Juan Soto - El Garabato del Torreón

La retórica del insulto

Nos conformaríamos con una elocuencia políticamente ponderada, racionalmente argumentada y gramaticalmente aseada

Convengamos con nuestra admirada Pilar Montes de Oca, lingüista con tanta sabiduría como sentido del humor, en que, puestos a insultar, o se hace bien o no se hace. Lo primero es lo que ella llama «insultar con propiedad», que nada tiene que ver ni con la injuria, ni con el ultraje, ni con el dicterio, sino con la retórica, que es el arte del bien decir y, por consiguiente, una categoría mayor. E incluso hay casos en los que el insulto es consecuencia directa de un afán de precisión científica. En resumen: para insultar no vale cualquiera.

Viene a cuento el exordio porque una munícipe luguesa del grupo gobernante se ha tomado la molestia de anotar algunos de los voquibles con que, por lo visto, la oposición zahiere, un pleno sí y otro también, a la banda de la señora alcaldesa, de marbete psoecialista, que es también el de la afanosa recopilante. El resultado es paupérrimo: «vagos», «ineptos», «chulos», «prepotentes»… Una indigencia léxica que confirma lo que ya suponíamos: entre iletrados y culiparlantes allá que se van los veinticinco consistoriales. Veinticinco, que son todos y ni uno menos. Porque lo que se imputa a los unos es también achacable a los otros, sin nadie que quede fuera del redil o, para ser acordes con la materia, del establo. Lo que pasa es que la descortesía municipal, como la corrupción urbanística, siempre es ajena. Y los compromisos de autoexigencia quedan siempre dispensados de cumplimiento.

Sería del género bobo pretender que un rifirrafe de la alcaldesa Méndez o su portacoz (el copyright es de Forges) con un edil discordante se resolviese en términos equiparables a los que dignificaron las desavenencias entre Quevedo y Ruiz de Alarcón, pongamos por caso. Nadie pide tanto. Ni siquiera aspiramos a los niveles de aquel Alfonso Guerra afilado y viperino. Nos conformaríamos con una elocuencia políticamente ponderada, racionalmente argumentada y gramaticalmente aseada. O sea, el relevo de la tropa.

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