TRIBUNALES
La acusada de matar a su hija en Muimenta «durmió de un tirón» la noche posterior al crimen
Los sanitarios que la atendieron confirman que tenía «un nivel de consciencia máximo»
La presunta filicida de Muimenta: «Mi hija es lo que más quería, no me creía que estuviese muerta»

La noche siguiente al fallecimiento de su única hija, la madre de Desirée Leal «durmió del tirón» . Lo reveló este martes en la segunda sesión del juicio por el crimen de la pequeña el novio de la acusada, que pasó esa noche a la vera de su cama en la planta de psiquiatría del Hospital de Lugo. Allí, confesó, Ana Sandamil le dijo «que se terminara todo» y le preguntó «si sería ella la que la había matado» . El estado mental de la acusada en los días que rodearon al fallecimiento de la menor centró buena parte de la jornada, con una docena de testigos que ayudaron a perfilar cómo estaba la mujer antes, durante y después de los hechos.
Sobre las semanas previas, todos coincidieron en que su forma de ser había cambiado de forma drástica, lo que tenía muy preocupada a su madre, que incluso «le buscó un psiquiatra en Coruña». «Yo notaba que no era ella. Se levantaba por la noche, abría la ventana y sacaba la cabeza fuera, tomaba mucho café, decía que oía ruidos ...». Otros testigos, de su círculo familiar, describieron a una mujer «deprimida», «más obsesionada con las cosas» y «nerviosa». Pero, insistieron, nada que hiciese presagiar que esta «madre ejemplar» podría querer atentar contra la vida de la pequeña de siete años . Incluso una tía de la enjuiciada reconoció que su madre le contó que «tenía que cerrar la puerta de la habitación para dormir».
La descripción de cómo se encontraba Sandamil minutos después del hallazgo del cadáver de su hija la hicieron los técnicos sanitarios que se trasladaron a la casa para intentar socorrer a la menor, y también el médico y la enfermera movilizados cuando la procesada se tomó un blíster de pastillas. «Cuando llegamos, ella estaba arreglada, sentada en el sofá, y respondía a nuestras palabras correctamente. Hasta supo decirnos su número de DNI y de la tarjeta sanitaria sin ningún problema, algo que no mucha gente se sabe» indicó la enfermera que la atendió. El médico, corroboró sus palabras: «Tenía conciencia plena en aquel momento, presentaba unos rasgos psicológicos totalmente normales y un nivel de consciencia máximo».
Después de su ingreso hospitalario , y tras un desplazamiento en ambulancia en el que se mostró «colaboradora» y plenamente orientada, Sandamil empezó a recibir visitas de sus familiares. Ellos describieron ayer a una persona ida por momentos, que «no se creía que su hija estuviera muerta». Tanto es así, afirmó su tío ayer en Sala, que a su padre «le pidió que sacase una foto de la niña en el entierro para verla muerta porque como no podía ir al entierro, para verla. Ella no se creía que estaba muerta» . Su esposa, también tía de Sandamil, ahondó en la misma idea: «Ella insistía en que quería ir al entierro de la niña y que el padre le hiciera fotos porque no se creía que estaba muerta. Dijo que investigasen lo que había en las botellas. Estaba enamorada de esa niña », declaró ante el jurado popular encargado de determinar la participación de la madre en el crimen y si actuó bajo un brote psicótico, o no.
Una de las intervenciones clave para descubrir si la acusada era consciente de lo que hacía o no fue la de su otro tío, un ganadero con el que trabajó encargándose de la contabilidad de la granja. A preguntas de las acusaciones y de la defensa, el hombre aclaró que las búsquedas de veneno que se le achacan a la madre en los días previos al crimen las pudo realizar él , que «cuando llovía» cogía la tableta de Sandamil para buscar «cosas relacionadas con el campo», caso de la estricnina, un veneno para roedores prohibido «pero del que sí se pueden hacer consultas, aunque no sea para comprarlo», aclaró el testigo. En este punto de su declaración, la juez tomó la palabra para repreguntar por primera y última vez en el desarrollo de la sesión. Quería saber si el hombre conocía la clave del dispositivo, a lo que respondió negativamente, y si junto a esa búsqueda de veneno deberían figurar otras más: «Imagino que sí», dudó.
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