Emigración
Emprender sí, pero en casa
Siete mil retornados recibieron en 2019 ayudas de la Secretaría Xeral de Emigración para iniciar negocios en Galicia
Volver a casa nunca es una tarea sencilla, menos aún cuando se tiene la idea de empezar de nuevo. Las dificultades económicas decantan la balanza, en ocasiones, hacia la emigración. Muchos optaron por salir de las fronteras gallegas, como es el caso de Manuel Tanoira, que se marchó a estudiar a Valencia porque, entre otros motivos, «le gustaba viajar», tal y como advierte él, y volvió años después a su Vilagarcía de Arousa (Pontevedra) natal para crear su propio estudio de arquitectura. Él, después de haber vivido en Colombia durante seis años, es solo uno de las 25.000 personas que volvieron a Galicia a lo largo de la última legislatura para emprender una nueva vida profesional , pero en casa. Otros, como Naya de Bravo, natal de Venezuela, visitaron la tierra de sus padres y no pudieron evitar quedarse prendados de Galicia, y comenzó en Noia una nueva vida.
Tanoira y De Bravo no se conocen, pero sus puntos en común hacen que sus historias casen a la perfección. Ambos decidieron abandonar su vida anterior, en América, dejar sus costumbres y sus inseguridades y asentarse en Galicia, una tierra que guarda gran parte de su historia.
«Fue la crisis del ladrillo», tal y como Tanoira matiza, la que le impulsó a viajar a Latinoamérica nada más terminar la carrera de arquitectura. Allí conoció a la que ahora es su esposa. Su vida en Bogotá, cuenta, era feliz, tanto a nivel personal como profesional. En la capital colombiana impartía clases en varias universidades y, además, trabajaba en unas oficinas importantes de la ciudad. «La experiencia fue muy enriquecedora», reflexiona.
Algo cambió para el gallego un día, tras seis años lejos de su casa: «Llegó el momento de decidir si queríamos pasar el resto de nuestra vida en Colombia o si queríamos volver a España» , reconoce Tanoira. Decidieron, en enero de 2019, que la vuelta a la provincia natal de él era el lugar perfecto para empezar una nueva vida. «Fue una intuición», asume.
Profesionalmente «no fue sencillo», pero el arquitecto confiesa que en Galicia pudo convertir en realidad uno de sus sueños: «La idea primera cuando salí de la carrera era tener mi propio oficina de arquitectura».
Pero sintió que era el momento perfecto para cambiar de aires. A pesar de las circunstancias propiciadas por la pandemia, se muestra feliz de haber vuelto a casa porque «las cosas van despacio, pero funcionan bien», sostiene el arquitecto gallego.
Feliz de su llegada a Galicia también se siente De Bravo. Vivía en Miami cuando decidió mudarse a la tierra natal de su padr e. Su familia vivía en Noia (La Coruña), y quería saber de dónde venían realmente sus raíces. Sin pensarlo mucho, decidió, junto con su marido, pasar un verano en el municipio coruñés. «Cambiar de aires, pero por un tiempo determinado», explica.
Su vida en Miami era feliz, pero el estrés que les ocasionaba el ámbito laboral terminó por desencadenar algo que no se hubieran imaginado: «Nos trasladamos a Noia y empezamos a buscar trabajo», constata. La búsqueda no fue sencilla. Las ofertas escaseaban pero, lejos de olvidar sus sueños, decidió buscar un nicho de mercado , un proyecto ambicioso para poder instalarse definitivamente en Galicia. Y terminó por encontrarlo.
Hace dos años y medio, apunta, se dio cuenta de que no había tiendas de productos fermentados. Así que se puso manos a la obra, en busca de nuevos proveedores y aprendiendo de las virtudes de la tierra gallega. Todo ello lo disfruta y aprende desde una pequeña casa de piedra, en la que cobija los productos fermentados hasta que estén listos para su comercialización. Haber podido levantar esa casa, en Noia, hace que otro de sus sueños se convirtiese en realidad. Ahora está feliz de haber venido a la tierra de su padre. La naturalidad de la gente y las nuevas amistades que hizo a lo largo de este tiempo hacen que el cambio haya merecido la pena. «Yo aquí no tenía ningún camino recorrido, no era nadie. Pero cuando llegué, sin yo haberme criado aquí, me sentí una más dentro de la comunidad tan bonita que conforma Galicia», relata.
Otro de los puntos que tienen en común estas dos historias es que ellos, al igual que otras 7.000 personas a lo largo de 2019, solicitaron una ayuda que ofrece la Xunta , puestas en marcha por la Secretaría Xeral de emigración, y que apoyan la vuelta de los emprendedores. «Fueron un desahogo, porque los gastos nunca terminan», reconoce De Bravo. Estas ayudas están dotadas de una cuantía fija, de 5.000 euros, ampliables hasta los 8.000, fueron, para el arquitecto, «una manera de poder crear la hoja de ruta de mi nuevo estudio con tranquilidad, pudiendo crear nuevos objetivos».
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