y la población los evite de antemano». Por ello, los agentes podrán moverse cada jornada sin necesidad de dar cuenta a los afectados. No obstante, el objetivo, más allá de las primeras 48 horas de preaviso, «no será tanto el denunciar sino el informar». «Nuestra labor consiste en intentar hacer entender a los ciudadanos que cuanto más tiempo se queden en casa, menor será la transmisión del virus», remarcan en la Policía. Ahora bien, «si existe una regularidad manifiesta, abriremos expediente».

Dos jóvenes, en el parque de Olof Palme (Usera) ISABEL PERMUY

A tenor de lo acontecido, los agentes también van a entrar en los autobuses de la EMT para pedir la justificación a los usuarios. «La gente aún no tiene conocimiento», incidía ayer un agente, cuestionado por el acatamiento de las restricciones respecto al anterior confinamiento. Si bien ahora las medidas no son tan taxativas, lo cierto es que la Comunidad de Madrid, en estrecha colaboración con el Ayuntamiento, ha implementado una serie de actuaciones que todos los residentes deben cumplir. Pese a que los parques han sido cerrados, en el de Olof Palme, conocido popularmente como «el parque del tubo» (en el barrio de Zofío, en Usera, también restringido), todavía ayer se dejaban ver personas de paseo con el perro o en pequeños grupos apostados en un banco. «Nadie nos ha dicho que no podemos estar», apuntaban, indignados en su mayoría por lo que consideran una clara «segregación» de la ciudad.

Municipios sin vigilancia

Fuera de la capital, los ayuntamientos de los otros siete municipios afectados (Fuenlabrada, Humanes de Madrid, Moraleja de Enmedio, Parla, Getafe, San Sebastián de los Reyes y Alcobendas) aún tienen que coordinar los dispositivos para supervisar las restricciones. Salvo en la estación de Cercanías de Parla, donde ayer por la mañana varios policías vigilaban los accesos y preguntaban a los viajeros el motivo de sus desplazamientos, los controles no estaban activos en muchos puntos clave de las once zonas «confinadas».

«Es la misma tónica que el lunes anterior, ni mayor presencia policial, ni controles», aseguraba Juan Carlos Lorenzo, después de conducir su taxi desde la localidad castellanomanchega de Numancia de la Sagra hasta internarse en una de las áreas rojas del municipio de Fuenlabrada. Los vecinos y trabajadores que entraban y salían de la estación central de Cercanías y Metro tampoco se encontraron ninguna barrera, si bien algunos ya tenían preparados los correspondientes justificantes. La mayoría, no obstante, desaprobaba las nuevas medidas y nadaba en la confusión.

La estación de Metro de Fuenlabrada, ayer, sin controles GUILLERMO NAVARRO

«Muchos no nos enteramos de qué zonas son, de qué se puede hacer, es un caos», criticaba Nadia Beta, en la boca del suburbano. «El confinamiento no es justo, no pueden reunirse más de seis personas pero luego tenemos que ir en el transporte y estamos petados», añadía. « Nos tenían que haber tratado a todos por igual, así esto es un lío y no sabes por dónde puedes ir», criticaba a su vez Pasión Escolar, dueña de un bar libre de las nuevas medidas, pero a pocos metros de las vías restringidas del municipio. Una de ellas, la peatonal calle de la Plaza, donde a primera hora un camarero recogía varias mesas de una terraza. «Me he enterado que hay que reducir a la mitad el aforo», explicaba. Pero estaba equivocado, como los trabajadores de los bares vecinos, convencidos de que deben dejar de servir en barra, limitar el aforo a la mitad tanto dentro como en la terraza y cerrar a las 22 horas.

No obstante, la orden publicada el sábado solo restringe el aforo en sala al 75 por ciento y en barra al 50 por ciento, mientras las terrazas pueden mantener el cien por el cien y el horario extenderse hasta las 01.00 horas. Pero ya sigan las medidas correctas o no, las terrazas estaban ayer desiertas. Alma Estrada, empleada en uno de los bares de la calle de la Plaza, lamentaba el panorama: «Mucha gente no viene por la mala información, la ambigüedad de las restricciones. Esto es un frenazo en seco».

Pasión Escolar atiende a una clienta, en su bar de Fuenlabrada GUILLERMO NAVARRO
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