Sant Jordi vuelve a la calle con una Diada (casi) como las de antes y más de un millón de libros vendidos

María Dueñas, Javier Cercas, Xavier Bosch y Jaume Cabré, entre los más vendidos de la jornada

Dos jóvenes se besan en la calle, hoy, en Barcelona, para celebrar Sant Jordi EFE

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Amanece en Sant Jordi, libros y rosas empiezan a desperezarse y en la radio entrevistan por trillonésima vez a Jordi Turull. Si no fuera por las mascarillas, los dispensadores de gel hidroalcohólico instalados en casi cada rincón, y bueno, porque una pandemia global sigue campando a sus anchas por todo el planeta, se diría que esto es lo más cerca que hemos estado de 2019 en mucho tiempo. Porque ahí están, como si no hubiese pasado el tiempo, las novedades con sus apetecibles y relucientes cubiertas, las rosas como recién salidas del rosal, y los escritores, todo brazos abiertos y sonrisas que no conseguiría ocultar ni la más firme de las mascarillas, esperando ansiosos a sus lectores.

«Es un milagro. Que Cataluña entera esté en pie de guerra para celebrar los libros es algo extraordinario», resume Javier Cercas mientras firma ejemplares de ‘Independencia’. «Es un día de Sant Jordi glorioso después de un año de tanta abstinencia», añade el editor de Anagrama, Jorge Herralde, a quien este Día del Libro le ha pillado al otro lado de la mesa y con ‘Los papeles de Herralde’, algo así como la historia del sello a través de su correspondencia, recién salido del horno.

Colas para todo

Así que vuelve la ilusión, sí, aunque amaga con resquebrajarse tras una hora larga de espera para hacerse con una rosa en la floristería del barrio. «En 40 minutos hemos vendido todas las que teníamos preparadas», informa la dueña ante la cara de pasmo de los clientes. Aún así, basta con acordarse del no Sant Jordi de 2020, de ese 23 de abril de librerías cerradas, calles desiertas y lectores confinados, para que a uno se le pasen todos los males y abrace con fe ciega tan glorioso milagro. Sobre todo porque esa primera cola no será ni muchos la última de un día que, aunque se parezca bastante a un Sant Jordi de los de antes, sigue sin serlo aún del todo.

Colas en la entrada de la zona perimetrada de Paseo de Gracia Adrián Quiroga

Una idea que no hace más que confirmar la decena larga de recintos perimetrados que el Gremio de Libreros y el Ayuntamiento de Barcelona ha repartido por toda ciudad y con los que se busca aportar un poco de orden a una jornada tradicionalmente caótica. En la plaza Real, la imagen no puede ser más elocuente: una primera corona de terrazas repletas de gente y, en el interior, una segunda con paradas de librerías y firmas cortesía de Marta Orriols y Juanjo Saéz. Para algunos, el paraíso debe ser algo bastante parecido.

El efecto colateral es que a las ganas de libros y rosas, al espíritu festivo y peripatético, hay que sumar altas dosis de paciencia. En el Paseo de Gracia, por ejemplo, la cola es de las que crean afición e invitan a colocarse detrás porque, ya se sabe, tanta gente no puede estar equivocada. El control de aforo es constante y severo, pero el tiempo acompaña, el sol calienta con ganas y, después de un año aciago, cualquier posibilidad de recuperar la normalidad perdida, por incómoda que pueda parecer, sabe a gloria. El amor, que cantarían Manel, por fin regresa a la ciudad. Bueno, el amor y también los atascos, pero eso ya sería otro tema.

Librerías y editoriales se han fijado la meta de los 900.000 libros vendidos y unos 13 millones de euros de facturación, unas previsiones que a pie de calle se traducen en un hormigueo constante de gente paseando, colas más que generosas en las floristerías de Las Ramblas, expectación creciente a las puertas de la recién inaugurada librería Finestres. Según el Gremio de Libreros, la compra se ha repartido de forma escalonada desde el miércoles, pero el 23 sigue siendo el día gordo. La Diada en mayúsculas. El Sant Jordi del volver a empezar tras un año de abstinencia y barbecho. Al final tendrá razón Irene Vallejo, pregonera de Sant Jordi, y a los libros habrá que agradecerles el no haber perdido (del todo) la chaveta.

Previsiones

Será por eso que, al final, el contador ha acabado por desbordar cualquier previsión y este Día del Libro deja más de un millón de libros vendidos en Cataluña, cifra que rebasa las expectativas más optimistas y confirma que había hambre, mucha hambre, de Sant Jordi. Y no sólo por parte de los lectores. «Tenía muchas ganas de recuperar el contacto con los lectores, que echo mucho de menos», señala Najat El-Hachmi. «Hoy no interesan tanto los ránkings de ventas de los libros, sino que podamos ver la luz al final del túnel», añade Xavier Bosch, cuya novela ‘La dona de la seva vida’ es, como ocurre cada vez que publica novedad, una de las más vendidas de la jornada.

El centro ha recuperado el pulso de un Sant Jordi más o menos tradicional Adrián Quiroga

A su lado, nombres también habituales en este tipo de podios como María Dueñas, Javier Cercas y Jaume Cabré y otros recién llegados como el infectólogo Oriol Mitjà, cuota ‘mediática’ de un año sin apenas estrellas invitadas.

De camino al centro del paisaje se vuelve cada vez más familiar. Grupos de jóvenes se fotografían rosa en mano; las parejas pasean agarradas del brazo; ejemplares de ‘Transbordo en Moscú’ (Eduardo Mendoza), ‘El juego del alma’ (Javier Castillo), ‘Sira’ (María Dueñas), ‘El infinito en un junco’ (Irene Vallejo), ‘La dona de la seva vida’ (Xavier Bosch) y ‘Tàndem’ (María Barbal) cambian rápidamente de manos...

A lo lejos, detrás de un cordón de seguridad, de una mascarilla y también de unas gafas de sol, María Dueñas firma ejemplares de su última novela. Un poco más allá, Cercas comparte mesa con Pau Riba mientras un cartel informa de que los selfies están prohibidos. Por ahí andan también, burlando la feliz desaparición de las paradas de partidos y entidades, políticos como Salvador Illa o Pere Aragonés en busca de un poco de protagonismo. Definitivamente, quizá esto aún no sea Sant Jordi, pero se le parece bastante.

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