Artes&Letras

Novela interior

La escritora Elena Santiago se adentra en la violencia doméstica en su narración «Nunca el olvido», un duelo coral plasmado desde el entorno de la víctima y que invita a la reflexión sobre el problema

La autora leonesa Elena Santiago ICAL

FERNANDO CONDE

¿Qué ocurre cuando una voz poética se hace narrativa; cuando se escribe desde la introspección, desde una interioridad casi agustiniana, una interioridad que trasciende; cuando las palabras brotan, en un ejercicio muy vecino a la escritura automática, desde lo más profundo del alma, con una intensidad inusitada, para hablar de lo más oscuro y a la vez de lo más claro del ser humano? Y, ¿qué ocurre cuando ese ejercicio lo lleva a cabo alguien que, como Elena Santiago, atesora una voz propia e inconfundible, una voz de poeta alargada por el tiempo y por su obra? La respuesta es sencilla: que se publican textos como Nunca el olvido. Uno de esos ejercicios literarios a los que el lector ha de acercarse sin prisa, sin urgencias, más dispuesto que nunca a paladear las páginas, los párrafos, las frases, enristradas casi como un anacoluto continuo, las palabras. El argumento también es sencillo -y por desgracia muy presente-: la muerte a manos del falso amor, de ese amor que juran quienes desposan para poseer, quienes convierten el cariño generoso en cárcel, quienes cosifican al otro y lo suman, como un objeto más, a su inicuo patrimonio.

La obra es uno de esos ejercicios literarios a los que el lector ha de acercarse sin prisa, sin urgencias

Con Nunca el olvido Elena Santiago regala al lector una novela que tiene pocos ingredientes para convertirse en éxito de ventas. Una novela dura, preñada de belleza en el fondo y en la forma, una novela que inquieta e invita al pensamiento, a la reflexión casi a cada momento, pero también a la nostalgia y a la memoria. La muerte de Meli, Melita, contada desde la perspectiva coral de quienes la rodean, de quienes la echarán en falta, cada cual a su modo, de quienes ya no podrán volver a quererla en vida, se convierte en un ciclo constante que mueve el texto, que lo da la vuelta, que lo mastica una y otra vez como se mastican los duelos, poco a poco, en un tiempo que no corre, que nunca tiene prisa por desaparecer y dar paso a lo nuevo. Un argumento que probablemente en las manos de otro escritor no daría para más que unas pocas páginas, pero que permite a Elena Santiago construir una obra densa, una trama de sentires, más que de sentimientos, de dolores que traspasan hasta las páginas que los contienen y que llenan el espíritu del lector no sólo de comezón y desasosiego, sino también -y al mismo tiempo- de bálsamo y esperanza.

La desnudez brutal de los hechos se cubre pudorosamente con el ropaje de las palabras

La novela está ahí, resuelta con una maestría que quizá nos requiera otros modos de lectura, o quién sabe, quizá otros modos de lector. Y no encontrará éste en Nunca el olvido una novela al uso ni un texto ahormado al gusto del coleccionista de solapas, no. La novela interior de Elena Santiago es verdadera; una exquisita pirueta de arropamiento lingüístico en el que la desnudez brutal de los hechos se cubre pudorosamente con el ropaje de las palabras. Un ropaje rico, pero sencillo; en tonos grises, sin dejar por ello de ser florido. Una novela, en fin, en la que quien posee buenas mimbres de poeta no puede dejar de serlo en ningún momento, ni siquiera cuando aborda otros géneros para someterlos a su gusto. Una obra que hay que guardar como el pequeño tesoro que es.

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