Nuevos aires para la colección permanente del Museo Nacional de Escultura
Con el lema ‘Viejos maestros, distintos relatos, nuevo público’, el centro reformula siete de sus salas con obras de Luisa Roldán, Berruguete, Juan de Mesa y Diego de Siloé
Cuando en 1933 Sánchez Cantón publico la primera guía del Museo de Escultura, recién elevado a la categoría de Nacional, echó de menos a dos artistas de renombre entre sus paredes: el escultor barroco Francisco Salzillo (1707-1783) y Luisa Roldán (1652-1706), una verdadera ‘excepción’ en la historia del arte europeo, ya que entonces era insólito encontrar a mujeres vinculadas a esta disciplina. La deuda con el primero la saldó el museo hace tiempo; con la segunda, lo ha hecho recientemente a través de adquisiciones del Ministerio de Cultura, y constituye uno de los pilares de la remodelación parcial de la colección permanente que ayer presentó su directora, María Bolaños.
«No es una reforma profunda porque no nos parecía necesario, pero sí había aspectos que nos apetecía incorporar y obras nuevas que mostrar», explicó Bolaños, que llegaba al museo en 2008, justo un año antes de que el centro reabriera sus puertas, tras su reforma integral, también con una renovada puesta en escena de su colección de referencia, con representación de los más importantes maestros españoles de la escultura policromada desde el siglo XV hasta el XVIII. En esta ocasión, el equipo ha remozado siete salas en las que además de incorporar piezas adquiridas en los últimos años de Berruguete, Pedro de Mena, Juan de Mesa, Diego de Siloé o la mencionada Luisa Roldán -junto a otros menos conocidos pero con obras de igual de interés-, lo ha hecho con otro discurso. Frente el habitual, «más histórico, casi cronológico», el nuevo planteamiento «nos ha permitido incorporar la materialidad de la escultura, sus características puramente plásticas y formales, y atender a materiales con una personalidad muy fuerte, como es el caso del alabastro y el mármol», detalló la directora. Este último se convierte así en protagonista de un espacio en el que, entre otras piezas, se puede ver algunas partes de un imponente monumento funerario de Don Diego de Avellaneda. La idea era «introducir aire nuevo en el recorrido del visitante, refrescándole con esta sorpresa visual».
En otra de las salas, concebida «a modo de fábrica de escultura», exhibe la «deconstrucción o despiece de un retablo», y sorprende igualmente el espacio de transición creado tras el imponente ‘Entierro de Cristo’ de Juan de Juni. Inspirado en el éxito de la muestra temporal ‘Almacén’, que albergó el Palacio de Villena, deja al descubierto la espalda de cuatro tallas, con sus imperfecciones y ensamblajes.
La escultura andaluza, con los singulares pequeños conjuntos en los que Luisa Roldán entremezcla barro y madera, centra otro de los espacios renovados. Esta nueva mirada a la colección permanente será el último sello de María Bolaños, que el día 31 dejará por jubilación su cargo. El actual subdirector, Alberto Campano, cogerá el testigo.