Sergi Doria - Spectator in Barcino
Lehmann, la fábrica de libros
Hace un mes, Comanegra dedicó un libro a esa fábrica de la que muchos vecinos del barrio solo distinguían su chimenea sin entrar en más detalles
![Estado actual del patio de la fábrica Lehmann de Barcelona](https://s2.abcstatics.com/media/espana/2017/06/12/lehmann3-U10108366986GSG--1240x698@abc.jpg)
Había pasado centenares de veces ante el portal de Consejo de Ciento, 159 -frente al antiguo edificio de las Hermanitas de los Pobres - sin conocer las historias que deparaba aquel recinto del que sobresalía una airosa chimenea y que siempre identifiqué con una empresa de transportes.
Y en eso llegó Joan Sala, el editor de Comanegra que acaba de conmemorar su décimo aniversario. Especializada en libros sobre la Ciudad Condal, debemos a Comanegra la recuperación de «Barcelona pam a pam» de Alexandre Cirici y de «La noria» de Luis Romero, polifónica novela barcelonesa injustamente olvidada. Crónicas de hoy como «En mi barrio no había chivatos», del maestro Arturo San Agustín: relato memorable de cómo la Barceloneta pasó de ser el barrio de los pescadores a feudo de los depredadores turísticos. Un catálogo para conocer la Ciudad Condal desde las más diversas perspectivas. Escrutar el nomenclátor con Xavier Theros; retornar con Paco Villar a La Criolla canalla de la calle del Cid o recorrer el gótico Palau de Requesens de la Academia de Buenas Letras guiados por Sergio Vila-Sanjuán.
Hace un mes, Comanegra dedicó un libro a esa fábrica de la que muchos vecinos del barrio solo distinguían su chimenea sin entrar en más detalles. Gracias a Dory Sontheimer -autora de esa expedición por la memoria del Holocausto que es «Las siete cajas» -, Mercè Tatjer, Susana Sánchez, Pere Capella y Maria Lluïsa Camarero descubrimos que en la Fábrica Lehmann se fabricaban muñecas.
El umbrío pasadizo de adoquines que conecta la calle con el patio central de la antigua Fábrica Lehmann deviene en inesperado túnel del tiempo. En 1893 Max Lehmann y Ella Sontheimer -los abuelos de Dory-, pusieron en marcha la fábrica, sucursal de la empresa matriz de Nürenberg y dedicada a comercializar y distribuir aquellas niñas de porcelana que diseñaba la firma francesa Edén-Bebè. La chimenea se asomó a un Ensanche que acogió, como apuntan Marta Tatjer y Susana Sánchez, una tipología fabril antes limitada por las estrecheces de los barrios de la Ribera y el Raval.
Allá por 1914, el fotógrafo Josep Brangulí realizó un reportaje gráfico para la revista Blanco y Negro: trabajadores encolando las cabecitas de cerámica de las muñecas; mujeres que mesan amorosamente los cabellos o acomodan primorosos vestidos con las hechuras de las niñas bien a las que se destinaban aquellas costosas criaturas de porcelana. En el interior de los troncos, señala Pere Capella y M.Lluïsa Camarero, «se introducía un mecanismo parlante con una mancha accionada por dos cordones que emitía sonidos comparables al “pa-pa”, “ma-ma”».
En 1929 la empresa Lehmann presentó en la Exposición Internacional un autómata equipado con luz eléctrica. Ese mismo año, huyendo del nazismo, los hermanos Kurt y Dorel Sontheimer y Rosl Heilbruner buscaron refugio en Barcelona. Kurt se incorporó a la fábrica de muñecas y se casó con Rosl; Dorel prosiguió la diáspora hasta Tel-Aviv, para morir allí en un bombardeo de la aviación italiana. Como descubrirá Dory Sontheimer en «Las siete cajas», veintidós miembros de la familia de Kurt y Rosl serían exterminados en Auschwitz. Liquidada por los nazis, la firma Lehmann dejó de existir en 1939 y su filial, Lemanos, cambió de propietarios: «Mis padres y mi abuelo nunca me explicaron qué pasó con Lehmann. No lo supe hasta que no descubrí las siete cajas que dejaron al morir...».
Dory Sontheimer pisó por primera vez la fábrica de sus abuelos con motivo del 48h Open House Barcelona. A partir de 2010, el recinto se revitalizó gracias a la divulgación del arquitecto Josep Llobet, los trabajos sobre arqueología industrial de los alumnos del Etsab y la implantación de anticuarios, artistas, el diseñador de moda Josep Abril y, como no, la editorial Comanegra: «La vieja fábrica no solo ha recuperado su nombre, su historia productiva y su valor patrimonial como uno de los escasos restos materiales de la industria del Ensanche, sino que también ha recuperado la historia de los empresarios que decidieron venir a Barcelona para instalar una sucursal de la fábrica de muñecas de Nuremberg», subraya Mercè Tatjer. Y todo eso lo supimos gracias a Comanegra y la insistencia de Joan Sala de que supiéramos del recinto que albergaba su editorial. Larga vida a la Lehmann. Ahora, entre otras cosas, como fábrica de libros.