Coronavirus / En primera línea
«Hay pacientes que no quieren que les traslademos al hospital»
La unidad de Emergencias de la doctora Isabel Zurro en Miranda de Ebro fue de las primeras en enfrentarse a «la pesadilla» del Covid-19
Coronavirus: últimas noticias en directo
![«Hay pacientes que no quieren que les traslademos al hospital»](https://s2.abcstatics.com/media/espana/2020/04/06/isabel-kNFH--1200x630@abc.jpg)
Estuvo en el epicentro de la pandemia cuando se detectaron los primeros casos en la Comunidad. No en primera línea, sino por delante, porque su unidad es la avanzadilla que hace el primer reconocimiento del terreno para, a partir de ahí, decidir cómo actuar. Isabel Zurro es la médico de emergencias en una ambulancia medicalizada de la zona básica de Miranda de Ebro. Junto con dos técnicos de transporte sanitario (uno de ellos el conductor) y un enfermero/a, hace turnos de 24 horas en el municipio mirandés.
Noticias relacionadas
Define aquellos primeros días de la pandemia como «una pesadilla que nos encontramos de golpe». «Sabíamos que el coronavirus estaba en España, pero no esperábamos tenerlo allí». Recuerda cómo «ibas a los sitios angustiada porque entonces no sabíamos mucho del virus, salvo que era muy contagioso». Así que lo primero fue organizar toda la base, con una zona de limpio y otra de sucio, llegaron los equipos de protección que hubo que aprender a ponerse, las gafas, los guantes... El primer aviso de un posible coronavirus no fue fácil para Isabel Zurro y sus compañeros. «Sabíamos que el paciente era positivo porque su familia estaba ingresada en el hospital de Miranda y, la verdad, fueron momentos de mucho desasosiego, no sabíamos a lo que nos enfrentábamos», confiesa.
Casi todo Covid-19
Desde entonces, la actividad habitual de este equipo de emergencias ha cambiado. Ahora, casi todos los avisos están relacionados con el coronavirus aunque, según esta medico vallisoletana, la gente «ha cogido miedo a llamar y al traslado a un hospital, prefiere quedarse en casa y eso puede provocar que los recursos lleguen tarde porque no avisan a tiempo». Zurro explica que en una ocasión tuvo que pedir a un paciente que firmase que no daba su consentimiento al traslado para eximirla de cualquier responsabilidad.
«Vamos cien por cien protegidos, pero la situación no deja de ser una angustia porque tampoco sabes al cien por cien lo que tienes, ni si vas a poder intervenir y trasladar»
La llegada a los domicilios de los cuatro profesionales sanitarios de la ambulancia se realiza siguiendo escrupulosamente el protocolo. «Vamos muy protegidos, pero la situación no deja de ser una angustia porque tampoco sabes el cien por cien lo que tienes, ni si vas a poder intervenir y vas a poder trasladar», describe la médico, para quien es «un momento agridulce porque como todo ser humano tenemos miedo de que podamos llevar el virus a nuestras casas». «Es un momento difícil, de medicina de guerra en la calle» , con la principal obsesión puesta en «protegerse al máximo para intentar minimizar la exposición con el paciente y sacar adelante a todos los que puedas». Para lograr ese objetivo, cuentan con la ventaja de tener «un equipo de trabajo muy bueno; nos damos muchos ánimos los unos a los otros porque estamos blanditos y tocados». «No somos sólo los de la sirena, somos médicos de emergencias y estamos ahí para todo lo que se necesite», añade.
Las intervenciones de la unidad de emergencias están perfectamente organizadas. Así, cuando se llega a un domicilio, el conductor siempre se mantiene en la ambulancia y en zona limpia y el técnico se pone el buzo por si tiene que intervenir, pero con la idea inicial de que a la vivienda sólo accede el médico y enfermera. Si es una valoración, esta última se queda fuera porque cuantos menos miembros del equipo se expongan, mejor. El medico entra, valora y decide si hay traslado. Para estas actuaciones cuentas con unos kits rápidos de intervención que son de fácil desinfección para no tener que llevar todo el aparataje y no contaminar la ambulancia. Después, explica Zurro, «me desinfecto con una mezcla de agua y lejía». El traje se mete en una bolsa y se lava hasta tres veces antes de volverse a utilizar. Lo último en quitarse es el pijama, que acaba en otra bolsa con la que va directamente a la lavadora porque se desintegra. «Todo está planificado y creo que lo estamos haciendo muy bien». Reconoce que una vez que ya saben a lo que se enfrentan se sienten más tranquilos. Eso sí, las jornadas concluyen con la marca de las gafas en la cara y molestias en la garganta por efecto de la lejía, ya que la base la desinfectan un par de veces al día con un fumigador.
Confiesa que llora cuando todos los días, a las ocho de la tarde, España aplaude la labor de sus sanitarios. Sin embargo, siente que los profesionales de emergencia «somos los primeros en llegar y a veces también los olvidados cuando de nuestra rapidez depende que una persona se pueda recuperar; nuestros técnicos vuelan bajo y son grandes profesionales».