Juan Soto - EL GARABATO DEL TORREÓN
Una gorronería paleta
Alguna vez hemos reclamado desde estas páginas la implantación de un código de conducta para cargos públicos en el que se estableciesen pautas obligatorias de integridad y de urbanidad
Conocemos el suelo que pisamos y los bueyes con que aramos. De modo que pocas cosas hay que nos sorprendan. Pero sentado lo que antecede no queda más remedio que dar la razón al representante de ACE-Esquerda Unida en el Ayuntamiento de Lugo cuando se queja de que, a estas alturas, todavía haya alcaldes y alcaldesas que siguen incurriendo en la corruptela, roñosa y cateta, de repartir entre el gremio de familiares y afines invitaciones de las que evitan pasar por taquilla y, además, se hacen reservar las cinco primeras filas en espectáculos a los que se presume tirón popular.
En Lugo, sí, todavía pasan esas cosas. Todavía los concejales se van por la pata abajo cuando la alcaldesa les pasa un sobre con entradas de gorra para unos conciertos (los del Caudal Fest, verbigracia) que al resto de los contribuyentes les salen a 35 euros la localidad. El chupetín municipal es transversal, ecuménico y polivalente: quien dice concierto dice mesas de cinco tenedores o pernoctas en el Hostal de los Reyes Católicos, en el parador de Bayona o en el Palace, en habitación con vistas al Congreso de los Diputados. Los concejales y las concejalas lucenses (y lucensas, puntualizaría la alcaldesa Méndez) saben de lo que hablamos. Estos sablistas de media tijera ya no se llevan en ninguna parte. El pedáneo de la última parroquia de Galicia sabe que hay cosas que están prohibidas, sino por la ley, sí por la decencia.
Alguna vez hemos reclamado desde estas páginas la implantación de un código de conducta para cargos públicos en el que se estableciesen pautas obligatorias de integridad y de urbanidad. Hay carencias que deberían inhabilitar para el desempeño de ciertas responsabilidades. ¿Alguien se imagina un concejal de economía que no conociese las cuatro reglas? Pues ese tipo de exigencias básicas deberían ser obligatorias en todo la escala jerárquica municipal, desde el/la alcalde/sa hasta los pedáneo de barrio. A ese género de evidencias pertenece el cutrerío rancio y palurdo de las invitaciones, los asientos reservados, las zonas vip y los vales para la peluquería. Tal es la tropa.
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