Coronavirus Galicia

Bar de pueblo, bar de ciudad: dos formas distintas de afrontar la pandemia

En el rural gallego se permite el consumo en barra y hay reuniones de hasta cinco personas

Un cliente en el Bar Colmado O Mosquero en Vedra MIGUEL MUÑIZ

David Gómez

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Hay diferencias, pero parecidos entre un bar en Vedra y uno de Santiago. Sí los dos son un establecimiento donde se consumen bebidas, pero son dos mundos diferentes. A pesar de que ambas localidades están separadas por pocos kilómetros y minutos, aunque por un peaje que hace de barrera separadora. Pero la diferencia de ser una ciudad, con un nivel de restricciones mucho mayor, y una localidad eminentemente rural se nota. Y mucho. Por una parte se nota en que en la taberna Mosqueiro se conoce a los clientes por el nombre . Es casi un apéndice de casa para esas personas. En Santiago cada uno va más «a su rollo». Por decirlo rápidamente. Y con la diferencia de restricciones que pesan en cada concello, las comparaciones son abismales.

Porque en Vedra sigue permitiéndose en los bares las reuniones de hasta cinco personas que no sean convivientes . Aunque haya dudas. Ya no saben bien qué restricción hay en cada lado con el lío de medidas actual. Es normal. Pero en Santiago los bares se reducen a las terrazas, que solo pueden estar ocupadas por los convivientes. Y de momento, por lo menos, la mayor parte de los días está haciendo algo de sol y no demasiado frío para disfrutarlas. Aún no es época de estufas. Esto permite poder liberarse, aunque sea con convivientes. O con uno mismo, si no se convive con nadie. Ahora las conversaciones en la ciudad, si son en casa con esos convivientes, por whatsapp con el resto de amigos y familiares, es sobre si se ha visto a gente sospechosa de no ser conviviente compartiendo mesa. «He visto a convivientes sospechosos», escribe una amiga por whatsapp . Eso en Galeras, otro barrio de Santiago. El periodista, de paseo por la ciudad, también detecta cosas extrañas en su autoimpuesta labor de policía a cargo del cumplimiento de las restricciones del coronavirus.

Roberto, estudiante de doctorado, está sentado en la terraza del Seu, un bar principalmente al que acuden estudiantes situado en pleno corazón del campus sur compostelano. Justo sentado en la terraza, después de comer, con su café, le llega un SMS de la USC invitándolo a participar este pasado jueves en el cribado de toda la comunidad universitaria. Irá. Roberto es responsable. Y también una persona que lleva «como puede» todo esto, que es lo más positivamente que uno puede llevar esta situación. Todo a pesar de echar profundamente de menos a su gente, las medidas. El otro día, cuenta, bajó a la calle simplemente a tomar el aire al terminar su jornada. Pequeños alivios, como el de caminar , que parecía una actividad reservada a los jubilados e incluso de mofa, que se han destacado como básicos desde el fin del confinamiento de marzo a junio. Poco le duró el paseo, afirmó, porque se puso a llover. El gafe de este 2020 está escondido en todas las esquinas, pero también en las nubes.

Manuel, en Vedra, más mayor que Roberto, recuerda la necesidad de «resguardarse» en casa, aunque también de poder desconectar un poco con un vino. Tinto, concretamente. En la televisión, el National Geographic. En el SEU, en Santiago, son más de Risto Mejide y su «Todo es mentira». Lourdes es la responsable del Mosqueiro, donde antes servía cocidos para decenas de personas. Ahora ya no hay cocido. Si es para cinco no compensa. Ve a los clientes «fríos». Se queda ahí, pero no sería de extrañar que además de los ya muchos meses a las espaldas de confinamientos, medidas, restricciones, aislamientos, PCR y las vacunas que no llegan tampoco ayuden los gritos y salidas de tono y de comportamiento de los que se sientan en Congresos, Parlamentos, Senados, ruedas de prensa y fiestas. A pesar de la limitación del aforo, no presenta mal aspecto este bar en la mañana del miércoles. En la del jueves las terrazas del Ensanche compostelano, el corazón de la ciudad, que late con fuerza durante las horas laborables de los días de semana, también presentaban un buen aspecto. Esas horas en las que ya se comienzan a mezclar los desayunos de café y tostada con las primeras cañas y los primeros vinos de la jornada.

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