Coronavirus
Mascarillas y colas en el «check point» de Igualada, el epicentro del coronavirus en Cataluña
Solo los camiones de suministros pueden entrar a la población, cercada por controles de los Mossos d'Esquadra
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Día 1 del confinamiento en Igualada . La población barcelonesa y sus tres municipios colindantes (Vilanova del Camí, Santa Margarida de Montbui y Òdena) han amanecido hoy con la actividad claramente menguada por el confinamiento que la Generalitat ha decretado para la población para los próximos 14 días para intentar frenar el brote más importante del Covid-19 detectado hasta ahora en Cataluña, con 58 infectados en el último parte oficial de ayer.
La sensación en la zona cero era difícil de conocer esta mañana ya que todos los accesos quedaron tomados por los Mossos d’Esquadra, que prohibían continuar el paso. En el acceso sur a Igualada, el más concurrido por sus polígonos industriales, las patrullas paraban, uno por uno, a todos los vehículos para preguntarles por su destino. Las únicas excepciones que podían pasar eran los distribuidores de comida o fármacos y los servicios de emergencias.
«Tengo repartos todo el día por las farmacias de la zona», explicaba un chófer a un agente. Él era uno de los afortunados que pudo superar el primer control, como presenció ABC, y pasar a una segunda línea de vigilancia donde otro agente, ya con mascarilla o el pasamontañas en la boca, registraba sus datos. Y como él, furgonetas cárnicas, de leche fresca, legumbres cocidas o bacalao desalado, que sortearon las restricciones explicando sus casuísticas, mostrando facturas vía móvil o incluso pasándoles el teléfono a los agentes para que hablaran con sus responsables. También furgones blindados. La situación provocó retenciones continuadas en un punto que recordaba al «check point Charlie» que durante el Berlín del muro filtraba el paso Oeste-Este.
Vuelta tras el viaje escolar
Más allá de ellos, los Mossos dejaron entrar de manera excepcional a algunos vecinos, que se quedaban en el control de acceso a la espera de que los vinieran a buscar desde dentro. El caso más vistoso fue el de un autocar escolar, con una veintena de alumnos de ESO que habían ido a esquiar tres días a La Molina y que adelantaron la vuelta. «Estamos sanos y tranquilos pero mejor regresar ya a casa», explicaba Esther Jorba, su responsable. Tras esperar a que llegara otro bus desde la zona confinada, los alumnos -algunos ataviados con gafas y monos de esquí-, bajaron de su bus arrastrando la maleta para cambiar de vehículo y reunirse con sus familias.
Otro de los afortunados que pudo entrar se plantó ante el control policial con mascarilla y tres bolsas de ropa, como si volviera de un viaje. El señor, de unos sesenta años, vive en Igualada. Una allegada lo llevó hasta allí en coche y se despidió de él, en la distancia y también con la mascarilla colocada. « ¡Paquito, yo voy tirando. Estamos en contacto por teléfono ¡Muchos besos!» , le gritó. Otro señor, trajeado como si volviera de un viaje de trabajo, también esperaba en la zona perimetrada. «Yo solo lo he acercado hasta aquí. Él se queda en Igualada», decía su compañero.
Sin embargo, no todos llegaban al control con la misma calma. Era el caso de una pareja, ella con la boca tapada, que pedían paso. «Ella sufre hemofilia y tenemos que ir al hospita l», comentaba el conductor. Tras el registro, pudieron seguir adelante. Por la rotonda se vio a decenas de conductores, con mascarillas o incluso guantes, que pasaban los controles con aparente angustia en una zona acostumbrada a tener mucho tráfico industrial.
De hecho, Igualada es un importante polo industrial de la Cataluña central. La ciudad es un importante clúster textil pero también congrega empresas de todo tipo: alberga, por ejemplo, proveedores del sector de la automoción -las plantas de Seat y Nissan están relativamente cerca- o empresas del sector sociosanitario, a quienes la crisis por el coronavirus y sobre todo las restricciones les empiezan a afectar seriamente.
Dentro del perímetro de confinamiento, los ciudadanos intentaron bajar su actividad pública, como sugiere la Generalitat para frenar cuanto antes la escalada de casos. «Cuando hace dos días empezaron hablar del brote ya decidí quedarme en casa . El confinamiento no me ha afectado especialmente», contaba telefónicamente a ABC Gloria Suárez, una joven de 30 años que, por suerte, es autónoma y de momento puede seguir trabajando de forma remota. Ella está, además, relativamente tranquila porque no conoce, por ahora, ningún afectado ni aislado preventivo y su familia está aparentemente sin síntomas.
La Generalitat recomienda a los vecinos que permanezcan en sus domicilios hasta el final de la afectación, que estará en vigor, al menos, durante catorce días. Las cifras del brote, que no paran de crecer, obligan a ello: el último balance sitúa en la zona a 67 positivos, con cuatro casos graves y tres fallecidos hasta ahora. Lo más preocupante sigue siendo la incidencia en el Hospital de Igualada, que ya tiene 41 profesionales infectados y cuyo personal está exhausto por la sobrecarga acumulada.
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