Tarragona: vivir en un polvorín

Los barrios que rodean el polígono en el que un accidente mató a tres personas el martes conviven con el riesgo de una industria de la que también dependen

Acceso a la industria petroquímica donde el pasado martes un accidente mató a tres personas Inés Baucells

Jesús Hierro y Miquel Vera

Los vecinos de los barrios del sur de Tarragona utilizaban idénticas palabras para definir lo que vieron la tarde del pasado martes cuando miraron hacia el cielo: «Era como una bola de fuego» , coincidían. En aquellos primeros momentos nadie sabía a ciencia cierta a qué obedecía aquel resplandor y la explosión que lo acompañó, pero todos daban por hecho que aquel estruendo algo tendría que ver con una industria petroquímica que, para bien y para mal, marca sus vidas y las de sus barrios. El accidente se cobró la vida de tres personas y dejó a otra herida grave , además de varias leves.

Diana vive y trabaja en la primera línea de edificios del barrio tarraconense de Buenavista. Desde la puerta de la tienda de muebles en la que trabaja, propiedad de la familia, se divisan las chimeneas humeantes de las que apenas les separan un campo de fútbol y una carretera nacional. La mañana del miércoles, con el falso techo desplomado y los cascotes todavía por el suelo, Diana relataba a ABC el pánico que la familia había vivido la tarde anterior. Sobre las seis y media de la tarde, cuando estaban revisando facturas, escucharon una «gran explosión» y el edificio comenzó a temblar . Asustados, tanto los miembros de la familia que trabajaban en la tienda como los que estaban en el piso superior –donde viven– se subieron en el coche que tenían aparcado en la puerta para escapar. Ya montados en el vehículo escucharon la segunda explosión. Huyeron, aunque acabarían volviendo más tarde. Aquella noche no consiguieron quitarse el miedo del cuerpo. Fueron momentos de miedo, pero no era la primera vez que se veían en una situación parecida.

Buenavista queda más cerca de las instalaciones de Iqoxe –donde se produjo el accidente– que Torreforta, pero fue este último barrio el que, al margen de los dos trabajadores de la empresa que murieron en el accidente, sufrió las peores consecuencias. Con la explosión, la tapa de un reactor, de casi una tonelada, voló más de tres kilómetros hasta irrumpir por la ventana de un tercer piso del número 7 de la plaza García Lorca del barrio de Torreforta. El impacto destrozó el suelo de la vivienda y acabó con la vida de Sergio, el vecino del segundo. La víctima era conocida en Torreforta porque había regentado una frutería en el barrio.

La desgracia de Sergio

El reactor se había desprendido de la planta de Iqoxe y acabó colándose por aquella ventana esquivando en parábola varios edificios que lindan con el bloque donde vivía Sergio. En uno de ellos reside Angelita, que por la mañana comentaba con las vecinas lo que había sucedido la tarde anterior. Y es que no se hablaba de otra cosa aquella mañana en la zona. «Abrí la ventana y vi como una bola fuego; se me heló el alma» , explicaba a este diario. En su caso no fueron dos explosiones las que oyó sino tres. La última, el impacto de la pieza de la planta química que acabó con la vida de su vecino.

Tarragona limita al suroeste con La Canonja, municipio en el que se ubica la planta accidentada. Un pueblo que al igual que los barrios del sur de la capital provincial no se entiende sin la presencia de la petroquímica. Allí es raro que alguien no tenga algún familiar o amigo trabajando de forma directa o indirecta para ese sector. Incluso su alcalde, el socialista Roc Muñoz, trabajó durante más de 25 años en las entrañas de la petroquímica.

Casado y con dos hijas, Muñoz empezó su carrera de joven haciendo trabajos de mantenimiento en una de las plantas de la empresa accidentada. Luego saltó a la alemana BASF, también situada en este polígono. E incluso llegó a pasar por el sector nuclear, concretamente en la planta de Vandellòs, otro punto de tensión en una provincia caracterizada por acoger un tipo de industria, que, a priori, cualquiera desearía tener lejos de casa.

En una conversación con este periódico, M uñoz rehúye las críticas a una actividad considerada peligrosa y contaminante pero que –defiende– crea empleo y da vitalidad al pueblo. El alcalde pone un ejemplo: en Alemania la gigantesca central de BASF –una de las mayores químicas del mundo– está situada casi en medio de la población de Ludwigshafen y, según él, eso no genera riesgos, polémicas ni dudas entre sus habitantes sobre la idoneidad de la ubicación. «Es posible que este accidente se aproveche por alguna plataforma (ambientalista) para demonizar el sector», lamenta el edil socialista.

La «quimicofobia»

Por eso Muñoz pide que se evite un estallido de lo que denomina «quimicofobia» que podría poner en riesgo cientos de empleos en su pueblo y en el resto de la comarca. «El problema no es la industria, son los protocolos» , zanja contundente. Protocolos que se están revisando por si son los adecuados y si se aplicaron correctamente.

Ayer, los bomberos acababan de trasvasar a una cisterna segura el óxido de propileno del reactor que explotó. Mientras, en Buenavista, Torreforta y La Canonja no dejan de preguntarse por qué no habían sonado las sirenas. «¡A ver para la próxima!», comentaban. No dudan: habrá una próxima.

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