Cartas al alcalde
Coronavirus
Hoy somos unos viajeros de domicilio que añoran la condición de rehenes del estrés, del tráfico de mala leche
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Escribía Cortázar que existen los días entre paréntesis. Y quien habla así de existencia habla de padecimiento. Y en eso estamos, en los días entre paréntesis, que es como decir en la vida entre paréntesis. La reclusión nos deja ver la ciudad desierta , pero en la tele, o desde un balcón, que va siendo el sitio de la promesa de la vida, ahora que no hay vida, salvo un atareamiento de encierro bélico. Si no supiéramos que un día el coronavirus decrecerá de impacto, si nos supiéramos que un día habrá escampado el mal, esta cuarentena en curso sería homicida. El miedo mata, si intuyes que el miedo no se acaba.
La incertidumbre es masiva, pero se conoce que el mal acaba , porque lo avala China, donde ya hacen estriptís de mascarillas. Entretanto, vivimos en Madrid, pero Madrid no es Madrid, sino una ciudad desierta, irreal, colgada del vacío, como una reliquia de postal amarga. Pareciera que se ha puesto a pensar en sí misma, durante un tiempo sin tiempo, libre de vecinos, ajena a los gentíos, que somos todos, silenciosamente. Hay un Madrid crispado, impaciente, ajetreador y casi intratable de cuando ya estamos todos metidos en jaleo, en lo alto de la temporada, bajo los cielos del dulce infierno. Pero ahora hemos sabido que el infierno estaba pendiente de inauguración, y todos hemos pillado un nido de apartamiento, salvo cuatro runners, cuya tontuna es digna de mejor causa. Usted está llevando este calvario con buena mano, alcalde, ahora que Madrid no nos deja ver Madrid . Porque Madrid no es lo que vemos sino una ciudad monumental y monstruosa donde el silencio obedece a los semáforos y cada coche aislado va a ninguna parte.
Qué libertad, qué delicia, qué susto de ánimo pensar en la ciudad como lo que fue hace cuatro tardes, un desorden de cafeterías, un aldeón con sirenas, un poblachón con turistas soleadas. Hoy somos unos viajeros de domicilio que añoran la condición de rehenes del estrés, del tráfico de mala leche, y otras maravillas de una ciudad que siempre tuvo la culpa de todo. Menos de esto. Ojalá vuelva pronto. Todos habremos regresado al sitio donde ahora estamos. Sin estar.