LITERATURA
La primera novela en gallego se reedita 140 años después
Galaxia vuelve a publicar «Maxina ou a filla espuria», de Marcial Valladares, en un volumen que incluye la reproducción facsimilar del manuscrito conservado en el archivo de la Real Academia Galega
Después de tres siglos en el ostracismo de los usos escritos, la lengua gallega inició su Rexurdimento en 1863 con la publicación del poemario «Cantares Galegos», de Rosalía de Castro. Pero aún habría que esperar hasta 1880 para que se imprimiese la primera novela contemporánea de las letras gallegas, «Maxina ou a filla espuria». La obra de Marcial Valladares (1821-1903) volverá a las librerías 140 años después , en una edición especial de Galaxia con la colaboración de la Real Academia Galega (RAG) y la secretaría xeral de Política Lingüística.
El volumen incluye la reproducción facsimilar del manuscrito conservado en el archivo de la RAG y presenta la novela al público del siglo XXI . La reedición de la obra será presentada mañana miércoles en Berres, la parroquia de A Estrada en la que nació y vivió Valladares. En el acto estarán presentes el presidente da Real Academia Galega, Víctor F. Freixanes, el director xeral de Galaxia, Francisco Castro; el responsable de la edición, Xesús Domínguez Dono; el alcalde da Estrada, José López; y el secretario xeral de Política Lingüística, Valentín García.
Aunque Valladares la había escrito diez años antes, «Maxina ou a filla espuria» se publicó por primera vez en 1880. Fue un año clave para el resurgir de las letras gallegas con tres obras importantes: el otro gran poemario de Rosalía de Castro, «Follas Novas»; «Aires da miña Terra», de Curros Enríquez y «Espiñas, follas e frores. Ramiño primeiro» de Valentín Lamas Carbajal. La novela vio la luz en dieciséis entregas en la revista «La Ilustración Gallega y Asturiana» , dirigida por otro de los personajes claves en la recuperación del uso escrito para el gallego, Manuel Murguía. Siguiendo los trazos del folletín, informó ayer la RAG en una nota de prensa, «Máxima ou a filla espuria» narra la historia desgraciada de Otilia de Sancti-Petri, una joven de la burguesía compostelana que es violada en un baile de máscaras y queda embarazada de una niña a la que llamará Maxina. La pequeña será criada por dos campesinos, Inés y Caitán, junto a su medio hermano Ermelio, ahijado de Salvio, el señorito de Rebordán, enamorado y pretendiente de Otilia. El azar folletinesco de la novela, ambientada en los mismos paisajes del Ulla en los que Marcial Valladares desarrolló el grueso de su actividad literaria y lingüística, permitirá acabar conociendo el origen de Maxina y su futuro, descubrir el autor de la violación y proclamar la inocencia de Otilia.
Valladares escribió la novela poco después de acabar l a versión inicial de su Diccionario gallego-castellano, el primer gran diccionario de la lengua gallega que había estado relegada al uso oral durante los siglos XVI, XVII y XVIII tras el esplendor vivido durante la Edad Media. Fue esta la obra que reportó mayor respeto entre sus coetáneos a Valladares, quien también fue gramático y realizó una importante labor de recogida de canciones y refranes . Tras estudiar Derecho, trabajar como funcionario y dedicarse a la política, Valladares se retiró en la década de 1860 a la casa familiar de Berres, donde desarrolló un intenso labor intelectual, que incluyó obras en campos muy diversos, desde la música a la botánica hasta el folklore. Este último es el tema del «Cantigueiro popular» (1867), cuyo texto original también se conserva en el archivo de la Real Academia Galega. La institución custodia además, entre otros documentos, el manuscrito «Composiciones gallegas», una serie de versos compuestos en la década de 1840; y material léxico autógrafo de su diccionario, donados por los hijos de Crisanto Sanmartín Beiroa (1914-2000), quien durante décadas fue o responsable da imprenta de la que salió por primera vez el diccionario. «Él fue, seguramente, el encargado de salvar de la destrucción durante la posguerra estos papeles ahora a disposición de la comunidad investigadora», apunta la RAG.
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