Juan Soto - EL GARABATO DEL TORREÓN
Pagar con dinero ajeno
Basta un somero vistazo a las columnas del Debe y el Haber del Libro Mayor para escartar cualquier tentación de entregar el voto a un partido que trata a Galicia no solo con disfavor sino con humillación
Afin de evitar arrepentimientos y reclamaciones al maestro armero, conviene prestar atención a las señales emitidas desde los Presupuestos. Porque así como la fortaleza de los amores se calibra en obras y no en buenas razones, la cota de fiabilidad de las promesas electorales (especialmente efusivas en estas semanas previas a lo que se nos viene encima) se gradúa en partidas presupuestarias y no en ofrecimientos y juramentos de campaña.
Basta un somero vistazo a las columnas del Debe y Haber del Libro Mayor, ahora en versión tableta, con que el Gobierno se propone afrontar el 2019 para descartar cualquier tentación de entregar el voto a un partido que trata a Galicia no solo con disfavor sino con humillación. Porque resulta que el dinero que se destina a Galicia es nada menos que un 20 por ciento menos del que le fue asignado en el 2018. Tal rebaja, aun siendo escalofriante, sería inobjetable si obedeciese a una situación financiera de restricción. Pero no parece el caso, porque lo que a nosotros se nos detrae se dispensa a otras comunidades, siempre más favorecidas que la nuestra en el arbitrario reparto de favores de Papá Estado. En ese sentido, habrá que admitir que Cataluña lleva levantándose con el santo y la limosna desde Felipe V y sus inapelables derechos arancelarios, hasta Zapatero y sus ininterrumpidas bajadas de calzones, pasando por el irrevocable amparo con que un emocionado Franco correspondía a la inquebrantable adhesión del pueblo catalán en alardes tan conmovedores como rebautizar de Avenida del Caudillo a la Gran Vía Diagonal. Un amor para nada platónico, sino ventajosamente materializado en un ininterrumpido «plan de estabilización» y en un activo desarrollo industrial propiciado desde el INI con carácter excluyente. Insistimos: no es de extrañar el entusiasmo delirante con que los catalanes acogían la presencia de Franco camino de Pedralbes.
Ahora, la caja registradora sigue sumando. Las sumisas demandas de entonces, sazonadas con la vocación aduladora de algunos catalanes propicios a la rapiña patriótica (la lista va de Cambó a Torra y tiro porque me toca), alcanzan a la hora presente cotas himaláyicas. Separatistas y golpistas envían al Cobrador del Frac al domicilio del señor Sánchez, que es hombre proclive a llevar el cinturón por media pierna. Y el señor Sánchez paga, sí, no faltaba más… pero con el dinero de los gallegos.
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