Omella, el coronavirus y el vaticinio de Gaudí

«Solo la belleza del amor salvará la humanidad», resalta el cardenal arzobispo de Barcelona

Asistentes protegidos atienden en la celebración de la primera misa en la Catedral de la Sagrada Familia desde el inicio del estado de alarma EUROPA PRESS

Miquel Vera

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El cardenal arzobispo de Barcelona, Juan José Omella, reabrió ayer las puertas del templo de la Sagrada Fa milia , cerrado al culto desde el inicio de la pandemia de coronavirus . El presidente de la Conferencia Episcopal Española dio este paso acompañado de decenas de clérigos y religiosos, que aprovecharon la solemnidad del Sagrado Corazón para renovar sus promesas sacerdotales.

«En medio del dolor por la pérdida de tantos hermanos quiero felicitar a quienes han dedicado su esfuerzo, tiempo y energía a ayudar a los contagiados por el Covid-19 y a las personas afectadas por las consecuencias económicas y sociales de la pandemia», resaltó Omella en una homilía en la que reivindicó al trabajo de la Iglesia durante la crisis sanitaria. «Se ha hecho real aquello que tanto decimos, que solo la belleza del amor salvará la humanidad», expuso el prelado, que también celebró el 50 aniversario de su ordenación sacerdotal en Zaragoza.

«Una nueva era»

La pandemia de coronavirus no solo ha transformado la forma en la que se celebran las Misas -se han impuesto los bancos separados y los feligreses con mascarillas- sino que ha «revalorizado» unos templos frente a otros. En el caso de Barcelona, el virus dejará como herencia un «ascenso» para la Sagrada Familia. El templo, aún en construcción, tiene unas características de diseño que le dan los atributos necesarios para consolidarse como nuevo punto de encuentro de la vida pastoral barcelonesa en la «nueva normalidad» . Además, al estar aún en obras podrá adaptarse mejor a los eventuales cambios que obligue el virus.

Dos sacerdotes, en la Sagrada Familia REUTERS

Hace ya tiempo que las grandes celebraciones religiosas que acoge la Ciudad Condal se celebran en el templo modernista. Es el caso, por ejemplo, de las emotivas misas-funeral de estado que presidieron los reyes Felipe y Letizia tras los atentados de La Rambla (2017) o en recuerdo de las víctimas del accidente de Germanwings (2015).

Omella, dio ayer un paso más y escogió la basílica como emplazamiento para la misa que reúne cada año a los sacerdotes de Barcelona. Esta se celebra desde hace siglos en la Catedral, un templo bastante más viejo, con menos aforo y más difícil de limpiar por su decoración y arquitectura gótica. La celebración de ayer sirvió así de «ensayo general» para un lugar que, tras años ocupado por obreros y turistas de todo el mundo, se abre, poco a poco, a los barceloneses. «La Sagrada Familia no es la última de las catedrales. Es la primera de una nueva era», vaticinó Antoni Gaudí , su creador, antes de morir. Las palabras del arquitecto toman ahora todo su sentido.

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