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El Museo de Escultura llena el vacío de La Roldana

Tras la reciente incorporación de un cuarto grupo escultórico, el centro nacional se afana en restaurar el conjunto de obras que ha atesorado de la que es considerada la primera escultora española con la idea de darle «una presencia singular» a partir del verano

Cabalgata de los Reyes Magos: conjunto de madera policromada MUSEO NACIONAL DE ESCULTURA

Henar Díaz

Cuando Sánchez Cantón, uno de los grandes patriarcas de la Historia del Arte Español, elaboró la primera guía del Museo de Nacional Escultura, allá por 1933, recién elevado entonces a la categoría de centro estatal, anotó dos ‘lagunas’ que creía que el espacio debía solventar respecto a la escultura barroca de finales del siglo XVII y principios del XVIII. Una de ellas tenía que ver con la ausencia total de obras de Francisco Salcillo (Murcia, 1707-1783) y la otra se refería a Luisa Roldán (Sevilla, 1652-Madrid, 1706).

A punto de concluir 2017, solventado ya el ‘vacío’ del primero, el museo incorporó a su colección dos grupos de la artista sevillana, considerada la primera mujer española escultora: la ‘Virgen de Atocha’, un curioso relieve de barro cocido sin policromar, y la ‘Cabalgata de los Reyes Magos’, un conjunto de 19 piezas en madera policromada. A ellos sumó en 2019 la ‘Virgen con el Niño y San Juanito’, en barro cocido y policromado, y muy recientemente, a finales de este pasado 2021, el grupo de la ‘Virgen y el Niño’ -conocido también como ‘Virgen de la Leche’-. Este último, además de permitir completar con esta pequeña representación las diferentes etapas de la artista, está llamado a convertirse en un nuevo «icono del museo por su maravillosa calidad», considera Miguel Ángel Marcos, conservador responsable de la colección de escultura del siglo XVII del Museo Nacional.

Su etapa madrileña estuvo determinada por una producción de pequeño formato y barro

¿Quién fue Luisa Roldán y por qué llenar su vacío era una vieja aspiración de este centro? Hija del afamado escultor del barroco andaluz Pedro Roldán (1624-1629) y de Teresa de Jesús de Mena Ortega y Villavicencio, procedente él de una familia de origen leonés aunque asentada en Antequera desde el siglo XV, la artista entró de manera muy temprana en el taller de su padre, quien le enseñó a modelar y dibujar y no tardó en despuntar, recuerda en el libro ‘La Roldana’ (Diputación de Sevilla, 1978) María Victoria García Olloqui, profesora de Historia del Arte de la Universidad de Sevilla. Pero el ‘hito’ de Luisa Roldán no fue sólo lograr destacar como artista en un momento histórico en que a la mujer le estaba vedado casi totalmente el acceso a cualquier tipo de profesión que la desligara de los cuidados maternos y de su casa, sino ser nombrada ‘escultora de cámara’, «uno de los grandes honores que perseguían los artistas de la época y que no todos consiguieron, recuerda Miguel Ángel Marcos, y pone como ejemplo al también escultor del barroco Pedro de Mena. Además, añade este experto, se da la peculiaridad que ella lo fue en dos periodos tan diferentes como los reinados de Carlos II, el último monarca de la dinastía de los Austrias, y Felipe V, el primero de los Borbones, «con unas diferencias estilísticas y de gusto muy marcadas».

La Virgen con el Niño o la llamada también 'Virgen de la leche'

Talla «excepcional»

A esa última etapa madrileña en la que ejercía de ‘escultora de cámara’ (trabajó antes en Sevilla y Cádiz) corresponde el último grupo incorporado al Museo Nacional de Escultura tras ser adquirido por el Ministerio de Cultura. Pese a representar una temática que tuvo mucha presencia en la producción de ‘La Roldana’ -de él se conocen hasta seis versiones, contabiliza Miguel Ángel Marcos-, la «excepcionalidad» de la ‘Virgen y el Niño’ radica en «la calidad de un modelado exquisito y una policromía muy cuidada, con arabescos hechos a punta de pincel y oro fino molido». Su próxima restauración devolverá a esta pieza el «vivo» colorido que caracterizó gran parte de la obra de esta artista que solía recurrir a tonos pastel, «mucho más amables, e incluso cercanos al rococó». Sobre su forma de hacer, plasma también la profesora García Olloqui que la característica más «acusada» de este tipo de imágenes era la manera que tenía de concebir el rostro de las tallas, «de facciones suaves, sonrisa melancólica, barbilla y mejillas redondas y pliegue cutáneo por debajo de una barbilla con cierto resalte y unos ojos algo abultados por los bordes de los párpados».

«Eran obras que se montaban y desmontaban. Es casi un milagro que nos hayan llegado»

La etapa madrileña de Luisa Roldán estuvo determinada, además, por un trabajo fundamentalmente en barro que le permitía realizar una producción de pequeño formato, muy propia para oratorios particulares de capillas nobiliarias, «con un carácter muy preciosista», ideal para una contemplación cercana. Pero si en ese último periodo la terracota fue el material predominante de sus tallas, antes lo había sido la madera, y como ejemplo, el museo tiene la citada ‘Cabalgata de los Reyes Magos’, el grupo más numeroso que custodia de ella, con un total de 19 tallas -ocho montados y once a pie-, aunque actualmente sólo están expuestas cuatro. Miguel Ángel Marcos apunta que incluso podría ser un conjunto mayor, muy cercano a lo que conocemos hoy como ‘Belén Napolitano’, y que se hubiera realizado por entregas: «Lo que vemos aquí es una pálida muestra de un universo perdido».

Virgen de Atocha, relieve en barro cocido sin policromar

Sin embargo, pese a exhibir el museo ahora mismo una ‘escueta’ representación de la obra de la escultora, ésta permite vislumbrar ya una constante en su trayectoria: una calidad en la ejecución «absolutamente superlativa», considera Marcos. En el caso del numeroso grupo escultórico, así se percibe tanto en el modelado de la talla, «en el que seguramente colaboró su marido, el también escultor Luis Antonio de los Arcos», como en la policromía, de la que pudo participar su cuñado Tomás de los Arcos. «Curiosos» son también algunos añadidos, como las pequeñas piezas de cristal tallado incrustadas en algunas cintas de los ropajes con el fin, opina el conservador, de dar un aspecto aún más brillante a la luz de las velas.

Recuperar y dar lustre al resto de este gran conjunto es lo que ocupa en estos momentos al taller de restauración del museo. Sobre una de sus mesas reposan estos días algunas piezas, parte de ellas amputadas de pies o de manos, resultado de «una vida bastante mala»: «Hay que tener en cuenta que eran obras que se montaban y desmontaban todos los años. Es casi un milagro que nos hayan llegado en las condiciones que lo han hecho», detalla. A la espera de rehabilitación están también los otros dos grupos y el relieve.

Miguel Ángel Marcos, conservador responsable de la colección de escultura del siglo XVII del Museo Nacional. HERAS

Cayó en el olvido

Una vez dado el paso y superado el periodo de transición que vive el centro museístico tras la reciente jubilación de María Bolaños, la que fuera su directora durante más de una década, es intención del centro que Luisa Roldán tenga «una presencia singular» en su discurso. Se quiere contribuir así al reconocimiento de una artista que si bien fue venerada por sus coetáneos -ya el célebre Antonio Palomino la incluyó en su tratado de pintura y escultura de principios del siglo XVIII-, cayó en el olvido en nuestro país prácticamente durante todo el siglo XIX: «Quizá por ser obras de menor tamaño y con un carácter más tierno respecto a las realizadas por los hombres», opina Marcos al respecto. No ocurrió, sin embargo, en el extranjero, y hoy el museo con el mayor número de obras de ‘La Roldana’ es la Hispanic Society de Nueva York. También el Metropolitan adquirió hace algo más de un lustro una de sus obras más espectaculares, el ‘Entierro de Cristo’, inspirada en los modelos que su padre hizo para la iglesia del Sagrario de Sevilla. Es por ello curioso que la ‘gran manzana’ sea hoy una ciudad imprescindible para conocer el trabajo de Luisa Roldán. No obstante, matiza el conservador que en los últimos años algunos centros españoles de arte están haciendo grandes esfuerzos por poner en valor el trabajo de la escultora andaluza. Un empeño al que se ha sumado el museo nacional con sede en Valladolid, que llena así una laguna que le acompañaba desde su creación.

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