Gràcia, una fiesta en diversidad para sanar
Las fiestas del barrio barcelonés se secan las lágrimas con mucho color
Una mujer con burka empuja un carrito de bebé y espera con su familia a sobre Torrent de l’Olla. En la marea de gente que aguarda para entrar a ver las decoraciones de granja de la calle Llibertat, primer premio en el certamen de decoración callejera, se observan otras familias como la suya: dos niños y dos padres. Todas ellas difieren entre sí.
Unos cuantos de los pequeños llevan un globo de helio;algunos padres cargan a sus bebés atados al pecho; hay abuelos que aún caminan de la mano;unas turistas asiáticas llevan el mapa de las fiestas y lo comparten con una pareja joven que se expresa en catalán... Al entrar a la calle, las reacciones se mimetizan, no importa el origen: caras de sorpresa, fotos, selfies, respeto por los adornos. Algunos mueven alguna parte del cuerpo llevando el ritmo de la música. No importa el país de procedencia, religión, gusto musical o apariencia física en una fiesta en la que la diversidad es una constante desde su creación hace 201 ediciones.
Hace un año, las fiestas, Barcelona y el mundo se quedaron helados tras un cobarde ataque terrorista en una calle que durante todo el año está tan concurrida como el Carrer Verdi en fiestas. Los festejos de Gràcia se cancelaron. Y con ellos las celebraciones para conmemorar sus 200 años. Menuda desilusión. La gente no estaba para fiestas. Este año, sin embargo, poco queda de ese desánimo, miedo o pudor. Las fiestas han vuelto y han vuelto con más ímpetu y diversidad que nunca. La gente se ha propuesto no tener miedo, consciente o inconscientemente. Ni siquiera la tromba de agua del viernes les hizo quedarse en casa. Minutos después de que el granizo mermara, la gente llegó con sus paraguas y los vecinos reparaban los daños. Una de las fiestas populares más importantes de la ciudad continuó como si nada. La música volvió a sonar en todos los escenarios, restaurantes, bares, tiendas, galerías, centros culturales, talleres y las 21 calles decoradas.
No solo las familias son diversas en estas fiestas, también lo son las temáticas de los adornos: una granja catalana, la Roma antigua, una hacienda mexicana, la jungla de la India de «El libro de la selva», una librería portuguesa, el Olimpo Griego y hasta el espacio exterior. La música y la gastronomía que se han podido escuchar y degustar estos días por el barrio no se quedan atrás. En la Plaça Rovira i Trias se llevó a cabo la tercera edición del festival de música underground, organizado por el estudio Error!. Laura Llopart, bajo el nombre de su proyecto de música electrónica Museless, participó por primera vez en las fiestas, ya que su presentación del 2017 fue cancelada tras los atentados. Cerró ayer el Festigàbal, que organizó el bar Heliogàbal, en los Jardins de la Sedeta. Aliyana, el vanguardista grupo de folclore latinoamericano y canario de Yaiza Rodríguez y Yamila Castells, se presentó en la Artist’s Residence Barcelona de la calle Martínez de la Rosa.
Para comer, los asistentes tuvieron que sortear las ya de por sí laberínticas calles del barrio, agraviadas por el tránsito de una sola vía que dio más de un dolor de cabeza a los vecinos. Las empanadas gallegas (Ego) o argentinas (Empanadería) de la Plaça de la Vila de Gràcia están siendo muy concurridas. El curry japonés de Kakigori ha dejado en segundo plano a sus excelentes raspados. Los camareros de Entrepanes Díaz no dan abasto para entregar bocadillos y tapas a propios y extraños. La vermutería La Sínia, resguardada por su calle poco transitada, está siendo un oasis de paz del bullicio para más de uno. Los hay también que han preferido ahorrarse las multitudes, como La Pepita o Kibuka. Las cervezas también se diversifican. Así como la cerveza oficial de las fiestas cambió, lo han hecho las cervezas, ahora de marca blanca, que se venden estos días en las calles a precios de marca.
«Somos animales inteligentes, solidarios y con un gran instinto de supervivencia. Debemos confiar en que vamos a sobreponernos. Lo haremos, sin lugar a dudas…. Todo será mejor», escribió la escritora Lolita Bosch en su Facebook hace un año (extracto ahora incluido en su libro «Que no nos gane el miedo»). Y así ha sido. Este año, las fiestas están siendo excepcionales, si cabe, en respeto, en color, pero sobre todo en diversidad.