Luis Ojea - La semana
Ineptitud, narcisismo, propaganda y tics autoritarios
Quien ose denunciar la impericia y falta de diligencia del Gobierno será considerado un facha desleal
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La desfachatez de la izquierda de este país no tiene límites. Todo lo que hacen ellos está bien y todo lo que sale mal es culpa de la derecha. Y oye, se quedan tan anchos. Da igual que hayan llevado a cabo una gestión catastrófica de la crisis de la Covid-19 —imprevisión mayúscula, incompetencia absoluta, improvisación continua e ineficacia supina—. Quien ose denunciar la impericia y falta de diligencia del Gobierno será considerado un facha desleal. Este Ejecutivo de socialistas y populistas suma a su ineptitud extrema un infantiloide narcisismo que repele cualquier tipo de crítica. Y también una peligrosa dosis de autoritarismo.
El derecho a disentir y a expresar con libertad las discrepancias es consustancial a la democracia. En tiempos ordinarios y también ahora. Los ciudadanos hemos asumido que en una situación extraordinaria las Administraciones públicas se hayan atribuido una serie de facultades excepcionales para hacer frente a la expansión de la pandemia. «Una exorbitante utilización del Estado de Alarma», en opinión del nada sospechoso Manuel Aragón, que advierte que «la protección de la salud es una obligación de los poderes públicos, pero solo puede realizarse a través de las reglas del Estado de derecho». Al margen de las dudas que puedan existir sobre si algunas de las decisiones que se han adoptado estas semanas encajan en la figura del «estado de alarma» o si hubiese sido necesario declarar para aplicarlas un «estado de excepción», lo que resulta indiscutible es que, incluso en estas circunstancias tan extremas, la libertad de expresión no ha sido ni puede ser cercenada por un decreto gubernativo.
No, no llevan bien haber perdido la supremacía en las redes sociales ni llevan bien que los ciudadanos denuncien sus errores. Algunas declaraciones públicas de cargos del PSOE y Podemos —y sus franquicias en comunidades como la gallega —pueden inducir a pensar que la izquierda no tolera la crítica. Lo que supondría un peligroso tic autoritario . Lo evidencian las reacciones de socialistas y populistas a cualquier discrepancia, la urticaria que les produce someterse a las preguntas de periodistas o la pregunta introducida por Tezanos en el último CIS sobre una eventual censura de los medios de comunicación. Puede dar la impresión de que a algunos les gustaría imponer la neolengua orwelliana e implantar hoy un Ministerio de la Verdad y mañana otro de la Abundancia.
Ese es el otro factor que caracteriza a esta izquierda. La propaganda. El relato que pretende imponer el equipo de Iván Redondo elude cualquier explicación de la imprevisión del Gobierno —las alertas sanitarias que obvió—, de la incompetencia exhibida —la falta de material sanitario o la compra de tests inútiles para el diagnóstico clínico—, de la improvisación continua —ministros que se enteran por los medios de comunicación de medidas que afectan a su departamento— o de la ineficacia general —España el país con más muertos por millón de habitantes—. En el relato pueril de Moncloa se esquiva cualquier ejercicio de autocrítica . La culpa de todo, no lo olvidemos, siempre será, también ahora, de la derecha.
Como la realidad es tozuda y quien gobierna ahora es la izquierda, el plan de los rasputines monclovitas implica buscar culpables en las autonomías . Por eso Lastra y Echenique disparan contra Díaz Ayuso a pesar de que la Comunidad de Madrid reaccionó a la crisis antes que el Ejecutivo central. Por eso Gonzalo Caballero y Gómez-Reino buscan erosionar a la Xunta a pesar de que Galicia supo anticiparse y adoptar decisiones que permitieron afrontar la crisis sanitaria en mejores condiciones. Sí, los mismos que defienden la errática gestión de Sánchez e Iglesias. Sin pudor. Y además exigiendo una adhesión inquebrantable al Ejecutivo Central.
Esa es otra de las fantásticas ocurrencias. Reeditar los Pactos de la Moncloa. Magnífica idea. Si fuese cierta. El problema es que no lo es. No, la izquierda no busca consenso en la salida a la crisis . Lo que plantea es un chantaje. Amordazar a la oposición y evitar la crítica atándola a sus decisiones. Decisiones en muchos casos equivocadas, fruto de una ideología trasnochada y que ha fracasado ya en muchas otras ocasiones. Sí, hay ministros que no disimulan y admiten públicamente que la crisis sanitaria es una excusa perfecta para imponer su agenda. El drama es que la factura de sus errores la estamos pagando todos.
Por su negligencia a la hora de responder a la crisis sanitaria. Y por su radicalismo y sectarismo a la hora de plantear la salida a la crisis económica derivada de la pandemia. No nos engañemos, están condenando a millones de trabajadores y autónomos a la miseria y al país a la ruina . Sí, la recesión será global, pero en España tendrá una profundidad y duración superior a la de otros países de nuestro entorno. La ineptitud y el narcisismo de este Gobierno nos va a salir muy caro y esa segunda catástrofe no se podrá tampoco tapar ni con tics autoritarios ni con su habitual trilerismo discursivo ni con una avalancha de propaganda.
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