Educación
El valor de la veteranía en la docencia
Severino Lafuente concluye este verano su carrera laboral tras trabajar durante 36 años en el IES Cardenal Sandoval y Rojas de Aranda de Duero, 34 de ellos como director
Cuando Severino Lafuente llegó a la Dirección del Instituto Cardenal Sandoval y Rojas, de Aranda de Duero (Burgos), nada hacía pensar a este profesor de Matemáticas que seguiría en el cargo treinta y cuatro años. Llegó a ese puesto para estar unos pocos años, pero el azar, la falta de candidatos y los cambios legislativos que volvían a poner el contador a cero e impedían aplicar los plazos máximos para ser director le han hecho llegar a la jubilación ocupando un sillón que no es lo que más le gusta porque su vocación es de profesor.
Severino Lafuente ha cumplido 70 años y su carrera laboral termina este verano . No llegará a iniciar el siguiente curso en el instituto de Secundaria en el que trabaja desde 1985. El azar ha querido que termine prestando sus servicios hasta el final. Después de muchos años sin oposiciones para catedráticos de instituto, la Junta de Castilla y León las convocó para 2020, pero se tuvieron que suspender por la pandemia. Ahora, Severino es uno de los pocos catedráticos que quedan en la Comunidad y, por eso, le ha tocado forma parte del tribunal que está juzgando a los opositores.
Licenciado en Matemáticas por la Universidad Complutense de Madrid, este soriano, del Burgo de Osma, accedió pronto a la carrera docente. Consiguió un trabajo como profesor interino, lo que antes se llamaba Profesor No Numerario, en Calatayud, donde solo estuvo un año. En 1977 se presentó a las oposiciones y obtuvo la plaza en el Instituto Antonio Machado de Soria. Después consiguió la plaza de Catedrático de Matemáticas en Isla Cristina (Huelva), pero solo dos años después se presentó a otro concurso para acercarse a su tierra y logró la plaza en el Instituto Cardenal Sandoval y Rojas, en Aranda de Duero. Desde 1985 ha seguido en el centro, primero como profesor, aunque la mayor parte del tiempo como director, desde 1987.
Al cumplir los 70 años el pasado mes de abril, Severino, homenajeado al final del pasado curso por profesores y alumnos de su instituto, tuvo la opción de jubilarse de inmediato, aunque la Dirección Provincial de Educación le ofreció la posibilidad de terminar el curso, a la que se acogió este veterano profesor vocacional. Ha visto pasar todas las leyes educativas de la democracia, aunque cree que la que tuvo mayor impacto en el modelo educativo fue la LOGSE, en los años noventa. Cambió el modelo para los alumnos, pero también la estructura de los cuerpos docentes, porque desapareció el cuerpo de catedráticos, que se integró en el grupo de Profesores de Secundaria. Años más tarde se recuperaría la figura del Catedrático, un nivel al que se accede por concurso de méritos. Sin embargo, en Castilla y León no se ha realizado ninguna convocatoria de plazas para este nivel hasta este año.
Los alumnos también han cambiado en los más de cuarenta años de docencia de Severino. «Cambian porque también cambia la sociedad y los chavales imitan y aprenden con facilidad», explica.
Cambios, pero no a mejor
Algunos de esos cambios no son para mejor. Hace años llegaban a los institutos los alumnos que habían terminado bien la EGB, el resto solía optar por Formación Profesional y eso «ya era una forma de selección». Ahora pasan a la ESO prácticamente todos y eso provoca «una diferencia de niveles increíble» . De hecho, estima que en torno al 10% de los alumnos de trece y catorce años están «desmotivados y desinteresados porque se sienten fuera de su lugar». Severino asegura que los sucesivos cambios de normativa no han resuelto ese problema, porque esos chavales necesitarían un entorno distinto, con horarios más repartidos y menos densidad de asignaturas. La consecuencia es que muchos de ellos dejan el instituto en segundo y se pasan a cursar algún módulo de Formación Profesional Básica. «No son todos, algunos se estabilizan y llegan a obtener el graduado de Secundaria, aunque son los menos», señala.
Lo que no ha cambiado tanto es la duda de los alumnos sobre lo que quieren estudiar si pasan a la universidad. Hay unos pocos que tienen clara su vocación, la mayor parte para estudiar Medicina, sobre todo por razones familiares. Incluso son capaces de perder un año o realizar un curso de otra carrera para volver a intentarlo cuando no les da la nota de acceso. Sin embargo, la mayoría solo tiene claro si se inclinan por las humanidades o las ciencias y eligen las asignaturas con ese criterio y «algunos ni siquiera tienen eso claro».
Después viene la universidad. Algunos profesores del nivel educativo superior se quejan de que no todos los alumnos llegan bien preparados. Severino considera que la formación que reciben en los seis años de instituto debería ser suficiente, aunque fallan las pruebas para el acceso a la universidad. «Es poco exigente, prácticamente no selecciona y por eso la aprueban más del 90%», señala. De hecho, en el caso del Instituto Cardenal Sandoval y Rojas, el porcentaje de aprobados suele ser del cien por cien.
La pandemia tampoco ha ayudado. Las circunstancias llevaron a bajar más el nivel de exigencia en la prueba de acceso del curso pasado. Este año, aunque el curso ha sido presencial en Castilla y León, se arrastra esa inercia y la prueba ha vuelto a ser más sencilla de lo habitual, explica el veterano profesor.
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