Alcalá de Henares, la alargada sombra del estado de alarma
La ciudad complutense ya no está aislada, pero mantiene las restricciones de horarios, aforos y consumo en barra
![Decenas de personas pasean por el centro de Alcalá, ayer por la mañana](https://s1.abcstatics.com/media/espana/2020/10/11/alcala-centro34-klFH--1248x698@abc.jpg)
El vaivén de restricciones de movilidad ha sumido a Alcalá de Henares en un permanente limbo. La ciudad complutense es la única localidad de más de 100.000 habitantes afectadas por la orden del ministerio de Sanidad –y tumbada el jueves por el Tribunal Superior de Justicia de Madrid (TSJM)– que ha quedado fuera del decreto de estado de alarma, instaurado contra el reloj el viernes tras el citado revés judicial al Gobierno central. Pero ello no libra al municipio de las limitaciones de aforo, horarios y consumo en barra que mantienen los establecimientos de hostelería y restauración, así como las diversas medidas de control que ya afectaban al resto de comercios, lugares de culto o instalaciones deportivas.
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«El mismo viernes por la noche vino la Policía y obligó a cerrar los bares y restaurantes a las once», coincidían ayer Alberto Romero y José Luis Sánchez, dueños del bar Nino y Las cuadras de Rocinante, respectivamente, dos de los restaurantes con más solera del centro histórico. «Pensábamos que podíamos estar hasta la 1, pero resulta que la Comunidad de Madrid ha enviado al Ayuntamiento un documento con todas las decisiones impuestas», añadían, después de reunirse con la Corporación local para expresar su desacuerdo.
![José Luis Sánchez, propietario del mesón Las cuadras de Rocinante](https://s3.abcstatics.com/media/espana/2020/10/11/hostelero-alcala1-k5iF--510x349@abc.jpg)
Lo cierto es que la vigencia de las restricciones, a excepción de la prohibición de entrar y salir del municipio, ha pillado por sorpresa a vecinos y comerciantes, estupefactos por las diferencias de criterio entre ambas administraciones. «El viernes a la hora de cenar esta calle estaba hasta la bola, pero hoy por la mañana hay mucha menos gente», contaba Abraham, en pleno paseo matinal por la Calle Mayor. Pasado el mediodía de ayer, el devenir del principal eje comercial y social de Alcalá –conformado por la propia Calle Mayor, su prolongación de Libreros y la plaza de Cervantes– transcurría a caballo entre la tranquilidad y el desasosiego.
«Otros años estaría ahora la feria medieval y todo esto estaría a reventar», advertían Rosa y María José, sentadas a un lado del monumento a Miguel de Cervantes. Ahora bien, cuestionadas por el número de transeúntes respecto a los días previos al estado de alarma, las dos mujeres –madre e hija– incidían en que no han notado «mucha diferencia». «Alcalá está bastante vacío, estos días atrás seguro que se han marchado muchos a segundas residencias del Gurugú –un cerro situado al sur de la localidad– o a otros pueblos cercanos como Anchuelo o Villalbilla», pronosticaban, convencidas de que el golpe de esta segunda oleada ha sido mucho menor que el anterior: «Yo trabajo de enfermera y no he visto tantos casos (afirmaba la menor)».
![Un turista fotografía a su acompañante junto a la estatua de Don Quijote](https://s1.abcstatics.com/media/espana/2020/10/11/turistas34-k5iF--510x349@abc.jpg)
En la misma línea, Beatriz recordaba que durante los meses de verano sí que se ha visto mucho movimiento. «Pasado el calor y con los nuevos repuntes, ha bajado mucho la afluencia», explicaba esta farmacéutica, consciente de que el miedo masticado en los primeros meses de epidemia ha desaparecido casi por completo: «Todo el mundo lleva mascarilla y está más o menos acostumbrado a guardar la distancia social. Al principio, cuando limitamos el aforo a una persona, algunos nos llamaban “antipáticas”».
El hecho de que la incidencia acumulada haya bajado en la ciudad complutense por debajo de los 500 contagios provocó que el Gobierno de Sánchez no la incluyese en la declaración del estado de alarma. «Estamos en unos niveles de contagios de 400 por cada 100.000 habitantes», afirmaba ayer el alcalde, Javier Rodríguez Palacios, quien, sin embargo, no ocultaba su preocupación: «No hay motivos para estar contentos».