Cartas al alcalde

Campanadas

La Puerta del Sol desierta es la postal del año que al fin se irá, un año donde el susto ha sido un inquilino, y la enfermedad un plan cercano de los azares

La Real Casa de Correos con el árbol de luces de Navidad, en la Puerta del Sol Efe

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Se veía venir. La Puerta del Sol estará desierta cuando suenen las doce campanadas de fin de año . La noticia incluye melancolía, porque ese ritual reúne reloj y público. La noticia incluye vísperas del pasado, porque estas campanadas serán las de tantos años anteriores, cuando había multitud celebrando el año nuevo, a pie del eco de compás de cada campanada. El público no estará, porque quien está es el coronavirus , al que en rigor sólo vemos a menudo en los hospitales y en la morgue .

Las campanadas van a sonar, en principio para nadie, porque ya hemos vaciado la Puerta del Sol de esos gentíos de alegrón que usaban matasuegras de fantasía y una sidra de vaso de plástico , para brindar mirando al cielo. Ni la juerga está, ni está el Madrid de verdad, alcalde, porque la nueva normalidad es una anomalía que no acaba de resultar.

Uno trae hoy aquí el tema de las campanadas sin público porque en esta esquina del periódico gustamos de recoger el sentir del peatón, y el peatón ya nos ha escrito varias veces desde la nostalgia de un Madrid que en Nochevieja fue siempre un campanazo de contento . Venimos viviendo una ciudad casi deshabitada, un Madrid al ralentí, una ciudad que está esperándose a sí misma, porque todos estamos sin estar, y eso se va a ver clamorosamente en esta Navidad , cuando las campanadas suenen para cada casa, y no para la plaza desierta donde el reloj será un solista solitario .

Hemos pasado un agosto anorgásmico, porque agosto es la estación de los cuerpos, salvo este último agosto, y ahora nos toca entrar en enero con la Puerta del Sol desierta , que se corona así como la metáfora de los días de poca alma que venimos padeciendo, y lo que nos queda. La Puerta del Sol desierta es la postal del año que al fin se irá, un año donde el susto ha sido un inquilino, y la enfermedad un plan cercano de los azares. Un año donde hemos abarrotado de ausencia la Gran Vía y tantas otras vías del largo Madrid de nuestras vidas.

Ya asumida la noticia, alcalde, me parece entre bien y muy bien que no haya nadie ahí al pie de las campanadas, en esta Nochevieja, porque a este año de martirio hay que despedirlo tal y como lo hemos vivido, lejos, o muy lejos, como si ya estuviéramos todos huidos al 2021, que ojalá sea lo que soñamos. Hay mucho vecindario de melancolía , alcalde. Que esperar curarse sin moverse del salón.

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