Coronavirus

La Rambla, la calle «inmune» al coronavirus

Floristas, turistas, quiosqueros... y hasta carteristas, la avenida barcelonesa mantiene el pulso a pesar de la pandemia

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Turistas, vecinos y vendedores en pleno corazón de La Rambla durante la pandemia de coronavirus EFE / Vídeo: El coronavirus vacía... gran parte de Barcelona

Miquel Vera

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Quiosqueros, floristas, turistas, camareros y hasta carteristas. Pocos fallaron este sábado de alerta por la pandemia a su cita diaria con La Rambla de Barcelona. Es un lugar común pontificar sobre la calle que nunca duerme, pero lo cierto es que el pánico global por la expansión del coronavirus se nota poco en la avenida barcelonesa, hoy algo degradada por la prostitución y el narcomenudeo.

«Los malientes son los que nunca fallan», lamentaba antes de cerrar su parada Yajaira Martínez, florista . El suyo había sido un día normal, pero con todos los clientes más pendientes del brote de Covid-19 que del precio de rosas y tulipanes. Los vendedores de prensa , los más madrugadores guardianes del paseo, también se mantenían firmes y orgullosos de trabajar en uno de los «servicios básicos» que escapan de la orden de cierre general dictada por las autoridades. El tabaco fue el producto más demando durante el día de ayer. «Muchos clientes temen quedarse encerrados en casa, y sin cigarros, la gente se está aprovisionando para días pero nosotros no tenemos pensado cerrar», apuntaba un quiosquero mientras ordenaba los souvenirs, principal fuente de ingresos en una calle com más turistas que vecinos.

En algunos negocios, el confinamiento masivo de ciudadanos no ha sido perjudicial, sino al contrario. «Vendo material para manualidades y con tanta gente encerrada en casa está creciendo la demanda de pintura y barro para entrenerse, la venta ha sido la de un sábado normal», contaba alegre el comerciante Lluís Moj mientras se dirigia al metro, parada Liceo, para volver a casa con un paquete de papel higiénico debajo del brazo.

Los turistas , desorientados, trataban de encontrar algún pasatiempo que justificara su viaje, en algunos casos transatlántico. «Estoy triste porque no podemos conocer el país, ni comer, ni comprar... esperamos que todo mejore, para nosotros y para el país», lamentaba Mauricio (Colombia) mientras paseaba a paso ágil. Lara y Sam apuraban su último día en Barcelona, y su segunda ración de churros. «Es impresionante ver la ciudad así, está casi todo cerrado, llevamos toda la tarde andando y comiendo churros», bromeaba este matrimonio canadiense.

Este sabádo, «día 0» de la alerta por coronavirus, se cobró la peor parte con los caricaturistas, las míticas figuras humanas y los bares . Todos las terrazas estaban cerradas y con las sillas abrazadas con cadenas y candados. Una imagen más propia de un domingo de madrugada que de un amable sábado de marzo. Algunos, como no, bordearon la prohibición y abrieron sus puertas a pesar de las restricciones. «¡Somos inmunes!» , proclamaba entusiasta el camarero de un restaurante que podía mantenerse abierto por situarse en los bajos del hotel May Ramblas. No obstante, fueron los carteristas y pequeños vendedores de droga quienes mostraron desvergonzados la peor cara de La Rambla. «Marihuana, coca...» , los clásicos susurros de estos narcos de poca monta no callan en La Rambla ni en una pandemia. Clientes, tampoco les faltan y la Guardia Urbana, como siempre, mirando de lado.

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