Un día en el centro de acogida de solicitantes de asilo: «Huimos de Colombia por amenazas de muerte»

Andrea y Miguel llegaron a Madrid con sus hijos en noviembre, escapando del régimen de Maduro; Rómulo y Estrella hicieron lo mismo desde Bogotá tras denunciar la corrupción

Bryan, Andrea, Miguel y Dylan, en su habitación del módulo 9 Isabel Permuy

Carlota Barcala

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Juan Esteban sujeta en sus manos una raqueta negra y verde. Su mayor riqueza. Tiene 9 años y algún día le gustaría ser como Rafa Nadal , morder el trofeo del Roland Garros y hacerse un hueco en el olimpo de sus dioses, los tenistas . Pero, de momento, se conforma con vivir en el polígono industrial de Villa de Vallecas , aunque sin dejar de soñar. El pequeño llegó a Madrid con sus padres y su hermano mayor el 20 de noviembre, tras una huida a la desesperada de Bogotá . «Allí teníamos una empresa de entrenamiento deportivo y un club de tenis. Hasta que un día denunciamos la corrupción », cuenta el padre, Rómulo. La denuncia hablaba de «desviación de recursos del Estado ». Él no se dejó comprar: fue a los tribunales y ganó.

«Después de la sentencia comenzó la persecución : nos seguían en moto. Luego, llegaron las amenazas. Huimos de Colombia porque nos amenazaron de muerte a mí y a mi familia», expone el padre en el salón del módulo prefabricado en el que el Ayuntamiento les ha dado cobijo en el centro de acogida temporal para solicitantes de asilo: el número nueve.

Rómulo y Estrella con sus hijos Juan Esteban y Camilo Isabel Permuy

Camilo, hermano de Juan Esteban, es más consciente de la situación debido a su edad: 21 años. Al otro lado del Atlántico tan solo le faltaban dos años para terminar Ingeniería Ambiental , una carrera que espera retomar en Madrid. «Echo de menos a mis amigos, pero sé que el cambio de vida es para mejor», dice el joven. Su madre, Estrella, piensa tan solo en tener una vida «tranquila» y brindarles «buenas oportunidades» a sus hijos: «Darles amor, educación y verlos proyectar sus sueños ».

Comparten piso con Miguel, Andrea, Dylan y Bryan, quien en tan solo tres días ya se ha convertido en el mejor amigo de Juan Esteban. Juntos ven los dibujos, van al parque y corretean por los sesenta metros cuadrados de módulo. La segunda familia es venezolana . Ella, policía; él, trabajador de la Fiscalía. «Nos dieron instrucciones con las que no estábamos de acuerdo y no podíamos decirlo ni denunciarlo, porque allí todo pertenece al Estado», critica Miguel, refiriéndose a la dictadura de Nicolás Maduro : «Querían que hiciésemos cosas fuera de la Ley».

Cuando aterrizaron en Madrid, en noviembre, el Samur Social les buscó una plaza en el sistema de acogida. Ahora, dan las gracias al Ayuntamiento por hacerles «sentir como en casa» al ser una de las 94 familias (96 durante la primera fase, 294 en total) en ocupar el centro de acogida vallecano . «Aquí estamos seguros. Deseo un futuro brillante para mis hijos, que estudien y que nosotros les podamos dar lo que necesitan», pide Andrea. También tiene otra súplica. Si algún día les cambian de ubicación o les dan otro alojamiento, espera que sus compañeros de piso sean la familia colombiana. «Ya somos amigos , no podríamos tener mejor compañía», explica entre risas. «El sentimiento es mutuo», le responde Estrella. Las dos familias ocupan el día a día en ir al parque con los niños, en limpiar la casa y salir a jugar al fútbol con los demás adultos.

Jhonny, con su hija Nycole, vecinos de la caracola 1 Isabel Permuy

Cerca de la valla todavía de obras que señaliza el perímetro del espacio cedido a los refugiados, en la caracola uno, vive Jhonny con su hija Nycole, de 14 años. Venezolanos , él se dedicaba a la refrigeración industrial. «Vine por mis hijos, para poder brindarles un futuro y darle la estabilidad que allí no tenía», indica el hombre. Atrás ha dejado a dos pequeños y a su mujer: «Me hacen mucha falta, pero no tenemos recursos para venir todos. Ellos dependen de mí. Si yo no trabajo, ellos no comen». Jhonny tiene un sueño: que su hija reciba una educación libre . En mayo tienen la cita para conseguir la tarjeta roja: su documento acreditativo de solicitante de protección internacional.

El centro de acogida tiene desde el viernes a sus primeros residentes, familias que llenan de vida un solar, otrora ni siquiera asfaltado, que ha sido levantado en tiempo récord para dar respuesta a una emergencia ya nacional. «Lo principal es que conozcan el centro, el funcionamiento, los días de lavandería y los horarios de comida», expone Gema Polvorinos , coordinadora del centro de acogida y trabajadora de la Fundación Asispa, que ha estado desde el primer momento con las familias. Asegura que la adaptación, durante los primeros días, está siendo buena. «Ya hemos acompañado a algunos a citas y les estamos asesorando en el proceso de solicitud de asilo», relata.

La positividad de Gema la comparte el delegado de Familias del Ayuntamiento, José Aniorte (Cs). «Este centro de emergencia temporal para solicitantes de asilo es, sin duda, un grandísimo éxito de la ciudad . Madrid es una ciudad abierta, una ciudad de acogida y nos hemos estado volcando desde un inicio en apoyar al Ministerio en lo que es su competencia, que es dar apoyo y acogida a estos solicitantes de asilo», informa el responsable del área, quien destaca la capacidad del Ayuntamiento para «generar plazas» para solicitantes de asilo: 450 en ocho meses frente a las «240 que generó el Gobierno de Carmena en cuatro años».

Aniorte señala que, desde que el ministro de Seguridad Social, Inclusión y Migraciones, José Luis Escrivá , tomó el cargo, se ha producido un «cambio» a mejor «para poder trabajar más coordinadamente con el Ministerio. Tenemos una puerta a la esperanza para trabajar más alineados y apoyarles en todo lo que podamos para dar solución a este problema de afluencia de solicitantes de asilo que llegan a Madrid».

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