Crónicas pandémicas
Sant Jordi mata el coronavirus
Cuando esto pase evocaremos el mundo «antes del coronavirus» como lo hacían nuestros abuelos cuando congregaban recuerdos de «antes de la guerra»
En vísperas del Sant Jordi del coronavirus , las editoriales se buscan la vida en las redes. En Edhasa, donde publico las crónicas de la España años treinta de «Un país en crisis», platico sobre el oficio de escribir con Miquel Molina, José de Cora y Rodrigo Palacios.
Al igual que los libreros italianos -«adotta una librería»-, el editor Joan Sala, de Comanegra, promueve la adopción cultural en www.paradacomanegra.com : al adquirir un libro donamos un 30 por ciento a nuestra librería predilecta.
En estas semanas de encierro, Guillermo Busutil nos regala en Youtube una lectura cotidiana desde «La ventana del Nautilus» … Que no es otra ventana que la de su casa malagueña.
Rodeado de libros por todas partes en mi confinada -que no confiada- isla lectora, consuelo la cuarentena con títulos antiguos , pero escandalosamente vigentes, y las novedades del siglo XXI.
Siguiendo el consejo de Montaigne -si no me gusta un libro tomo otro- mi fatigada vista paseó de nuevo por «La historia de San Michele» (1929, reeditada en 2011 por Libros de Vanguardia) de Axel Munthe. Moraleja: el comportamiento humano es igual de heroico o miserable en todas las epidemias que en el mundo han sido .
Si Munthe vivió como médico la epidemia de cólera de Nápoles en 1884, en sus «Memorias de un menestral de Barcelona» (1888), José Coroleu evoca la fiebre amarilla que asoló la Ciudad Condal en 1824 y Josep Pla abre «El quadern gris» (1966) con la epidemia de gripe de 1918-1919, cuando hubo que cerrar la universidad. Para seguir al detalle la pandemia de los cincuenta millones de muertes, la crónica de Laura Spinney en «El jinete pálido» (Crítica, 2018).
Leyendo «Ébola» (Debate, 2016) de David Quammen he constatado cómo se comporta la zoonosis y me he vacunado contra las teorías conspiranoicas de los tuiteros baratos.
En «Una isla en el mar rojo» (1939), Wenceslao Fernández Flórez cuenta cómo se refugió en una embajada para huir de las sacas en el Madrid republicano; y la claustrofóbica «Novela de ajedrez» (1942) de Stefan Zweig remite a confinamientos todavía peores que el presente. En las «Sombras chinescas» (Acantilado, 2020) de Simon Leys se refleja aquella Revolución Cultural maoísta que subyace, todavía, en los siniestros protocolos del régimen que silenció y purgó al médico que alertó del coronavirus .
El bombardeo de la pandemia modificará nuestras vidas, economías y hábitos sociales. En «Dresde» (Taurus), Sinclair McKay nos pone bajo la tempestad de fuego que los aliados lanzaron hace 75 años sobre la «Florencia del Elba». Víctor Klemperer o Kurt Vonnegut -autor de «Matadero Cinco»- sobrevivieron al infierno incandescente: «Muchas personas habían provisto los sótanos de cubos de agua y mantas; las mantas húmedas se convertirían en su única armadura si debían combatir el calor intenso. Pero las pequeñas estancias de ladrillo empezaban a recordar tumbas más que refugios o santuarios », escribe McKay.
Cuando esto pase evocaremos el mundo «antes del coronavirus» como lo hacían nuestros abuelos cuando congregaban recuerdos de «antes de la guerra».
En ese «mundo de ayer» bucea Arturo San Agustín en «Mis días terrenales» (Comanegra, 2020): la luminosa Mallorca de los sesenta que el autor vivió en el barrio del Terreno. « No soy hombre de nostalgias, pero sí de recuerdos, que es lo único que tenemos realmente », advierte.
Ojalá los recuerdos nos permitan afrontar críticamente lo que se nos viene encima y que denuncia Bret Easton Ellis en «Blanco» (Literatura Random House, 2020): ese totalitarismo, tecno-progresista que « aborrece la libertad de expresión y castiga a la gente por mostrarse tal cual es ».
Esperemos que nuestras libertades no queden confinadas, ad eternum, en un añorado «mundo de ayer».
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