Contaminación

Algas, las guardianas del mar

La bióloga Rita García Seoane prevé estandarizar al fin los protocolos que utiliza este biomonitor con su investigación

La bióloga Rita García, durante el trabajo de campo que realizó para su investigación USC

Christian R. Pereira

La presencia de metales pesados y metaloides resulta un peligro para las aguas marinas, ya que pueden resultar tóxicos para los ecosistemas y la cadena trófica. Desde hace más de 50 años, el empleo de algas ha sido una constante a la hora de medir la contaminación marina en todo el mundo dada su efectividad y abundante presencia en la naturaleza. No obstante, a pesar de que la degradación de las costas y los mares se ha convertido en una problemática medioambiental de primer orden, en la actualidad todavía no se han regulado por ley en España las técnicas que utilizan las algas para el control de la contaminación del agua.

La bióloga Rita García Seoane , miembro del grupo de investigación de Ecotoxicología y Ecofisiología Vegetal (Ecotox) del Instituto Cretus de la USC, vio la posibilidad de centrar en este ámbito su tesis de doctorado. Para este proyecto, que fue calificado con un sobresaliente «cum laude», la investigadora se dedicó a la recolección y el procesado de muestras de la especie de alga parda Fucus vesiculosus , dada su alta capacidad para bioacumular contaminantes. «Las algas pardas, debido al tipo de alginatos de los que se componen, captan niveles muy altos de contaminación, mucho más que las algas rojas o verdes», explica a ABC la investigadora, y añade que «se utilizan para experimentos en costas de todo el mundo, ya que facilitan mucha información sobre la calidad del agua».

La tesis de Rita García se trata de un trabajo intensivo desarrollado entre 2015 y 2019 que incluye hasta cinco experimentos prácticos. «El trabajo de campo se concentró en las rías de Ferrol, de Muros-Noia y Pontevedra. Nos interesaba experimentar en estos ecosistemas por ser a nivel gallego uno de los más contaminados, uno de los que menos y un punto intermedio, respectivamente», explica la bióloga. La investigación se completó con dos revisiones bibliográficas sobre las técnicas empleadas habitualmente para el análisis de las algas como biomonitores : la activa, que consiste en trasplantar las algas de una zona limpia a otra contaminada para observar el cambio en los niveles de concentración de contaminantes; y la pasiva, es decir, tomar las muestras de un lugar concreto y analizarlas, según expone la bióloga. Esta última metodología fue la utilizada en la parte práctica, fácilmente aplicable pues se emplearon macroalgas nativas.

Falta de protocolos legales

El objetivo último de la tesis era establecer un reglamento para el análisis de algas como medidores de la contaminación. «Propongo un protocolo básico para estandarizar aspectos de la técnica como la cantidad de algas que se necesita para garantizar la representatividad de la muestra o el modo de recogerlas», comenta García. Además, la autora observó que los niveles de cadmio, plomo, mercurio y otros metales acumulados en las algas registraban cambios estacionales, así como que los niveles de contaminación variaban según la sección del tallo del alga analizada. «El alga no acumula lo mismo en las distintas partes de su estructura. No es lo mismo recoger un ápice que el tallo entero o una parte de este», apunta la bióloga.

Pese a que el experimento ha cumplido con éxito su misión de ahondar en las mejoras del uso de las algas como biomonitores, la investigadora Rita García concluye que las metodologías activas, aunque se empleen menos, son más efectivas . «Es mejor hacer trasplantes porque bioacumulan mejor los niveles de contaminación que las plantas autóctonas, que pueden terminar por desarrollar mecanismos de adaptación a la contaminación», destaca García, y añade que quizás su investigación continúe con el enfoque de esta cuestión. «Ocurre al igual que con el uso de musgos en la biomonitorización de la contaminación atmosférica, son organismos que funcionan de forma parecida, pero en su caso existen protocolos más avanzados y recomendaciones a nivel europeo», añade.

Si comparamos a España con otros países, en Estados Unidos existen programas de seguimiento al amparo de medidas legislativas que utilizan bivalvos como medidores de la contaminación acuática. «Llevan 40 años siguiendo las pautas del Mussel Watch Program», cuenta García, que colaboró con la Universidad de South Florida en uno de sus estudios.

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