'Catequesis' popular en la 'levantá' del Domingo de Ramos más esperado
Los Estudiantes, La Borriquita y El Silencio devuelven la Semana Santa con el recuerdo a las víctimas del Covid
Puntuales, los costaleros de la Hermandad de Nazarenos de Nuestro Padre Jesús del Amor en su Entrada Triunfal en Jerusalén tomaron posiciones en el altar mayor de la catedral de la Almudena . Concentrados, guardaron silencio antes de introducirse bajo el trono que sostiene la imagen de Jesús del Amor . Mientras, tras las verjas, en la calle de Bailén, los devotos trataban de hacerse con el mejor sitio para poder ver La Borriquita , en una acera abarrotada una hora antes de que la Puerta Santa se abriese para la primera gran cita del Domingo de Ramos .
La fe volvió a caminar por las calles de Madrid, tras dos años de ausencia de procesiones por la pandemia . Como dijo el cardenal arzobispo, Carlos Osoro, a una cuadrilla de costaleros, la labor de los fieles estaba siendo un «ejemplo de catequesis» por las calles de la ciudad. Los creyentes se reencontraron, entre palmas bendecidas y móviles alzados dispuestos a grabar la salida. A las cuatro de la tarde, todos dirigieron sus cabezas hacia la catedral. Era la hora marcada para que la procesión de los niños –que honró a la forma en la que se conoce debido a la gran afluencia de público infantil – hiciese su aparición. Y no defraudó. «Quiero agradecer por su trabajo a todo el equipo de capataces y costaleros que hoy van a ser los pies del Señor , los pies que purifican las calles de Madrid», afirmó el hermano mayor, Carlos Malarria.
Diez minutos después, la Puerta Santa se abrió. Por primera vez, la Congregación de Nuestra Señora de la Soledad y el Desamparo, junto con representantes municipales –Almudena Maíllo, delegada de Turismo, y Engracia Hidalgo, delegada de Hacienda–, llamaron a la puerta de la catedral para marcar el inicio de la procesión . Un acto que confían que se vuelva tradición.
Por fin, a las 16.20 horas, Nuestro Padre Jesús del Amor en su Entrada Triunfal a Jerusalén (obra de Ramón Martín, de 2013) atravesó la Puerta Santa. «Viva el Señor del Amor», gritó el capataz. Los cofrades aplaudieron y los ‘flashes’ se desataron cuando los costaleros realizaron la ‘levantá’ y enfilaron camino hacia la Calle Mayor, al tiempo que los 75 músicos de la banda tocaban la Marcha Real y ‘Enmanuel’.
Tras recorrer las principales calles del centro –desde Mayor, hasta la plaza de Isabel II, Callao y Carmen– fueron al encuentro de la Hermandad de los Gitanos , que procesionará el Miércoles Santo.
El Silencio cambió de día
Casi a la misma hora, pero en la calle de Atocha, se produjo el estreno más relevante de este Domingo de Ramos, con el cambio de día de la procesión del Silencio , que hasta ahora lo hacía el Viernes Santo. Nació en 1940, y no por casualidad: el objetivo de sus fundadores era revitalizar la Semana Santa madrileña tras los estragos de la Guerra Civil. Hubo otro ‘estreno’: la estación de penitencia por el interior de la catedral de la Almudena .
Nuestro Padre Jesús del Perdón y María Santísima de los Desamparados pasaron por el principal templo madrileño sobre las siete y media, unas tres horas después de su salida.
‘Chicotá’ a ‘chicotá’, la imagen de Jesús atado a la columna y de la Dolorosa bajo palio recorrieron su barrio, el de las Letras, con las calles repletas. Tantísimos nombres propios en el corazón y el alma, los de aquellos a los que les arrancó la vida el Covid en estos dos años sin Pasión. Los feligreses no podían obviar la tremenda situación económica que vivimos, los coletazos de la pandemia ni, por supuesto, las personas que están sufriendo la guerra en Ucrania .
La gran dificultad fue la salida, pues hubo que quitarle las potencias al Cristo , bajo un sol que comenzaba a picar. Sus dos cuadrillas de costaleros se fueron relevando bajo los pasos, el de Cristo bellísimamente ornamentado en color caoba, desde los respiraderos a la canastilla, además de los candelabros . En cuanto a la Virgen de los Desamparados, posee uno de los rostros que mejor reflejan el dolor de una madre por la agonía e inevitable muerte su hijo.
En el Madrid más antiguo, el de los Austrias, la plaza de la Villa comenzó a acoger público pasadas las cuatro de la tarde. La gente trató de abrirse paso entre las angostas callejuelas todo lo que le permitieron los cordones y vallas policiales. No fue tarea sencilla: en la plaza del Cordón no había hueco para nadie más. Todos esperaban la salida del dieciochesco Santísimo Cristo de la Fe y del Perdón y María Santísima Inmaculada, Madre de la Iglesia.
Sentidas saetas
Los nazarenos de Los Estudiantes , con sus túnicas negras y cinturones de esparto, se hicieron esperar unos minutos y no fue hasta pasadas las 18.30 horas cuando abrieron el portón de madera de la basílica de San Miguel. No hubo gritos ni aplausos; el solemne silencio invadió la calle. No hizo falta que se produjese la ‘levantá’ –dedicada este año a todas las personas que se fueron en la pandemia– para que Madrid enmudeciese.
El momento más emotivo, y aplaudido, se vivió cuando la saetera Cristina Soler dedicó unas estrofas a la imagen crucificada tallada por Luis Salvador Carmona. Tras el Cristo, salió la Madre de la Iglesia con la Unidad de Música del Regimiento de Infantería Inmemorial del Rey Nº1, y no volvieron a la basílica hasta el filo de la medianoche, bajo los compases de ‘Amarguras’. Madrid demostró ayer, con la salida a la calle de centenares de personas, que la Semana Santa es, cada vez más, un acontecimiento singular en la capital.
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