Juan Soto - El Garabato del Torreón
Para que nos lo creamos
En la confección de listas y emplazamientos de candidatos se verá si el joven Pablo va en serio
No basta con revocar la fachada si de verdad se pretende que el edificio recupere su antigua condición de casa común del centro-derecha. No es suficiente con la cosmética y el enjalbegado si resulta que toda ella se sostiene sobre una estructura carcomida, compuesta de vigas apolilladas, forjados herrumbrados y muros de carga filtrados de aluminosis. Por desgracia, de episodios como el de Los Ángeles de San Rafael y de burbujas inmobiliarias los españoles sabemos mucho.
De modo que, una vez exaltado Pablo a la jefatura y relevada la plana mayor del aparato de Génova urge ir a la permuta de aquello que en el organigrama del Movimiento llamaban «mandos intermedios», e ir preparando ya, sin más demora, la regeneración a fondo de cargos institucionales, en la escala que va desde los ayuntamientos a las dos cámaras. Porque, queridos niños, están a la vuelta de la esquina las respectivas convocatorias a las elecciones locales, autonómicas y nacionales, que es tanto como decir que se aproximan jornadas de intrigas, codazos, zancadillas y juego sucio. Conviene estar atentos. En la confección de listas y emplazamientos de candidatos se verá si el joven Pablo va en serio. Será el momento de evaluar la sinceridad de los propósitos que lo animan, las influencias a las que se debe y su capacidad para recuperar la unidad perdida.
Porque, al menos en lo que a Galicia se refiere, tendría gracia que las proclamas de modernización se quedasen en un guateque de pijos o en un cambio de collares para los perros de siempre. Ni paracaidistas, ni cuneros, ni gandules, ni fósiles, ni perennes. Diputados con residencia obligada y rendición de cuenta a sus electores. Será el modo de evitar que, en la provincia de Lugo, por poner un ejemplo, los ciudadanos (incluidos los votantes del PP) se enteren por los periódicos de la existencia de sus representantes en las cortes generales. O del nombre de alguno de ellos por la única actividad de la que existe constancia: asistencia a un almuerzo en homenaje al ex presidente Rajoy. El otro día. En el Nito, de Area. A la elección del restaurante, nada que objetar: la suscribimos. Pero el lector reconocerá que a un diputado en Madrid hay que exigirle algún otro tipo de esfuerzo, no sólo el de sus jugos gástricos.
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