Flash Flash, medio siglo de tortillas en el «upper Diagonal»

Cada familia tiene su tortilla, con o sin cebolla, con o sin ajos, compacta o poco hecha, y, por más que se prueben otras, buenas incluso, siempre la de casa será la número uno. Para muchos barceloneses, especialmente de la «upper Diagonal», las tortillas de su memoria son las del Flash Flash, uno de los restaurantes más emblemáticos e históricos de la ciudad, que cumplió ayer 50 años de existencia.

Aunque cueste creer, hubo un tiempo en que lo más canalla y rompedor que se podía hacer en la ciudad era comer tortillas, ensaladas y hamburguesas en un restaurante de un blanco impoluto, atendido por camareros clásicos, pero ¡sin manteles! ¡Qué barbaridad! Aunque nos parezca inaudito, no había término medio entre las mesas más refinadas y afrancesadas y el bar de barrio, hasta que llegó el «Flash». La gente «flasheó».

Alfonso Milá, Cecilia Santo Domingo, Leopoldo Pomés y Karin Leiz fueron los cuatro amigos detrás del diseño del concepto y su cocina; ellos se involucraron más en el tema de la imagen y el diseño arquitectónico; ellas, en el concepto de la comida y recetas. Dicen que Santo Domingo creó su clásica hamburguesa inspirándose en la del local neoyorquino PJ Clarks. «Estuve hace poco y no le llegan a los talones a las del Flash», explicaba Mercedes Milá, en la celebración del aniversario.

Karin, además de estar detrás de la idea de ofrecer platos saludables, se convirtió, por casualidad, y por la hábil mirada de su esposo, el fotógrafo Leopoldo Pomés, en la icónica imagen del restaurante: una curiosa periodista con un enorme flash. El restaurante, como su logo, sigue vigente y moderno, 50 años después. En su momento, sus horarios extendidos, su servicio cercano, discreto e ininterrumpido, y su oferta gastronómica, hicieron que los intelectuales en ciernes, que habían elegido Barcelona como un refugio liberal, convirtieran el Flash Flash una de sus catedrales. García Márquez, Vargas Llosa, Tusquets, Artur Rubinstein, entre otros muchos, no dejaban ni dejan, algunos ahora, de visitar el espacio cada vez que pisan la ciudad. «Es un restaurante que fue moderno para los que venimos hace años y lo sigue siendo para nuestros hijos, a los que también les gusta», comentó ayer la periodista Tana Collados.

Su filosofía de servicio y de cocina, pocos cambios físicos desde sus inicios (más luz y alguna otra renovación casi imperceptible), así como en su carta, han hecho que el restaurante siga siendo del gusto de distintas generaciones. «Aquí puedes encontrar una mesa de cuatro abuelas junto a otra de cuatro adolescentes», comentó ayer Iván Pomés. A pesar de que su diseño fue en su momento rompedor, ahora se antoja minimalista y lo mantiene vigente, incluso tras la pandemia. «Cuando empezamos decían que parecía un hospital, ahora eso nos viene muy bien», bromeó Pomés.

Es justo la situación actual la que les ha obligado a incorporar uno de los cambios más importantes de los últimos 50 años. Desde hace algunos días ofrecen servicio a domicilio; por ahora, a través de plataformas como Glovo. Desgraciadamente, por el momento, se echará en falta esa cercanía y fidelidad que les ha hecho tan famosos, de sus empleados con sus clientes, y viceversa. «Estamos listos para escuchar críticas con respecto a nuestro delivery», agrega el hijo de Leopoldo y Karin.

Los tiempos cambian, los clientes, esos sí, han agradecido poder comer de nuevo sus tortillas de siempre, tras cuatro meses sin poder hacerlo. Por si 37.000 tortillas al año no fueran muchas, alistan la apertura de su primera sucursal, en Entença y Diagonal.

Flash Flash: a seguir conquistando paladares y corazones a través de la memoria.