Tribunales

La presunta filicida de Muimenta: «Mi hija es lo que más quería, no me creía que estuviese muerta»

La acusada por la muerte de su hija de siete años en 2019 declara que meses antes del crimen «escuchaba golpes y voces en mi cabeza», pero niega recordar nada de la noche de los hechos. El padre revela que quería solicitar la custodia compartida de la niña

La acusada por el crimen de su hija, ante el tribunal EP

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Contra todo pronóstico, Ana Sandamil, la madre acusada de la muerte de su hija en Muimenta en 2019 , tomó la palabra en la primera sesión de juicio. Vestida con una sudadera color gris y con voz lánguida, la procesada fue tejiendo un relato exculpatorio a través de las respuestas que ofreció tanto a la fiscal del caso, como a las acusaciones personadas y a su propio abogado. A lo largo de dos horas y media, Sandamil dibujó una vida idílica al lado de su única hija , la pequeña Desirée, de siete años. Habló de los juegos que compartían, de lo unidas que estaban y de la vida plena que la menor disfrutaba «yendo a todas las actividades que quería, incluso contra la opinión de su padre» indicó. «Yo jamás le haría daño a lo que más quería, de hecho fui yo quien siempre la crió lo mejor posible y le di pecho hasta los tres años. Comía de todo, se vestía, se preparaba...» afirmó la acusada con la voz quebrada por momentos.

Hasta en tres ocasiones negó Sandamil que hubiese acabado con la vida de su hija asfixiándola, tal y como evidencia la autopsia. Ni siquiera reconoció las búsquedas de veneno que en días previos a la muerte se realizaron desde su tableta, achacándolas a que su tío es ganadero, «trabaja en el campo» y pudo haber buscado la estricnina en Internet para «saber qué era». De la noche de autos, que centró buena parte del interrogatorio al que fue sometida en la Audiencia provincial de Lugo, la mujer declaró no recordar «nada». « No tengo recuerdos de esa noche, ni de la noche anterior . El primer recuerdo del día siguiente que tengo es levantarme e ir a la cocina, preparar el café, comer una manzana y salir a la galería a fumar. Allí estuve un cuarto de hora» afirmó. Fue después cuando regresó al dormitorio que compartía con la pequeña y se topó con su cuerpo «tirado en el suelo boca abajo». « Pensé que se había caído, la cogí, la metí en la cama e intenté reanimarla . Fui a la habitación de mi madre a decirle que le había pasado algo y me dijo que qué le había hecho, me pidió que me vistiese y llamó a la Policía y les dijo que había debido matar a la pequeña y yo le dije que no», expuso a preguntas de su abogado y ante los nueve integrantes del tribunal popular encargado de juzgarla.

De los momentos posteriores al hallazgo del cadáver también reveló que «fue cuando pensé que si no estaba mi hija no quería estar yo y cogí las pastillas, las machaqué y las tomé. Machaqué un blíster por lo menos, después subió mi madre y empecé a encontrarme mal y me dijo que qué había hecho y me hizo vomitar en su habitación». Este intento de suicidio fue utilizado por la defensa como muestra de que no existió voluntariedad en el crimen, lo que en su opinión refuerza la hipótesis del brote psicótico que libraría a su defendida de la prisión permanente revisable. «Fuera de la patología mental no hay ninguna explicación posible porque su hija es lo que más quería, por eso cuando le dicen que causó la muerte de su hija intenta suicidarse . Imagínense la situación en la que se encuentra », se dirigió al tribunal ciudadano.

Una versión opuesta es la que comparten las dos acusaciones —la particular del padre y la popular de la Fundación Amigos de Galicia—, además de la propia fiscal. En bloque, sostienen que Sandamil era consciente en todo momento de lo que hacía , y que el trastorno mental que padece solo le provocó una «afectación parcial». En palabras de la Fiscalía en su argumentario: «Distinguía entre el bien y el mal; la muerte no fue algo repentino, sino planificado. No se muevan por pena, porque nadie tuvo compasión por Desirée aquella noche ».

Después de dos meses ingresada en la planta de psiquiatría del Hula, y tras dos años en la enfemería de la prisión a la que fue trasladada, la presunta filicida se refirió en distintas ocasiones a las alteraciones mentales que sufrió unos meses antes del crimen. «Me compré otro teléfono porque estaba obsesionada con que me espiaban. Oía ruidos raros en la cabeza e incluso vino mi pareja a dormir conmigo porque escuchaba ruidos. Con el tiempo fui a más. Se volvían como en mi contra, estaban todos contra mí», afirmó sobre su padecimiento. Este supuesta confusión también la trasladó a las horas y los días siguientes a la muerte de su hija: «No tomé consciencia de que mi pequeña había muerto, pensé que no era verdad, que iba a volver a casa y estaría allí. Para mí la niña no estaba muerta, yo solo quería salir y llegar a casa y verla . Pero todo el mundo me empezó a decir muchas veces lo mismo y que no me dejaban ir al entierro y yo pensaba que si estuviera muerta me dejarían ir».

La primera sesión del juicio, que se extenderá hasta el próximo día 14, recogió también la declaración de la abuela de la niña, que dio cuenta de que el comportamiento de su hija había cambiado de forma radical desde cinco meses antes del crimen. «Decía que la perseguían y eso» , señaló. También indicó, contradiciendo a su hija, que en el momento del hallazgo del cuerpo acusó a su hija de la muerte, incluso al hablar con los servicios de emergencia. «Me enteré porque mi hija vino a la habitación y me dijo ‘morreu a Desi’» afirmó en contra de lo que su hija había declarado dos horas antes al señalar que le dijo que «le pasaba algo». «Me acuerdo de ver un poco de sangre en una manga del pijama . Cuando fui a buscar el teléfono le dije que si había matado a Desi y ella me dijo que no» señaló ante el tribunal.

Una botella marrón

También declaró haber visto «una botella muy marrón» en la mesilla de la habitación, una cuestión sobre la que Ana Sandamil anotó que unos días antes de la muerte había deshecho su medicación —trazodona— en una botella de agua para suicidarse. Según la tesis de las acusaciones, Sandamil obligó a la pequeña a beber este brebaje , lo que explicaría las manchas de líquido que se encontraron en la pared de la habitación y en el cabecero de la cama. También dijo no saber quién ocultó el pijama de Sandamil debajo de la cama de la habitación, donde la Policía Científica lo localizó con restos de sangre de la niña. «Yo no toqué nada» aclaró.

La jornada sirvió, además, para trazar la relación entre los progenitores de la menor. La abuela explicó que su hija fue maltratada verbalmente y dejó en el aire si también lo había sido físicamente. «Tampoco le pagaba la pensión, ni los libros, ni los materiales, ni nada», declaró la mujer, que manifestó que nunca le reclamó ese dinero al padre porque «no se atrevía porque le tenía miedo» . Sobre su relación con la niña advirtió que «su madre tenía mucho miedo de que le pasara algo a la Desi e incluso se agarraba a ella para que no fuese a excursiones».

La ronda de declaraciones prosiguió con el testimonio del padre de Desiréé, José Manuel Leal, que protagonizó algunos de los pasajes más duros del día. En su intervención, el progenitor explicó que debía recoger a la pequeña el día de su muerte a las 7 de la tarde, pero «me llamó el abuelo a las 9 de la mañana para decirme que Desi estaba muerta». «Mi niña salió en una bolsa de plástico y después ella andando por su pie. Si llego a ver a mi hija cómo estaba, este monstruo que está aquí detrás no llega al hospital », manifestó ayer a pocos metros de la presunta verdugo de la pequeña. A preguntas de las partes, Leal indicó que estaba planeando solicitar la custodia compartida de la menor. El juicio se retomará este martes con la declaración de una docena de testigos.

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