Las memorias inéditas de Opisso

El galerista Gabriel Pinós amplía las investigaciones sobre la taberna modernista en «Barcelona y Els Quatre Gats»

Autorretrato de juventud de Opisso ABC

Sergi Doria

De la raquítica programación cultural barcelonesa de 2019 -a excepción de CaixaForum, la Fundación Mapfre y el museo Picasso- quedará la antológica «Barcelona y Els Quatre Gats. Un giro hacia la modernidad» organizada por Gabriel Pinós Guirao en la galería Gothsland. A la calidad de las obras expuestas se añade ahora el exhaustivo catálogo que amplía las investigaciones en torno a Els Quatre Gats como epicentro de la vanguardia intelectual y artística.

La mítica taberna de la calle Montsió contaba con la « Història d'Els 4 Gats» de Enric Jardí y cuatro exposiciones en 1954 (Sala Parés), 1978 (Washington), 1995 (museo Picasso) y 2005 (Museo Diocesano de Barcelona y Museo de Arte Moderno de Tarragona). Además de los estudios del propio Gabriel Pinós, Oriol Pujol, Juan C. Bejarano, Pau Medrano-Bigas, Sebastià Sánchez Sauleda y Vinyet Panyella, la publicación de Gothsland incluye las memorias inéditas del dibujante Ricard Opisso (Tarragona, 1880-Barcelona, 1966).

Gracias a este valiosísimo documento, apunta Pinós, «se puede conocer en profundidad las convivencias con una larga lista de los artistas e intelectuales más relevantes de la primera mitad del siglo XX». Manuscritas y guardadas en varias bajas de hojas sueltas desvelan, a través de los recuerdos y reflexiones de Opisso, los trabajos y días de los máximos referentes del Modernismo como Gaudí -el Opisso adolescente trabajó con el arquitecto en la Sagrada Familia- y de aquel Pablo Ruiz Picasso que presentó su primera exposición individual en Els Quatre Gats.

Cuando en 1897 Pere Romeu inauguró su taberna, Opisso contaba 17 años. Nacido en Tarragona, en una familia de artistas y periodistas, su padre, Alfredo Opisso, se trasladó a la Ciudad Condal en 1882 donde acabó siendo codirector de La Vanguardia en 1901.

Los primeros años de Opisso están asociados a Antoni Gaudí: su familia y la del arquitecto ya se conocían del Campo de Tarragona y eran vecinos en Barcelona.

Las aptitudes en el dibujo llevaron a Opisso a trabajar como delineante en las obras de Gaudí. A los 42 años, el arquitecto distribuía sus jornadas entre el trabajo y la plegaria. Para contrarrestar aquel régimen monástico del ora et labora, Opisso buscaba refugio en el ambiente nocturno de Eldorado; allí disfrutaba del género chico madrileño y hallaba inspiración para sus dibujos más pícaros: «En cuanto dejaba a Gaudí al pie de su casa de la calle Diputación, y a dos pasos de la de mis padres, salía a galope tendido hacia Eldorado», apunta.

Artista prolífico, Opisso desplegaba su creatividad entre el Cercle Artístic de Sant Lluc, el cenáculo de Torres García y el taller que compartía con Francesc Galí y los hermanos Llongueras. Gaudí siempre rehuyó ser retratado, como demuestran las pocas imágenes que de él se conservan. El fatídico 7 de junio de 1926, cuando un tranvía de la línea 30 lo atropelló en la Gran Vía, entre las calles Bailén y Lauria, Opisso dibujó para la posteridad un carboncillo sobre papel de Gaudí agonizante que fue portada de La Publicidad el 11 de junio.

De los años de Els Quatre Gats, hasta su clausura en 1903, Opisso recuerda a un «altanero y cauteloso» Eugenio d'Ors: «Se apartaba despectivamente de aquellos intratables y despechugados bohemios», anota. Del coleccionista Lluís Plandiura destaca el optimismo de quien se sabe heredero de una herencia millonaria. «Su padre era tan rico, que cuando algún mueble de su mansión señorial cojeaba lo calzaba con onzas de oro», explica.

En su primer viaje a París, Opisso conoce a Henry Toulouse-Lautrec al que dibujará en varias de sus obras. Joaquín Mir -cuyos bolsillos «siempre estaban bajo cero»- estuvo pintando La catedral de los pobres ante la Sagrada Familia. Opisso subraya que su trato le cambió la vida y la forma de ver el arte: «Decía que para pintar no hace falta ningún taller, que el mejor taller era el campo, el espacio libre».

Isidre Nonell fue otro asiduo de Els Quatre Gats. Opisso admite su «poderosa fuerza dramática», pero le reprocha la obsesión por «los idiotas, inválidos, alcohólicos, lisiados, ciegos, sacados sobre el papel como ejemplares de una forma humana inferior».

Las memorias incluyen también evocaciones de Francesc Gimeno -«no logró jamás llamar la atención con su pintura»-, Lluïsa Vidal, Rafael Nogueras, Joan Cardona, Xavier Gosé, Carles Casagemas, Manolo Hugué o Hermen Anglada Camarasa. La distinción y maneras de Anglada, apunta Opisso no encajaban con Els Quatre Gats, pero adaptó su indumentaria y se caló un sombrero de alas anchas: «Le interesaba, no por la camaradería personal, sino porque allí se respiraba un ambiente montmartrese como en ninguna otra peña de artistas en aquellos días».

Picasso tenía 17 años cuando se incorporó a la colla de Els Quatre Gats. Opisso atribuye al artista andaluz una audacia y ambición más propias del espíritu catalán: «Hablaba poco y escuchaba mucho, pero decía más con una palabra que otros con cien».

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