Política

BNG: Esquerra «a la gallega»

Ana Pontón ha devuelto al Bloque a sus posiciones más duras, alineado en fondo y forma con el secesionismo catalán y vasco

El BNG y sus compañeros de viaje secesionista EFE

Pablo Pazos

El BNG que ayer proclamó formalmente a su líder, Ana Pontón, como candidata a la presidencia de la Xunta, en poco se parece al que se moderó para alcanzar el Gobierno gallego en 2005, en el bipartito con el PSOE. El Bloque de 2020 ha regresado a sus posiciones más duras . Es el que antepone el «reconocimiento de Galicia como nación» y de la «capacidad para decidir libremente su futuro». El de las declaraciones y fotografías junto Arnaldo Otegui y el independentismo catalán. El que compara las decisiones de estamentos oficiales con golpes de Estado y arremete contra las sentencias judiciales poniendo en duda las garantías del proceso. Un Bloque alineado con ERC, JxCy Bildu, subido a la ola del desafío al Estado para absorber los votos a la izquierda del PSdeG, aprovechando la fragmentación y dispersión del sector rupturista.

Este sábado Pontón, en el Consello Nacional que la ungió como cabeza de lista para las elecciones autonómicas del próximo otoño —un mero formalismo:fue la única candidata que concurrió al proceso de primarias—, proclamó que su «proyecto» es el único «capaz de sacar adelante las medidas que necesita Galicia sin tener que mirar a Madrid para pedir permiso ». «Para eso, el BNG tiene que llevar el timón del Gobierno que abra ese tiempo nuevo que Galicia merece», proclamó. Ante los suyos, llamó a echar las redes en la supuesta «mayoría que no se resigna a ver cómo el país [por Galicia] se nos escapa entre los dedos, que sabe que otra Galicia es posible», arengó.

Más allá de este trámite, el Bloque percibe que, con Pontón, dispone de un valor seguro. Una figura de consenso sin contestación desde las bases, avalada por un proceso en el que no hubo votos en contra. La propia portavoz viene pregonando desde hace meses que el partido está fuerte, que van al alza y en remontada. En las últimas elecciones generales del 10-N obtuvieron solo un acta, la de Néstor Rego, pero han sabido exprimirla . El Bloque se valió de la posición de debilidad de Pedro Sánchez  para tensar la cuerda hasta casi el último momento a cambio de su «sí».

Aquel 3 de enero Pontón cogió un avión por la tarde rumbo a Madrid, con el tiempo justo para llegar al Congreso de los Diputados y posar con la socialista Adriana Lastra, ambas estampando su firma en el « acuerdo de investidura » PSOE-BNG;y presumir en los telediarios de la noche de haber logrado el compromiso de que Moncloa dará luz verde a la transferencia a Galicia de la AP-9 . El Bloque consiguió colar también en la docena de puntos del texto varias cuñas de rancio sabor nacionalista. Ya en la primera página, tras proclamar que se avanzará en el «refuerzo de la capacidad de decisión del autogobierno», se habla de «adecuar la estructura del Estado al reconocimiento de los sentimientos nacionales de pertenencia», se incluye a Galicia en el mismo «pack» con País Vasco y Cataluña, y se plasma que «cualquier modificación de la estructura territorial del Estado asegurará a Galicia el mismo estatus». No falta un apartado de «apoyo a la lengua gallega», con mínimas dádivas de los socialistas.

Socios preferentes

En medio del gran caballo de batalla, la negociación con Esquerra, para el PSOE no supuso un gran esfuerzo sumar al BNG a la lista de partidos a los que brindar promesas a cambio de cerrar la investidura de su candidato. Un mal menor teniendo como socio al secesionismo catalán. Tampoco en Galicia le supone mayor problema al PSdeG caminar de la mano con los nacionalistas en Diputaciones y ayuntamientos, instituciones en las que han operado como socios preferentes. La preocupación queda para otros. En el PPlamentan que Sánchez, de alguna forma, sea «rehén» también del nacionalismo gallego, de un Bloque que quiere, advierten, «esquerrizar» Galicia .

Lo cierto es que el viraje hacia un perfil más duro no es nuevo. Los cimientos ya quedaron sentados hace años. En 2017 el BNG presentaba la que habría de ser su hoja de ruta, que denominaron « bases democráticas para una nueva Galicia ». No se trató de un documento más:vendido como un momento cumbre, de los más señalados «en las últimas décadas» para el devenir del partido, venía a poner negro sobre blanco el afán por construir en la Comunidad un «Estado soberano»;por lograr la desconexión con el modelo constitucional vigente, a imagen y semejanza del secesionismo catalán. Pontón habló entonces de «momento histórico», pero más elocuente que el recurso a la fanfarria rimbombante resultó la apelación a que Galicia «no se baje del tren de las naciones». Traducido a lenguaje llano, el BNG dejaba muy claro que esperaba ser ese pescador que, con el río revuelto, echa la caña a la espera de poder sacar beneficio.

El Bloque no es el PNV, un partido totémico en el País Vasco que, si bien pregona su afán por obtener un «estatus» diferencial, que lo reconozca como «nación», mide los tiempos —más con Urkullu que con Ibarretxe— y no se lanza en pos de aventuras imposibles. En ese «tren de las naciones», el Bloque viaja en el vagón de Bildu y ERC . No solo en lo meramente ideológico. También en lo pragmático. En 2014 formó coalición para las europeas con el partido heredero de Batasuna, con el resultado de un eurodiputado que compartieron Ana Miranda y el vasco Josu Juaristi. En 2019, con el denominador común de Ahora Repúblicas, ambas formaciones sumaron a Esquerra en una jugada que les deparó tres actas en el Parlamento de Estrasburgo.

Lo que podía verse como un movimiento para tener opciones de ingresar en la institución europea ha tenido amplia continuidad en otros formatos. El más llamativo, el pasado mes de octubre, bajo el epígrafe « Declaración de la Llotja de Mar ». El BNG salió en los periódicos de todo el país en la misma foto que Bildu, Esquerra, Junts per Catalunya, CUP, Esquerra Valenciana y MÉS(Baleares). No acudió, precisamente, el PNV. Olalla Rodil, en ausencia de Pontón, posó con Otegui, Pere Aragonès o Marta Vilalta. Luego todos estamparon la firma en un documento que reivindica el «derecho de autodeterminación de los pueblos y la libertad de los presos y presas políticos, y el retorno de los exiliados», en la jerga clásica del secesionismo.

Radicalidad

La alineación con los partidos que postulan el desafío al Estado por parte del BNG no admite fisuras. El tono es de radicalidad y confrontación . Cuando se divulgó la sentencia con las penas para los líderes del «procés», emitió un comunicado suscrito por su Ejecutiva nacional, expresando su «absoluto rechazo» a la decisión adoptada por unanimidad por los magistrados del Tribunal Supremo. Aquel día el nacionalismo gallego arremetió contra el estamento judicial mediante una ristra de descalificaciones que ponían en la picota la independencia y solvencia de los jueces y del proceso que afrontaron Oriol Junqueras y compañía.

De un lado, el BNG tachaba la sentencia de «injusta y desproporcionada», «fruto de un juicio político», y de otro, aseguraba que los políticos que capitanearon el desafío secesionista estaban «sentenciados antes de comenzar», pues no gozaron, a su parecer, de «un juicio justo, imparcial ni desarrollado con las mínimas garantías». La dialéctica recuerda a la de hace poco más de una semana, cuando la Junta Electoral Central decidió inhabilitar a Quim Torra como presidente de la Generalitat. Entonces fue el diputado Néstor Rego quien salió a la palestra para denunciar lo que consideraban « un auténtico golpe de Estado político » y un «despropósito» jurídico.

Con la vista puesta en las elecciones de este año, el Bloque se ha retratado en el Parlamento autonómico reclamando medidas que arrinconen el castellano en la educación o confrontar con el Estado por la deuda. En el Debate sobre el Estado de la Autonomía, Pontón recetó «Menos Madrid y más Galicia»: no depender del Estado para recaudar o en la tarifa de la luz. Nuevo «estatus», en definitiva. Un abandono de las posiciones más moderadas como tarjeta de presentación, más el aval de las promesas hechas por el PSOE a cambio de investir a Sánchez. «En un mes el BNG consiguió más para Galicia que él [por Feijóo] en un año», alardeaba ayer Pontón, quien con estas cartas aspira a que su formación, hoy con solo seis diputados en la Cámara gallega, vuelva a ser un actor protagonista.

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