Para comer un buen arroz del 7 Portes ya no hay que cruzar la Diagonal
En su 185 aniversario, el mítico restaurante de los Pórticos de Xifré ha abierto La Barra del 7 Portes Galvany en la calle Amigó con la mitad de la oferta gastronómica del original y una decoración funcional

El restaurante 7 Portes de la familia Parellada, que lleva 185 años conquistando el paladar de locales y visitantes en los pórticos de Xifré, acaba de abrir su segunda barra en la calle Amigó de Galvany, el barrio de la zona alta barcelonesa más cercano al centro de la ciudad. La Barra del 7 Portes Galvany es un establecimiento de dos plantas y terraza que ofrece lo mejor de la carta del restaurante original, sus arroces y tapas, pero sin la voluntad de replicar la decoración, que es más informal y funcional a cargo del estudio C97 Arquitectos. Los azulejos blancos y negros son la principal característica que replica el restaurante junior del padre y destaca la gran cantidad de enchufes junto a las mesas para que los comensales puedan cargar sus móviles o portátiles.
La experiencia de crear un «spin-off» hace tres años en un local contiguo al 7 Portes, que se llama La Barra del 7 Portes Pla de Palau, «ha funcionado y por eso nos hemos animado a abrir un restaurante para que no sea necesario cruzar la Diagonal si se quiere comer un buen arroz», asegura Francesc Solé Parellada, actual propietario y miembro de una familia de restauradores que ejercen el oficio desde 1771. No en vano, el más barcelonés de los arroces lleva el mismo apellido de la familia que lo incorporó a principios del siglo pasado como el arroz sin tropiezos o perezoso, ya que el comensal encuentra mondados todos los ingredientes de una paella de marisco o mixta, desprovistos de sus valvas, cáscaras, espinas o huesos.
De la paella Parellada llevan vendidas más de 7 millones de raciones, señala el presidente del grupo de restauración que ha conquistado el paladar de los barceloneses y visitantes de la ciudad con una cocina catalana de mercado. En La Barra del 7 Portes Galvany se ofrece unos 35 platos de los 80 que integran la carta del restaurante original, bajo la dirección del chef Jaime Pérez Sicilia, jefe de cocina del histórico establecimiento. Además de tres de sus arroces, y la fideuá o los canelones trufados, son memorables sus croquetas y los calamares a la romana con mayonesa y romesco. Pero también para empezar están los buñuelos de bacalao, la cazoleta de mejillones al vapor con limón y vino blanco, la ensalada de langostinos sobre un lecho de tomate natural picante, el jamón ibérico con pan de coca con tomate o las ostras.
Catedrático de la restauración
Francesc Solé Parellada es el máximo representante de una estirpe de restauradores. Nació en el restaurante de los Pórticos de Xifré en 1944 y pasó su niñez y adolescencia en el restaurante familiar del que ahora es propietario. Entre arroz y arroz, cursó la carrera de ingeniero industrial en la UPC, donde llegó a ser rector y ejerció de catedrático, ahora emérito. También se licenció en Ciencias Económicas en la UAB y es vicepresidente de la Fundación Conocimiento y Desarrollo (CYD), entre otros méritos, pero nunca ha dejado de ser restaurador y ha recibido la medalla al mérito turístico por el Ministerio de Industria, Comercio y Turismo.
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El académico conjuga sus conocimientos con la práctica empresarial de la de verdad, la que supone estar al pie del cañón los 365 días del año mirando si los clientes salen satisfechos. Una actitud, afirma, que solo se aguanta con una gran vocación y propósito, «si has nacido en este entorno y todo este circo te parece normal, aunque de hecho no lo sea desde ningún punto de vista». En uno de sus escritos, Solé Parellada confiesa que su filosofía se construye a partir de un conjunto de frases hechas que le han transmitido sus antepasados: «Una finalidad honesta justifica las acciones», «tener siempre una bala de repuesto», procurar «no hacernos más sabios que ricos» y finalmente, rematarlo con el clásico e inevitable «un día que pasa, una meta alcanzada». Pero la definitiva enseñanza de su abuelo que intenta poner en práctica día a día fue: «desengáñate Paco, nosotros -refiriéndose al 7 Portes- no vivimos de los que vienen, sino de los que vuelven».