Religión
Los católicos chinos escapan de su clandestinidad en Madrid
De la persecución a la libertad controlada, el cristianismo chino encuentra su refugio en la capital
En la desembocadura de la calle Gaztambide , a la altura del número 60, la mirada clemente de Santa Rita reposa sobre el grupo de fieles que se reúnen cada domingo a las 17 en la puerta de la parroquia. La escena no es habitual, entre el alboroto del gentío y el chasquido de los besos, resuenan expresiones de alegría ininteligibles. Son chinos, y el amplio pliegue de sus sonrisas responde al alivio de conocer la libertad espiritual tras tantos años de represión.
Desde 1956, la congregación de los Agustinos Recoletos ofrece a la comunidad china la posibilidad de celebrar el culto dominical en su lengua madre. Por ello la iglesia de Santa Rita cada vez cuenta con más fieles asiáticos buscando sitio en los bancos de su planta inferior. Al bajar su escalera de granito, se ve al frente un arco de piedra gris acotado por un chunlián –artículo decorativo de tela roja- que proyecta en mandarín deseos de prosperidad y riqueza e introduce al visitante en una planta elíptica, atípica en las construcciones religiosas. Las amplias paredes representan murales de escenas bíblicas con un fondo azul. Al frente, el altar; caminar por el pasillo central hacia el retablo intensifica el misticismo del lugar.
Tras la puerta de madera del extremo derecho se filtran las notas agudas de la coral y las risas de un grupo de niños que aprenden el catecismo simplificado en amenos cuentos. La hermana Francisca se esmera en redactarlos y adaptarlos a su lengua a la vez que coordina a los seglares que participan en el coro.
Junto con el padre Guillermo, varios sacerdotes de origen chino se esfuerzan semana a semana para hacer llegar el mensaje de Dios a sus conciudadanos de la manera más fiel, con especial énfasis en el período navideño, donde los niños y adolescentes ponen una nota de color al culto apoyándolo con representaciones teatrales y musicales. Los devotos chinos se reúnen en navidad para comer como una gran familia de 400 miembros . La celebración de la liturgia es universal, pero resulta significativo el hecho de encontrar entre la multitud a varios matrimonios occidentales asistiendo al oficio: «Aunque no entendamos lo que dice, transmite. Es una experiencia muy bonita» , confiesa María en un susurro.
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