ESPECIAL SANT JORDI

Vademecum Pla: recorrido por las lecturas del escritor en el 40 aniversario de su muerte

En el día del libro y la rosa, páginas especiales en ABC Cataluña con la mejor selección editorial

Pla, en una imagen de 1960 ABC

SERGI DORIA

Para empezar un poco de latín. ¡Que diferentes serían nuestras vidas y que sentido crítico orientaría nuestros votos de haber aprendido –bien aprendido– el latín que los partidarios de la tabula rasa calificaban de ‘lengua muerta’ o ‘latinajos’ de clericalismo preconciliar.

Vademecum de Josep Pla . ‘Vade, que significa ‘anda’ o ‘ven’. Y ‘mecum’, conmigo. Acompañemos al escritor ampurdanés por la biblioteca de su vida, en el cuarenta aniversario de su muerte .

Tomamos el volumen 4 de la Obra Completa. ‘Sobre París i França’. Años 1920 y 1921, justo hace un siglo. Pla, Xammar y Camba se encuentran en París. Tres mayúsculos cronistas en el restaurante Mèdicis, entre puerta de Luxemburgo y boulevard Saint-Michel: Pla lleva la corresponsalía parisina de ‘La Publicidad’, que se reconvertirá en 1923 en ‘La Publicitat’. Xammar acaba de ser nombrado funcionario de la Sociedad de Naciones. Camba va de camino a Berlín donde ha de escribir sus crónicas para ABC. El menú: ostras, boeuf a la mode, una botella de Borgoña. Cuando los colegas, y sin embargo amigos, se despiden, Pla alivia su soledad en la biblioteca de Sanite Geneviève, cercana a la Sorbona.

Lluvia, silencio monacal y lectura. Pla vuelve sobre el ‘Diccionario filosófico y crítico’ de Pierre Bayle (1647-1706), un precursor de la Ilustración: «Me produce una impresión de melancolía, siento la silenciosa y tenaz fatiga de su autor, la convicción de que en este pequeño mundo en que vivimos no hay nada que hacer…».

Sus lecturas de cabecera las presiden los ‘Ensayos’ de Montaigne y su frase de frontispicio es «la vida es ondulante».

En el ‘ Quadern Gris ’ Pla proclama su fervor por Montaigne. ‘La vida es ondulante’ le parece a Pla «la observación más esmerada que se ha escrito contra el fanatismo, la incomprensión, el dogmatismo…». Los ‘Ensayos’ son un aprendizaje sobre las limitaciones humanas, modalidad serena para afrontar las adversidades. Una sola página enseña mucho más que esa alfalfa comercial que hoy denominamos ‘libros de autoayuda’.

Tampoco le cansa Nietzsche , sobre todo en su juventud. En el ‘Quadern gris’ subraya aforismos de ‘Humano, demasiado humano’ para declarar al filósofo alemán «el gran continuador de los moralistas franceses».

Pascal, La Rochefoucauld, La Bruyère, Chamfort completan el Olimpo francófilo , con Mallarmé, Valery y Nerval en la sección lírica. En el dietarismo, el ‘Diario’ de André Gide (que ahora publica Debolsillo al completo): «Cuando Gide reacciona ante un acontecimiento cualquiera, por insignificante que sea, se convierte en un testigo, en un prodigioso testigo de la época», comenta Pla.

El género brinda otro título mayor en el ‘Zibaldone’ de Giacomo Leopardi. Escribe Pla que sería muy agradable viajar con los pensamientos de Leopardi en el bolsillo, si no fuera «porque los siete grandes volúmenes que forman la edición son más para la biblioteca que para manejarlos transportándolos».

Otro libro que ocupa muchas madrugadas es ‘La vida de Samuel Johnson ’ que agavilló James Boswell en sus conversaciones: «La mejor biografía que se haya escrito jamás», acota Pla.

Lo lee una y otra vez y en cada relectura reitera su admiración:«Pareciera que Johnson ha creado el vocabulario de un pueblo». De los clásicos latinos, aconseja los ‘ Doce césares’ de Suetonio : «Un libro que hay que leer para no caer en el infantilismo del progreso indefinido».

A Pla siempre le interesó más el ensayo , la biografía y la historia que las novelas. «Son la literatura infantil de las personas mayores», ironizaba. Para ser buenas, las novelas habían de ser «muy buenas». De las «muy buenas», destacaba la ‘Recherche’ de Proust, Stendhal, Tolstói (mejor que Dostoievski) o Defoe (‘Moll Flanders’). Kafka, Borges o Camus le sacaban de quicio. Poe era otro de sus escritores para las noches. Le fascina la naturalidad con la que el autor describe lo que no es real.

¿Y el teatro? Todo Molière: «Además de ser un gran escritor, lleva a sus personajes a una eficiencia detallada y total. Para mi gusto, es el mayor dramaturgo francés de todos los tiempos, mucho más que Racine o Corneille », subraya Pla. Su mérito: «Ante una de aquellas obras de Molière, uno se siente como si no estuviera en el teatro, como si no viese ninguna ficción, como se encontrase ante hombres y mujeres que hablaran íntimamente delante de uno».

También Chéjov : «Habla claro, sencillo, inteligible, porque a menudo, para hacer más sencillas las cosas hay que reflexionar sobre ellas».

De Baroja a Camba

De la literatura española se queda con Baroja, Azorín y Cela . Del escritor vasco elogia ‘Las inquietudes de Shanti Andia’ (1911): «El mejor libro de prosa castellana escrito en la península en los últimos cincuenta años». De Azorín, más prosista que novelista, lo ha leído casi todo. No es de extrañar. Pla aspira a ese modelo literario: «Su forma de escribir es sencilla, clara, diáfana». Al articulismo del escritor alicantino, Pla añade, cómo no, el de Camba: «No se pueden citar precedentes de Camba ni por su estilo ni por su temario ni por su manera de desarrollarlo… Es un escritor sin un vestigio de retórica, que consigue decir lo que quiere… La expresividad de sus artículos tan cortos se explica porque en la base de su elaboración está la búsqueda de los adjetivos apropiados….». Concisión y eficacia expresiva, el ideal planiano.

En cuanto a Cela, lo sitúa en la tradición barojiana y la tradición del Lazarillo. Alaba del gallego su cruda descripción de la vida española de posguerra –‘ Pascual Duarte’, ‘La colmena ’– y su capacidad al adjetivar: «Lo primero que sorprende es la originalidad, la novedad, la valentía, el empuje y casi diría la desvergüenza fría, deliberada, genial de su adjetivación”».

Volvamos a los memorialistas o moralistas franceses con Chamfort como el más agudo y observador: « Es tan sarcástico como Voltaire , pero más humano», remarca Pla. Sus ‘Anécdotas, retratos y caracteres’ le acompañaron toda la vida.

Hasta que llegó la muerte. Comenzó a presentirla en 1979 con una anemia que acabó con el poco apetito que le quedaba. «Es la siniestra degradación de la vejez», le decía a Josep Vergés : «Lo veríamos morir poco a poco, desinteresándose de todo menos de escribir, ya que, aunque no lo hacía tantas horas seguidas como antes, iba siempre con una carpeta llena de cuartillas, bien en la mesa al calor del fuego, bien en la cama, donde escribía siempre», recordará el editor de Destino.

Pla empeoró la Semana Santa de 1981 para expirar, lo que son las cosas, en Sant Jordi, la fiesta del libro y la rosa . Se fue a las 10 de la mañana con la lluvia en los cristales. La agonía había sido larga. Paralizada la parte derecha de su cuerpo, ya no podía, pese a sus esfuerzos, articular palabras.

Cinco de la tarde. Misa en la iglesia de Palafrugell . Oficia la ceremonia el abad de Poblet Maur Esteva. Entierro. Entre los asistentes amigos y no tan amigos del finado. De los primeros, el Honorable Tarradellas; de los segundos, el banquero Pujol.

Todavía queda demasiada ‘genteta’ que mantiene a Pla en el purgatorio . Quienes le negaron el premio de Honor de las Letras Catalanas, siguen tachando al autor del ‘Quadern gris’ de la lista de los buenos catalanes.

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