Iglesias de Madrid
Beato Manuel González: Una comunidad en construcción
Esta joven parroquia de San Sebastián de los Reyes se encuentra en una caseta, esperando un templo definitivo
El domingo pasado, el Papa le cambió el nombre a esta parroquia . Ahora se llama San Manuel González , el obispo español que para celebrar su nombramiento episcopal invitó a tres mil niños pobres a una fiesta. Un nuevo santo para una comunidad en construcción. Quizá por eso de que los santos edifican la Iglesia y son una novedad permanente.
Más de hora y media en Metro desde la Puerta del Sol hasta los pies de la parroquia, paseo de Gregorio Marañón, San Sebastián de los Reyes , donde Madrid se convierte en una pista de despegue, o de aterrizaje, de la existencia. Mucho tiempo para pensar. El viaje a las periferias. La eucaristía , Ítaca de la fe. La Iglesia en Madrid no está toda hecha, no es toda de piedra de color de historia; también es una Iglesia en caseta de obra, en barracones.
En la puerta del templo improvisado, módulo de construcción, capilla, digna y limpia, me saluda Alonso. «¿Qué opinas de don José María, tu párroco?». «Que es guay». Conchi, su madre, sonríe. «¿Desde cuándo eres amigo de él?», insisto. Alonso se revuelve y deja paso a las ganas que tiene su madre de contarme la historia: «Íbamos un día por la calle y nos cruzamos con don José María, que se paró y le preguntó cómo se llamaba. Y nada más contestarle le dijo que si quería ser monaguillo. Ahora es el jefe de los monaguillos . Fue el primer niño que recibió la primera comunión en el barracón». Conchi, voluntaria de Cáritas, es del grupo de los de la primera hora, como los primeros apóstoles, quienes asistían a misa los domingos entre columpios, a la intemperie. «Pero no te creas –me explicaba-, un año entero estuvimos allí, en el parque, y a la hora de la misa nunca nos llovió. El primer día que estrenamos la caseta, cuando empezó la misa, cayó una tromba de agua que don José María tuvo que parar la celebración. Dios habla así, nos protege».
Entre terrenos pendientes de caricia por una administración pública exhausta, la extensión del colegio público y un centro de negocios varado por la crisis, en la parroquia de San Manuel González –oficialmente así cuando llegue el decreto ya pedido al arzobispado-, todo es frescura. El párroco, don José María Marín , y el vicario parroquial, José Luis Retegui , conforman un presbiterio singular que baja la media de edad del clero en España. Y mucho.
Noelia es madre de tres niños. Llega un pelín azorada porque no sabe si ya han empezado en el grupo, pues es el primer día de catequesis. Aprovecho y le preguntó qué encuentra en la parroquia . «No es una parroquia típica. Es una Iglesia de puertas abiertas desde las ocho de la mañana, y siempre hay gente. Puedes venir el domingo a misa y siempre te encuentras algo nuevo». La interrumpo: «¿Qué dicen de la parroquia tus vecinos que no la pisan?». «Cada vez preguntan más. Yo les digo que desconocen lo que se refiere a la Iglesia. Y les invito a que se acerquen. Con eso basta».
Don José María me señala a un grupo de señoras, de menos que mediana edad, que están rezando. «Son de la Oración de las madres». «Esta iniciativa –me cuenta una de ellas, María–, nació en Inglaterra. Verónica hablaba un día con su cuñada de la necesidad de pedir por sus hijos para que el Señor les acompañe en los problemas a los que se enfrentan. ¿Qué estamos haciendo por nuestros hijos?, se preguntaban. Compartieron esta inquietud con sus amigas y decidieron reunirse una vez a la semana a rezar por sus hijos, por sus maridos y por los sacerdotes. Y ahora ya estamos en medio mundo ». «Vamos –digo–, que ustedes se podrían llamar las Mónicas». «Algo así».
Cena solidaria
Más novedades de una Iglesia que es novedad en un barrio también en construcción: el grupo de los eventos, que son el rastrillo y la cena solidaria. A la última asistieron unas cuatrocientas personas, y parecía una boda. Perdón, cenas para conseguir dinero para la construcción del templo, que ya está proyectado. El inicio está previsto para San José del próximo año. Aunque el párroco no sabe si en la solemnidad de San José o en San José obrero. Añadamos el grupo de los patronos, medio centenar de profesionales, «como la copa de un pino», que se dedican a recabar fondos para la construcción de la parroquia. Tema peliagudo que no hemos tratado. «Aquí seguimos –confiesa don José María– la máxima de nuestro santo: si nosotros cuidamos de Cristo, él nos cuida nosotros. Él es el párroco, le dije el primer día que pusimos el sagrario. Esa es la filosofía del culto eucarístico». «¿Y el dinero para construir un nuevo templo?». «Las papeletas verdes, que siempre tocan», me dice. «Dios no se queda con nada, nos devuelve más de lo que le damos». «Ya, ¿pero el arzobispado pondrá algo?», dejo caer. «A mí. ¿Te parece poco?». Silencio.
Cáritas, que nunca falta. Con un grupo nada desdeñable de voluntarios, reparten alimentos a más de cien familias , porque en el territorio de la parroquia tienen dos bloques de viviendas de realojo. Y, además, han apostado por dos proyectos: uno de alfabetización de adultos y otro de apoyo escolar a los niños hijos de inmigrantes , porque, es verdad, los padres que no saben hablar español no pueden ayudar a sus hijos a hacer los deberes. Por cierto, los alumnos de la Universidad Francisco de Vitoria van a ayudar en estas tareas por las que les dan créditos de voluntariado. Y algunos organizan, para los niños de familias que lo necesitan, fiestas de cumpleaños, con tarta y regalos. Porque los niños de la parroquia, todos, cumplen años.
Puedo seguir añadiendo novedades y sorpresa: la ITV matrimonial, que en la última estuvieron más de cien matrimonios revisando el cigüeñal de la alianza; la catequesis, con más de un centenar de niños de primera comunión; las Marías de los Sagrarios, que estamos en casa de San Manuel González; la asistencia a los enfermos del hospital Infanta Sofía, del que además los sacerdotes también son capellanes; la Adoración al Santísimo; la frecuente bendición de pisos y locales; las horas de confesionario ; la preparación de los adultos que se van a bautizar; las conferencias sobre temas de actualidad; los campamentos de verano…
«Alonso, me voy. ¿Me das la mano?», le digo al monaguillo jefe. «¿Lo has apuntado todo?», pregunta. «Algo me habré perdido, seguro. Es más lo que he vivido que lo que voy a escribir. Ya volveré un día para ver cómo tocas la campanilla en la consagración». San Manuel González, eucaristía, allí donde siempre volvemos .
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