Cristina Seguí - EL CSEGUI
Un pobre, un voto
«No existe la solidaridad cuando paseas el apetito de otros por el photocall de la frivolidad»
Quizá a usted también le ocurrió en Nochebuena. Esa noche de paz, amor y concordia en la que basta que los anfitriones de la velada le prohíban hablar de política para que acabe usted salpicado de reivindicación moral por parte del típico cuñado llegado a la cena en un Lexus para recordar el bálsamo social que representan las dama s Carmena, Colau y Oltra , el caviar de la gauche divine, aquí presente para empoderar a los pobres con un pedazo de lechazo.
Ya saben, las potenciales coguionistas del culebrón venezolano: «Cómo salir de la pobreza sin crear riqueza» o « Los ricos también llorarán» .
Y así, entre cuñados y reproches paternos que ruegan reconducir la conversación, Carmena se nos sentó a la mesa gracias a la enésima patraña de la solidaridad vacua: abrir el palacio de Cibeles para alimentar a doscientos pobres llegados de la mano del padre Ángel y aprovechar el esfuerzo de los demás para hacerse la foto de «Ada madrina» .
Qué extraña es la generosidad cuando es prolija y selecciona pobreza para la legitimación ideológica y moral de un líder político en la suntuosidad y porte de una alfombra roja. Generosidad de otros convertida en inmundo oportunismo que da pábulo al «modus operandi» populista de gestionar la hambruna en vez de acabar con ella y que, además, engorda la vanidad de ponerle tu sello al hambre colmada durante unas pocas horas.
No existe la solidaridad cuando en su petulancia Carmena asiste a los necesitados con el dinero de los demás mientras ella y su consorte son investigados por presuntos delitos contra los derechos de sus trabajadores. No existe la solidaridad cuando paseas el apetito de otros por el photocall de la frivolidad para sacar el palo selfie con José Silva y Francisco Angélico , dos de los «sintecho», como si éstos fueran Julio Iglesias saciando el narcisismo de una fan.
Y por descontado que no existe solidaridad cuando te compras un pobre para calzarle el zapato y devolverlo a su papel de cenicienta una vez dan las doce y ya te has ganado el favor de las rotativas. Rotativas curiosamente invitadas por la abnegación que, por definición, no suele esperar nada a cambio. Y mucho menos titulares.
Después, cada uno de los doscientos elegidos para la gala de la edil, desfilaron de vuelta al cartón de su rincón como mandan los cánones marxistas y el aviso de la libertaria Emma Goldman : «Pedid trabajo, si no os lo dan, pedid pan, y si no os dan ni pan ni trabajo coged el pan».
Mientras, en Valencia, c entenares de familias hacían cola frente al mismo escenario del «Pacto del Botánico del País Valenciá» , aquella mentira documental firmada por el tripartito de gobierno que prometía rentas básicas y luz gratuita.
Estas familias fueron asistidas por Casa Caridad y el banco valenciano de alimentos a pesar de haberles sido retirada la subvención anual por el alcalde, Joan Ribó, y el resto de impostores vividores de las políticas inclusivas, Mónica Oltra, Chimo Puig y Antonio Montiel . Esos socialistas que se compran pobres para perfumar titulares y destinan los fondos públicos de aquellos que les ayudan al proselitismo nacionalista y a financiar la campaña nacional de Pablo Iglesias.
Oltra, Puig, Montiel y demás «Carmenas» deberían ser conscientes de que el auténtico enemigo del progreso a ambos hemisferios del planeta no es la desigualdad, sino la pobreza derivada de la falta de generación de recursos y la demonización del deseo de prosperidad por parte de la «jet set» socialista que utiliza las grandes causas que apelan a las emociones para obtener rédito político con una máxima en su perpetua cultura política y electoral: «Un pobre, un voto».
Noticias relacionadas