Laura Borràs, el galón y la mancha
La exconsejera de Cultura de Quim Torra será la candidata de los herederos de CDC a la Generalitat
Borrás está siendo investigada por el Tribunal Supremo por trocear contratos públicos para un amigo
La victoria de Laura Borràs en las primarias de Junts per Catalunya concluye con la última mutación de lo que aún queda de la Convergència fundada por Jordi Pujol en 1974. La exconsejera de Cultura de Quim Torra no viene del grupo dirigente «talibán» integrado, entre otros, por los ahora presos Jordi Turull o Josep Rull que pilotó el viejo partido pactista hasta el referéndum unilateral del 1-O. Borràs es un paso más allá, se encuadra en una nueva ola de mandos generada por la maquinaria del «procés» para seguir seduciendo a ciertas capas del catalanismo burgués y conservador, hoy, excitadas por la estrategia de choque ideada por Carles Puigdemont.
A pesar de no afiliarse a ningún partido hasta la creación de Junts, Borràs (Barcelona, 1970) ha crecido políticamente a la sombra de la antigua CDC. Experta en filología románica y firmante del polémico manifiesto Koiné que reclama la exclusión del castellano, la nueva candidata neoconvergente fue uno de los fichajes «independientes» con los que Puigdemont trufó su lista de las elecciones del 21-D de 2017 para insuflar ánimo a un movimiento desnortado por su fuga y por el «coitus interruptus» de las dos declaraciones de independencia fallidas de octubre. Con todo, Borràs no era una «outsider»: llevaba desde 2013 como directora de la Institución de las Letras Catalanas (ILC), una entidad ligada al Departamento de Cultura que tiene como objetivo la promoción de la literatura catalana.
De su etapa al frente de la ILC bebe una de sus principales características como candidata: está imputada por el Tribunal Supremo , que la investiga por presuntos delitos de prevaricación, fraude a la administración, malversación de caudales públicos y falsedad documental por, supuestamente, trocear contratos públicos y adjudicárselos a un amigo. Este estigma –ser investigada por el TS– es visto como un galón más que como una mancha de corrupción para ciertos votantes independentistas, convencidos por la retórica de la persecución judicial contra los altos nombres de la causa soberanista. Borràs es consciente de ello y no duda en presentarse ante sus electores como una «represaliada» más por el proceso al lado de los presos y los exiliados y con Puigdemont al frente.
Otra característica de Borràs es su afición por la poesía y la literatura. Esta pátina cultural le permitió conectar rápidamente con Quim Torra , otro apasionado lector e historiador que, como ella, ha hecho una meteórica carrera política esculpida por los devaneos del «procés». Torra, que pasó de ocupar un lugar subalterno en la lista de Puigdemont a presidir la Generalitat, encontró en Borràs una mano amiga y una aliada muy popular en las bases de Junts, donde la exconsejera se ha impuesto como candidata con más del 75% de los votos sin hacer apenas campaña contra su contincante, Damià Calvet .
Quienes conocen y tratan a Borràs habitualmente destacan su carácter empático y conciliador forjado en su etapa como profesora universitaria. Gabriel Rufián, sin embargo, la describió recientemente desde la tribuna del Congreso de los Diputados como una pija con bolsos y abrigos de mil euros . Los choques entre neoconvergentes y republicanos han sido constantes en las Cortes, donde Borràs ha ejercido de jefa de filas de Junts y guardiana de una estrategia que ha puesto a los de Puigdemont más cercanos a la CUP que al nuevo pactismo de ERC. Este bagaje en Madrid le será muy útil ahora a Borràs, que deberá encarar una campaña catalana, la del 14-F, en la que el rival a batir será, de nuevo, Esquerra.
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