Eduardo Mendoza: «Barcelona es una ciudad mentirosa»
El escritor recibe el premio Barcino de Novela Histórica por su aportación al género y su retrato de las transformaciones de la capital catalana
Decir Barcelona es decir Eduardo Mendoza, destaca en su veredicto el jurado del premio Barcino de Novela Histórica. Y decir Eduardo Mendoza, claro, es decir Gurb y Pomponio Flato; el detective de las pepsicolas y «La ciudad de los prodigios»; el pistolerismo de principios del XIX y ese Rufo Batalla de hechuras casi autobiográficas. Es, en fin, novela en mayúsculas, sea histórica o no, coronada por un humor transversal que, tanto monta, lo mismo rueda y tropieza por la Barcelona que acampa a sus anchas en el Imperio Romano.«Yo era (y aún hoy soy) un gran lector de historia; me gusta porque me interesa saber por qué pasa lo que pasa. Lo que ocurre es que cuando leía historia no la veía caminando», relata el autor barcelonés horas antes de recoger en el Born Centre Cultural el VIII premio Barcino.
Un galardón que si algo ha querido subrayar es precisamente la habilidad de Eduardo Mendoza (Barcelona, 1943) a la hora de poner la historia a respirar y, claro, también a caminar. Un paso tras otro tras otro para, como destaca el propio autor, inventarse una ciudad «en base a datos reales». Porque, matiza Mendoza, a él lo que realmente le interesa es «la historia no de las personas, sino de una ciudad». Y no de una ciudad cualquiera, sino de su Barcelona. La Barcelona de «La verdad sobre el caso Savolta» y «El misterio de la cripta embrujada»; la Barcelona de las exposiciones universales y esos ayuntamientos que actúan como llueve: poco pero a lo bestia. «Me interesa mucho cómo se ha transformado una ciudad tan proteica como Barcelona, que se ha reinventado continuamente, incluso físicamente. Es una ciudad que inventa barrios antiguos, se inventa su historia. Es una ciudad mentirosa », explica.
Todas las ciudades, añade el autor, crean una imagen de sí mismas, pero a Barcelona, añade, «le gusta mucho la escenografía». «Está buscando una imagen, y si no sale se la inventa. La gran explosión de la Barcelona moderna es la que viene de la mano del modernismo, que es un estilo fantasioso«, ilustra.
Mendoza, destaca el jurado, «golpea la idiocia con el guante de seda del humor y las artes de la picardía», algo que aplicado a la historia se traduce en la sorna constante de «La ciudad de los prodigios» o en ironía intergaláctica de «Sin noticias de Gurb». «Cuando uno se acerca al pasado hay cosas muy extrañas y chocantes que a veces nos hacen reir», relativiza un autor rápidamente asediado con preguntas sobre el coronavirus y sus circunstancias. «Lo que nos lleva a leer novela histórica es la necesidad de saber y de encontrar respuestas, y ahora mismo esa la pregunta que todos nos hacemos. Lamentablemente no tengo ninguna respuesta», señala.
Sí que sabe, en cambio, que la pandemia le dejará huella («no sé cómo, pero de algún modo me marcará, seguramente») y obligará a que Barcelona se reinvente por millonésima vez. «Las relaciones seguirán siendo las mismas, pero Barcelona se tendrá que replantear el modelo de ciudad. Esa idea de ciudad abierta al turismo… Parece que eso no funciona», apunta un autor que, a falta de respuestas, sí que se reconoce como intérprete más o menos atinado de la realidad. «Sólo vemos las cosas cuando alguien nos las señala, y los que escribimos vamos creando una manera de entender la realidad que de otra manera sería una acumulación de datos», destaca.