José Luis Jiménez - Análisis

Mirando a octubre

PP y Marea se convierten en el voto útil en el centro-derecha y el nacionalismo, respectivamente

Encima de la mesa ya tenemos el escenario político con el que Galicia afronta la cuenta atrás para sus autonómicas, en principio, en el otoño de 2016: un PP en retroceso que no sabe si le dará con C’s para aguantar la Xunta, una Marea que crece fagocitando al BNG y dando jaque a un PSdeG hundido en las ciudades y desnortado internamente. Y lejos de despejarse las dudas del tablero gallego, muchas se han acentuado todavía más.

La principal de todas es qué hará Alberto Núñez Feijóo. Los 605.000 votos cosechados en las generales son difícilmente extrapolables a unas autonómicas, porque la figura del presidente de la Xunta tiene un tirón muy superior al de Mariano Rajoy, capaz de acercarse a un electorado no necesariamente simpatizante con la marca PP. Pero vista la movilización en la izquierda, los 655.000 de 2012 no garantizan un resultado suficiente. ¿Se va a exponer Feijóo a una derrota electoral a manos de la izquierda radical? Probablemente eso no se sepa hasta que se dilucide cómo queda la gobernabilidad en España. El PP tiene al menos algunas buenas noticias. En Galicia recupera 80.000 votos desde las municipales, pero aún queda mucho por andar.

Su hipotético socio, ese partido irrelevante que es Ciudadanos —no ha propiciado cambios en gobierno alguno, bien por inacción, bien por incapacidad para conseguir representantes— es una incógnita. La sonrojante campaña de estas generales ha desnudado su endeblez ideológica con Galicia, que no han podido esconder detrás de la televisiva imagen de Albert Rivera. La política-ficción de trasladar sus resultados a autonómicas les daría 6 diputados, suficientes para conformar con el PP una mayoría. ¿Pero qué programa tendrán? ¿Y qué candidatos? ¿Volverán a estar escondidos? ¿Se dignará Rivera a dejarse ver por Galicia?

La decepción del electorado de C’s abre la puerta a un regreso hacia el PP como el único voto útil en el espectro del centro-derecha. Esa condición, la de voto útil, es la que en el extremo izquierdo y bajo la coordenada nacionalista está obteniendo el conglomerado de las «mareas». El votante nacionalista —salvo los nostálgicos— sabe que el BNG es lo más parecido a tirar la papeleta al mar. Hoy la fuerza, la tendencia dominante, está en el «rupturismo», que gana un puesto de salida de cara a las autonómicas, eso sin saber siquiera quién será su candidato o candidata. Visto está que no lo necesita porque la multiplicidad de rostros —aunque en esencia son Beiras, Yolanda Díaz y los alcaldes de Coruña y Santiago— les funciona en las urnas. Del BNG solo se espera la fecha de su rendición, el momento en que con las condiciones menos lesivas posibles entregue las armas y se integre en ese movimiento. O da el paso o estará finiquitando sus siglas.

Y mientras tanto, el PSOE se instala en la complacencia de que estos resultados no son extrapolables. No es una cuestión de datos, sino de tendencias, y la suya es a la baja en los entornos urbanos. Su último problema parece ser la condición procesal de Besteiro. El problema es más de fondo. Pero no lo ven.

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