Asesinato de Isabel Carrasco
Raquel, la pieza que nunca encajó
La participación de Gago ha despertado incógnitas, pero los indicios han pesado lo suficiente para justificar su condena
«Soy inocente». Mirando a los ojos al jurado popular durante el juicio o a los magistrados de la Audiencia cuando lo que se revisaba era su libertad provisional, Raquel Gago no desperdició ninguna de las ocasiones en las que se le cedió la palabra para tratar de desvincularse del crimen de Isabel Carrasco. Se lo jugaba todo y lo sabía. Escueta en su discurso y tímida en sus respuestas, que parecía haber memorizado una y otra vez, la condenada negó categóricamente el relato de los hechos presentado por las acusaciones durante todo el proceso . No escatimó en lágrimas y, aparentemente rota, proclamó su inocencia ante cualquier envite de los letrados. Con sus intervenciones, Gago despertó empatías tanto dentro como fuera de la sala en la que se juzgaba el asesinato de la presidenta de la Diputación y del PP de León. Era la pieza que no acababa de encajar en el rompecabezas. Nadie se explicaba cómo esta agente de barrio, sin vocación y que rehuía de las armas y la confrontación física, podía haber acabado involucrada en el asesinato de la política más poderosa de León, a la que aseguraba siquiera haber conocido personalmente.
Ingresó en prisión el 16 de mayo de 2014. Habían pasado cuatro días del crimen y existían demasiados indicios sin una explicación clara que apuntaban hacia ella. Fue la jueza de Instrucción 4, Sonia González, la primera en no creer su versión. Raquel había estado en casa de las otras dos condenadas, Montserrat González y Triana Martínez, momentos antes del asesinato. Se había despedido asegurando dirigirse a un curso de restauración en Trobajo y, sin embargo, minutos después estacionaba su vehículo en el centro de León, en una calle a medio camino del lugar del asesinato y donde madre e hija habían aparcado su coche, preparado para la huida.
Esperó en la calle una hora. Como explicación, dijo que iba a ir a una tienda de manualidades que estaba cerrada y que sabía que probablemente no abriría en todo el día , puesto que conocía que la propietaria estaba enferma. Recibió una llamada de Triana desde un móvil de prepago justo después de que se hubieran efectuado los disparos e, instantes más tarde, ésta, sin apenas mediar palabra, le introdujo el bolso con el arma del crimen tras el asiento del copiloto.
Raquel no hizo preguntas. En ese momento conversaba con un agente de la ORA. Declaró no ser consciente de que su amiga dejaba algo en su coche, pero el testigo -él de espaldas y ella de frente a Triana- dijo haber oído cómo le abría las puertas. Arrancó casi de forma inmediata rumbo a Trobajo sin comprobar primero si habían abierto la tienda y allí mintió diciendo que llegaba tarde porque se había quedado traspuesta en casa. Tras hacerse público el crimen y la detención de su amiga y su madre, negó a todos que hubiera estado con ellas ese día. Hizo recados y abrió y cerró el coche en numerosas ocasiones, pero aseguró no haber visto el bolso con el revólver hasta 30 horas después, cuando lo entregó a la Policía. ¿Casualidades? La jueza no las creyó y negó su libertad provisional hasta en tres ocasiones. Fue entonces cuando su letrado apeló a la Audiencia Provincial, y cuando le llegó la primera muestra de confianza. Fue el magistrado Carlos Javier Álvarez -quien más tarde sería elegido para presidir el juicio por el procedimiento del jurado popular- el que le concedió la libertad el 29 de enero de 2015, el que en su sentencia rebajó sorpresivamente el veredicto de los jueces lego absolviéndola de asesinato y condenándola como encubridora y el que -arropado por otros dos magistrados- permitió que a día de hoy Raquel Gago no haya regresado a la cárcel.
Con el fallo hecho público este miércoles por el TSJCyL se vuelve a dar otra vuelta de tuerca al caso. El Alto Tribunal condena a Gago como cómplice a 12 años de cárcel y rechaza que su papel en el crimen sea el de mera encubridora , contentando a las acusaciones y haciendo que su defensa y quienes creen en su inocencia pongan el grito en el cielo. Tras el juicio y después de conocerse la reducida condena que le imponía la Audiencia se desató una campaña de rechazo a que ésta tuviera que ingresar en prisión. En apenas unas horas se recogieron más de 3.000 firmas y vecinos y bares no dudaron a la hora de hacer público su apoyo a Gago. Su situación se agrava ahora, pero queda un último cartucho por quemar. Su defensa recurrirá al Supremo confiada en que la balanza vuelva a girar a su favor.
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