Juan Soto - El garabato del torreón

Una ofensa para todos

«En cualquier ciudad un cementerio como el de San Lázaro estaría protegido. A veces da la impresión de que estamos renunciando a nuestros muertos»

No alguna vez sino muchas hemos escrito sobre el viejo cementerio de San Lázaro, el antiguo camposanto de Mondoñedo , hoy clausurado aunque abierto a visitantes y curiosos. Es uno de los más bellos de Galicia y, sin disputa, el más importante de los de la provincia de Lugo, tanto por la nombradía de quienes en él descansan cuanto por la belleza de sus epitafios y sepulturas, muchas de ellos construidos en mármol de las vecinas canteras de As Sasdónigas, de San Martiño de Galgao, y repartidas en tres sectores escalonados, reflejo de aquella sociedad estratificada y clasista que llevó sus jerarquizaciones hasta la misma tumba.

Allí, en un mausoleo saqueado de antiguos ornatos, reposa para siempre el autor de la música del Himno Gallego, Pascual Veiga . Casi frente a él, su primer preceptor musical, don José Pacheco. Y a pocos metros, Cunqueiro y Victor de Silva y Lence Santar, el de las grandes barbas patriarcales, y Leiras Pulpeiro, aquel de quien se pudo decir que —se lee en su epitafio— «amou a verdade e practicou o ben»...

En cualquier ciudad del mundo, un cementerio como el de San Lázaro tendría consideración de tesoro patrimonial y estaría protegido cuidadosamente por las instituciones públicas. Constituiría, además, un atractivo turístico de primer orden. Pero el estado en que actualmente se halla la necrópolis mindoniense es deplorable. La incuria, el abandono y la dejadez se hacen visibles en todos los rincones.

Fue Cunqueiro quien afirmó que «a patria é a terra e máis os mortos». A veces da la impresión de que los gallegos estamos renunciando a nuestros muertos . Es decir, a quienes nos trajeron hasta aquí y nos enseñaron a ser lo que somos.

Hace apenas un mes volvimos a visitar San Lázaro. Comprendimos entonces muy claramente el doloroso sentimiento que debió embargar a Quevedo cuando vio los muros de su patria, «si un tiempo fuertes, hoy desmoronados».

Una ofensa para todos

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