Alberto Varela - Crónicas Atlánticas
Chapuzas
La megalomanía de Caballero puede poner en peligro la oportunidad de que Vigo lidere el diseño territorial del futuro
Dicen que el hombre es el único animal que tropieza dos veces con la misma piedra, y a los partidos parece que puede pasarles lo mismo. Aún no se han solucionado los problemas derivados de aprobar un Plan General de Ordenación Municipal con errores jurídicos —se puso en peligro incluso el crecimiento de la Citroën— y el gobierno local de Vigo ya se ha metido en otra: el Área Metropolitana parada cautelarmente por un juzgado por posibles defectos en su constitución.
¿No podía preguntarle Abel Caballero a María José Caride por los efectos de las prisas? Podría haberle advertido, porque lo saben bien, de que es mejor hacer las cosas bien que rápido, y que los aplausos se convierten en reproches cuando un juez le tira a uno de las orejas por ser un chapucero. Sobre todo si eres el alcalde de la primera ciudad de Galicia en población.
Da la impresión de que algunos políticos no acaban de entender la importancia de diseñar correctamente el engranaje jurídico que tiene que sostener la política municipal, porque de lo contrario todo lo que se construye son castillos de naipes que se caen con el primer temporal del Nordés que venga por el Atlántico. El «ti vai facendo» fue en el pasado muy típico, y podría tener cierta justificación en los municipios rurales sin demasiados medios, pero no en Vigo, donde uno se pregunta a qué se dedican los asesores fichados por el ayuntamiento.
Lo más grave de todo es que la megalomanía del alcalde olívico puede poner en peligro una oportunidad histórica: la de que Vigo lidere el diseño de la estructura territorial del futuro. La provincia está en declive, las comarcas y las áreas metropolitanas se ajustan mejor a la realidad de nuestra comunidad, pero las cosas hay que hacerlas bien.
No está aún todo perdido, siempre se puede dar marcha atrás, leer con detenimiento la normativa y constituir el área metropolitana tal y como es preceptivo. Nunca es tarde para rectificar, pero no tengan demasiadas esperanzas, ninguno de los suyos va a decirle a Caballero que se equivoca.
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