Empresas

Liquidez para mantenerse a flote en la crisis del Covid-19

El acceso a financiación para autónomos y pymes supone el principal salvavidas al que agarrarse ante la gravedad de la situación provocada por la pandemia

María José López tiene una peluquería en Arroyo de la Encomienda HERAS

IGNACIO MIRANDA

Para muchos autónomos y pymes con sus negocios cerrados ya diez semanas, lograr liquidez a través de financiación externa para superar la crisis del coronavirus es la cuestión prioritaria para seguir o no seguir. El salvavidas al que agarrarse en medio de esta tormenta imprevista, que se ceba en especial con un tejido empresarial tan atomizado como el de Castilla y León. Una realidad a la que está siendo especialmente sensible Iberaval. Antonio Córcoles, casado y con dos hijas de once y nueve años, regenta junto a su hermano la bodega Las Mercedes, situada en la calle homónima de Valladolid. Es un establecimiento de cocina española casera gestionado en plan familiar, donde la madre de ambos se ocupa de la cocina y como tal está asalariada. Tras los meses de enero y febrero, «que fueron francamente buenos», todo hacía pensar en una primavera con incremento de actividad, pero la pandemia frenó en seco el movimiento desde mediados de marzo.

Desde la entrada en vigor del estado de alarma han tenido que hacer encaje de bolillos financiero. Han obtenido un préstamo de Iberaval para mantenerse a flote hasta que el bar de raciones abra sus puertas. «Somos un bar de cañas y picoteo, de cocina tradicional, sin florituras, de tortilla de patata, torreznos, oreja con tomate y callos. Todo muy casero. Con una clientela fiel. El negocio lo inició mi padre hace más de veinte años y ahora seguimos nosotros», explica Antonio, que dejó su anterior ocupación en el transporte para dedicarse a la hostelería. Ahora las dudas sobre el futuro rondan por su cabeza. «Tenemos unos gastos mensuales fijos del local, más la cuota de autónomos y créditos del banco, al que hemos pedido una moratoria. He cobrado una ayuda del Gobierno de 700 euros, y casi la mitad va para pagar la Seguridad Social. Con el resto, una familia no puede vivir ni pagar la hipoteca, por eso hemos recurrido al préstamo», indica Córcoles, que como tres millones de autónomos clama por la reducción de la cotización mensual y que sea proporcional a los ingresos reales. Su madre, sin embargo, todavía no ha recibido un euro a pesar de haber solicitado un ERTE.

Esperar a la fase 2

El pasado lunes, con la entrada en la Fase I de Castilla y León, el bar continuaba cerrado como otros establecimientos de hostelería, porque no resulta viable reiniciar la actividad con las condiciones de seguridad exigidas en cuanto a aforo y distancias. «En mi caso concreto, con un local pequeño, es imposible. Me daría margen para poner dos mesas de terraza donde antes tenía cuatro veladores. Aunque parece que el Ayuntamiento estaría dispuesto a suprimir temporalmente alguna plaza de aparcamiento para que las terrazas ganen holgura. Habrá que esperar a los nuevos requisitos de la Fase II», matiza el hostelero, quien a pesar de las dificultades no pierde el tono optimista. «Al mal tiempo, buena cara. Por nuestro carácter no nos va lo de estar metidos en casa, y menos en verano», asegura.

El hostelero vallisoletano Antonio Cortés

En su opinión, puede haber reticencias iniciales por temor en el público, sobre todo a entrar en el comedor de un restaurante, «donde por más que limpies, ventiles y desinfectes es un lugar cerrado, y con el riesgo de bacterias del aire acondicionado. En cambio, en la terraza estás al aire libre con una temperatura agradable, y aunque haya que dejar más espacio, es muy diferente al interior». Por ello, resulta fundamental que la gente pierda el miedo a salir a la calle, algo que lastraría más el consumo. «Hay mucha incertidumbre, pero el tapeo es más económico. En mi casa cena una familia de cuatro personas por 30 euros, con sus croquetas y sus empanadillas», concluye Córcoles, quien espera seguir contando con el apoyo de su clientela cuando abra sus puertas en las próximas semanas.

«Por nuestro carácter no nos va lo de estar metidos en casa, y menos en verano», afirma el hostelero vallisoletano Antonio Córcoles

La misma ilusión ante el futuro a corto plazo que tiene la peluquera María José López Lorenzo, su esposa, quien clausuró el establecimiento en Arroyo de la Encomienda, Valladolid, el 16 de marzo y, por las dificultades de conciliación familiar, no ha podido reabrir. «La única persona con disposición para atender a mis hijas es mi madre, que reside en un pueblo de la provincia, y por las limitaciones de movilidad del estado de alarma no ha podido desplazarse para estar con nosotros», explica la titular del establecimiento unisex, autónoma y sin empleados, que también se ha beneficiado de un préstamo de Iberaval para afrontar estas dificultades.

Mayor esfuerzo y tiempo

Respecto a los cambios previstos en el negocio, María José ya venía funcionando con el sistema de cita previa, lo que no supone novedad, aunque la necesidad de extremar las medidas de higiene va a suponer un esfuerzo y mayor tiempo invertido. «Además, con que solo haya un cliente en el local, no voy a poder atender a una segunda persona cuando otra está con un tinte o unas mechas. Utilizaremos mascarillas y guantes desechables, y cada cliente seguirá teniendo su toalla. La desinfección constante del material también complica todo. En una misma jornada no vas a poder atender a la misma clientela que antes, salvo que hagas más horas», señala la peluquera.

A pesar de las incomodidades, está esperanzada con la vuelta a la normalidad. «Es un municipio con gente joven. Apenas tengo clientas mayores, que pueden ser las que muestren más recelo. Creo que con medidas de seguridad e higiene no tiene que haber problemas», concluye.

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